terça-feira, 31 de março de 2015

Sigfrido, no seas tan creido. Segunda parte y final

Sigfrido fue corriendo a su habitación seguido por su madre que nunca lo había visto así. A veces las madres tienen una sabiduría propia y ese era uno de esos momentos, pues ella no dijo nada, simplemente le dio cariño y lo dejó llorar.
Su padre también, sabiamente, espero a que el chico se tranquilizase un poco para poder conversar y cuando escuchó que él ya estaba más tranquilo subió a la habitación de su hijo. Fue él quien comenzó a hablar:
-          Hijo, entiendo muy bien por lo que estás pasando, pues cuando era niño pasé por la misma cosa. Era demasiado tímido y me encontraba muy feo, tenía las orejas de abanico y no quería que los otros chicos se burlasen de mí; entonces la forma que tuve de defenderme fue siendo arrogante y haciéndole creer a todos que no los necesitaba, que yo era superior a ellos, que yo era el mejor.
Les hacía creer que no quería jugar al fútbol con ellos, que era un deporte de ignorantes, que era una pérdida de tiempo correr atrás de una pelota; pero la verdad era que tenía miedo de que no me dejaran jugar o que se riesen de mí.

-          Yo siento lo mismo papá – Dijo el chico pareciendo más aliviado.

A veces nuestros dolores se sienten más suaves cuando sabemos que otras personas ya pasaron por la misma situación; parecía que el corazón de Sigfrido estaba mucho más liviano.

-          Los chicos me detestaban – continuó el papá-  me encontraban pedante, un pesado; ninguno de mis compañeros quería ni siquiera sentarse conmigo a la hora de la colación; estaba sufriendo mucho con todo eso hasta el momento en que no quise ir más al colegio; mi mamá fue a hablar con la directora,  dispuesta a cambiarme de escuela y creyendo que yo estaba siendo maltratado injustamente por mis compañeros, lo que no era verdad.
Mi mamá no encontró a la directora y la secretaria le dijo que buscaría a laguna de las profesoras para que la pudiesen orientar y fue en ese momento que todo comenzó a mejorar pues la señorita Marta, que era la profesora de artes dijo que iría a mi casa para conversar conmigo pues hacía tiempo que estaba observando la situación y estaba muy preocupada.
Aquella profesora era un verdadero ángel por dentro y por fuera; su belleza sólo no era mayor que su corazón y simpatía. Cuando la vi entrar en mi habitación creí que estaba soñando ¿Por qué ella se preocuparía conmigo? ¿Ella sabía que yo existía? Me recuerdo bien que en aquel día ella sólo salió de mi casa cuando empezó a anochecer y conversamos muchísimo sobre todo e hicimos un acuerdo: A partir del día siguiente yo sería realmente como yo era y dejaría de tener miedo, pues siempre que necesitase ella estaría en la escuela, cerca de mí para poder ayudarme.

-          ¿ Es como si fuese mi súper mejor amiga, profesora? Le pregunté un poco con vergüenza
-          ¡Claro que sí! Cualquier cosa que pase tú me lo cuentas.
Ese día casi no dormí de tanta felicidad- Continuaba recordando emocionado el papá de Sigfrido. Al día siguiente, cuando llegué, vi que la profesora Marta estaba en la sala hablando con algunos de los alumnos, parecía que estaban conversando sobre mí, pues cuando me vieron disimularon un poco; la profesora se acercó y me dijo que estaba todo bien, que todos se comportarían de forma natural conmigo y que era el momento de demostrar quien realmente yo era. Y fue así que yo lo hice.
Ninguno de los chicos nunca me recordó lo pesado que yo era, ellos me dieron la oportunidad de ser diferente; lógico que todo se lo debo a la profesora Marta que me apoyó , me dio seguridad y orientó a los otros chicos. Ella fue tan importante en nuestra vida que fue madrina de casamiento – Dijo mientras le mostraba una foto.
Estaban conversando todo esto cuando de repente tocó el timbre y la mamá de Sigfrido bajó para ver quién era. Se trataba, por coincidencia de una de las profesoras del pequeño.
-          Buenas tardes profesora ¿En qué puedo ayudarla? – preguntó la madre curiosa
-          Discúlpeme que venga un domingo por la tarde, lo que pasa es que vine al cumpleaños de Rodrigo que es su vecino y compañero de curso de Sigfrido y el único niño que no está en la fiesta es  él. Le pregunté a los otros chicos si pasaba alguna cosa y ellos me contaron la historia, entonces me tomé la libertad de venir a pedirle si puedo conversar con él y podemos juntos comenzar a buscar una solución para que su convivencia de él en la sala de clase pueda mejorar.
-          ¡Profesora, esto parece un milagro! ¡Usted es como un ángel que cayó del cielo! ¡ Entre, entre! Dijo la mamá muy emocionada
Ellas subieron al cuarto del chico y él puso una cara de espanto cuando vio a la profesora. Era como si la historia de su padre se estuviese repitiendo y él estaba viendo una chance de que las cosas pudiesen ser diferentes.
Los padres de Sigfrido no dijeron nada, ellos se miraron y entendieron que era mejor dejar que la profesora y su hijo conversasen. Tal vez ahora, el hecho del pequeño saber que su padre lo entendía, le traería la posibilidad de conversar más sobre lo que sentía. A partir de ese día todo comenzaría a ser diferente.


Otro día nos encontramos de nuevo para ver cómo andan las cosas

segunda-feira, 30 de março de 2015

Sigfrido, no seas tan creído. Primera parte


Tal vez sea porque el propio nombre ya era imponente y  hacía referencia a un héroe de la literatura germánica, o porque sus padres siempre lo elogiaban 
mucho por todo o quizás realmente él hacía las cosas bien y con bastante dedicación;  el caso es que a Sigfrido le faltaba un poquito de humildad y a veces le sobraba arrogancia y se creía mucho.
-          Es que le hace falta un hermanito para que aprenda a compartir y a respetar las opiniones de los otros- le decía su mamá al papá cuando se daban cuenta que esa forma de ser de Sigfrido le podría traer sufrimiento y el rechazo de los compañeros.

-          La vida le va a enseñar – respondía el papá – Yo también era así cuando chico.
El caso es que en la escuela., por ejemplo,  siempre Sigfrido era el chico que llevaba los mejores juguetes y no dejaba que ninguno de los compañeros jugase, ni él quería jugar con los entretenimientos de los otros; entonces, desde muy pequeño, la profesora se daba cuenta que en esos días, el se quedaba sólo, él y su juguete. La única manera en que él jugaba con todos los demás y participaba de las actividades era cuando la profesora lo mandaba, pues Sigfrido era también el niño más obediente de la sala,
El niño siempre se preocupaba de decir y demostrar que sus materiales de escuela eran los mejores; los lápices más lindos, con los colores más brillantes, las tijeras que mejor cortaban, el saca punta que dejaba los lápices más filudos y les contaba estas cosas a todos los compañeros, hasta a aquellos que no estaban ni un poco interesados en saberlo.
 Muchas veces hacía que los otros chicos se pusiesen tristes y se hasta llorasen, pues les decía que las cosas que ellos poseían eran feas, o estaban viejas o quebradas. Los chicos más humildes de la sala eran las principales víctimas del pequeño que a veces se comportaba de una forma bastante cruel
Muchas veces el chico también decía algunas mentirillas, con el objetivo de siempre aparecer siendo el mejor, el que tenía la casa más grande, más bonitas; el papá que ganaba más dinero y muchas otras cosas que sólo lo hacían parecer cada vez más antipático.
Los padres  se daban cuenta de todo esto pues los compañeros de curso vivían muy cerca y cuando los chicos volvían del colegio ellos se encontraban en la calle para jugar, algunos incluso venían de lugares un poco más distante y el único que no salía a jugar era Sigfrido.
-          Sigfrido, hijo mío ¿Porque no salimos a la calle a jugar un poco con los otros chicos? Le preguntó su madre en cierta ocasión.
-          ¡ No mamá, ellos no nos merecen! Además tenemos un montón de cosas importantes que hacer, no como ese bando de desocupados que anda corriendo atrás de una pelota – Respondió el chico lleno de un aire de superioridad.
A su madre no le gustó nada la respuesta de su hijo, pero no hizo nada al respecto y ni siquiera lo cuestionó. Decidió que iba a comentarlo con el padre del chico cuando este llegase del trabajo. Como se dio cuenta de que llegó muy cansado, no quiso incomodarlo pues le pareció que no tenía importancia; era mejor dejarlo para el día siguiente. Al día siguiente se le olvido y cuando se acordó, algunos días después le pareció que ya no tenía más sentido preocuparse con eso
Sigfrido no era ni un poco tonto y él sabía que, en el fondo, comportarse así era la forma de   de defenderse, de mostrarse fuerte, pues la verdad es que era muy tímido y tenía mucho miedo de que los otros chicos no lo aceptasen; entonces el decidía mostrarse arrogante, creído, pesado y era como si fuese una caparazón que lo protegería. En el fondo Sigfrido estaba sufriendo mucho con esta situación y quería que las cosas fuesen diferentes, pero no sabía cómo.
El chico no revelaba a sus papás lo que le pasaba, pues tenía vergüenza y principalmente no quería decepcionar a su padre, quien siempre le había dicho que los hombres no lloran, que los hombres tienen que ser fuertes y todas esas cosas que los papás le dicen a sus hijos sin pensar, quizás, en el sufrimiento que les causan.
Más tarde o más temprano, en algún momento las cosas llegan a un punto en el que no dan más y esto pasó en la vida de Sigfrido un domingo por la tarde, que podría a ver sido como cualquier otro fin de semana en familia. Sus padres decidieron lavar el auto y arreglar la parte de adelante de la casa; a la mamá del pequeño le encantaban las flores y las plantas y había decidido que dedicaría el día a mejorar el visual de la entrada de la casa. Para esto contaría con la ayuda de su marido y su hijo; después era la hora de lavar el auto, actividad que siempre realizaban en familia.
Estaban súper animados en estas tareas cuando se dieron cuenta que los compañeros de curso de Sigfrido estaban llegando a la casa de uno de los vecinos. Por lo que parecía era una fiesta de cumpleaños, pues todos llegaban muy bien arreglados y con regalos.
-          Sigfrido ¿Tú no vas a la fiesta? ¿Vas a ser maleducado y simplemente porque te sientes superior a los otros no irás a la fiesta de cumpleaños de nuestro propio vecino? Y lo peor de todo ¿Por qué no nos habías dicho nada? Ni siquiera compramos un regalo dijo la mamá dejando claro que estaba muy enojada con su hijo.


-          Es que no fui invitado mamá – Dijo el chico que mal conseguía hablar pues se puso a llorar y se fue a encerrar a su habitación

((  ustración de Maurice Sendax  para El Gran Libro Verde, de Robert Graves (Barcelona, Lumen, 1983)

http://www.imaginaria.com.ar/2011/03/algunas-consideraciones-sobre-el-humor-el-carnaval-y-los-libros-para-ninos/

sábado, 28 de março de 2015

¡No seas perezoso Agustín! Segunda parte y final.

Agustín, ante el  silencio de la directora, quien no le respondió la primera vez, le preguntó nuevamente.
-          Directora, ¿Hay alguna posibilidad de que yo consiga pasar de año? - Preguntó el chico bastante preocupado.
-           Agustín – no te voy a mentir, hay una posibilidad, pero implica que tendrías que ser absolutamente diferente. Significa que tienes que entregar absolutamente todas las tareas, todos los trabajos; tendrías que sacarte las notas máximas en todas las pruebas. Aún así, haciendo todo esto, tendrías que pasar por el consejo de clase y probablemente ir para examen de algunas  materias. Resumiendo: está en tus manos.
Parecía que era otra persona la que estaba frente a la directora y no Agustín, el chico más perezoso que ya se había visto. Parecía un estudiante determinado y bien dispuesto, decidido y determinado. Incluso la mamá del chico estaba dándose cuenta de que algo estaba pasando.
¡Estoy seguro que lo voy a conseguir! Dijo el chico  - Hoy está naciendo un nuevo Agustín.
El niño llegó a su casa y lo primero que hizo fue llamar por teléfono  a sus mejores amigos  para contarles todo lo que había sucedido y cuales eran sus planes; lo que recibió en todos los casos fue un poco de incredulidad, sin embargo, todos lo apoyaron como era de esperarse.
Después de las llamadas, en las que aprovecho de conseguirse todos los cuadernos de todas las materias, pues los de él estaba absolutamente en blanco; el chico rápidamente almorzó y después fue a su pieza.  Su madre le recomendó
-          Hijo, no te quedes mucho en el video juego, sabes que tienes que estudiar-  pero el chico parecía que ni siquiera había escuchado.
Pocos minutos después Agustín volvió con todos sus juegos en una caja y se los entregó a su madre.
-          Toma mamá, para evitar la tentación – y rápidamente volvió a su dormitorio.
Cuando llegó a su habitación, arregló sus libros y cuadernos e hizo un horario de estudios. Después de eso empezó su nuevo desafío y se puso a estudiar; a partir de ese día su madre tenía que venir antes de ir a dormir para pedirle que se acostará, pues generalmente estaba durmiendo encima de los libros.
Su madre escuchaba todos los días a las cinco de la mañana que tocaba el despertador de Agustín y el chico se levantaba y se ponía a estudiar; creía que este entusiasmo iba a durar sólo algunas semanas, sin embargo fue pasando el tiempo y Agustín no desistía.
En el colegio también se veía la transformación de Agustín. Los profesores y compañeros estaban sorprendidos y no sabían qué bichito le había picado. El chico estaba siempre bien dispuesto, participando, preguntando y ayudando a sus compañeros. 
Una de las estrategias del chico era estudiar las materias antes de que el profesor las explicase, de esa forma el ya traía todas las dudas.
Las notas empezaron a llegar y los resultados fueron apareciendo. Eran las notas más altas de la clase y parecía que del día para la noche el muchacho se había transformado en el mejor alumno de la clase.
Un día, mientras el chico estudiaba en el patio,  sus amigos se aproximaron decididos a preguntarle el secreto.
-          Agustín , nunca te gustó estudiar, nunca cogiste ni un cuaderno, siempre te pareció todo esto inútil y ahora, desde que te dijimos que ibas a repetir de año y conversaste con la directora, te has transformado en el mejor estudiante de la clase y los profesores dicen que eres uno de los mejores de la escuela.  ¿Qué es lo que te pasó?
-          Miren, lo que pasa es que es lo mismo que cuando le dices a tu mamá que no te gusta comer betarraga y nunca la pruebas. Un día comes y te das cuenta que es rica. Conmigo pasó la misma cosa, yo decía que no me gustaba estudiar pero nunca lo había hecho; ahora que tuve que estudiar me gusto mucho.
   Es fantástico ver que es como si el universo no acabase, como si nunca llegases al fin; sentir que mientras más sabes, más quieres descubrir. Fui un tonto siendo tan perezoso y estoy muy arrepentido; se que mis padres estaban muy tristes y preocupados conmigo, pero ahora no quiero nunca más parar de estudiar. Y todo esto se los debo a ustedes, pues si no se hubiesen preocupado por mi y conversado en aquel día continuaría siendo el mismo chico irresponsable, inmaduro y perezoso.- Agustín se levantó y abrazó a sus amigos.
Las cosas continuaron de esta forma, el chico se mantuvo firme en su propósito y sorprendió a todos. Al final del año el hizo los exámenes necesarios y aun así fue necesario que el consejo le diese la oportunidad de pasar de año; sin embargo, ninguno de los maestros tuvo dudas de que el merecía pasar al año siguiente.
Agustín estaba tan ansioso que en el día del consejo él y su madre estaban en la puesta de la sala esperando el resultado. Fue la propia directora quien le dio la noticia y vio el tamaño del salto que el chico dio cuando supo de la noticia; la madre del muchacho no aguantaba de tanto orgullo.
-          Muchas gracias por la oportunidad que me han dado, no los voy a decepcionar – le dijo Agustín a los profesores- Y quiero que sepan que cuando termine el colegio quiero ser profesor para ayudar a muchos chicos que sean perezosos, como yo era.
No fue sólo en los estudios que el chico cambió; ahora ayudaba en su casa, practicaba deportes y había aprendido a andar de bicicleta, lo que le permitía los fines de semana hacer paseos junto a sus amigos.
Desde que Agustín venció la pereza, su vida mejoró mucho.
¡ Felicitaciones Agustín!


sexta-feira, 27 de março de 2015

¡No seas perezoso Agustín! Primera parte.

 İ No seas perezoso  Agustín! era la frase que él escuchaba desde pequeño casi todos los días, pero ¿Qué le podía hacer si parecía que a él todo le costaba más?  Parecía que todo para él tenía que ser más lento;     ¿Qué le podía hacer si para él dormir todo el día era lo mejor que le podría pasar, si para él quedarse el día entero en la cama mirando tele sería el mejor programa para el fin de semana? ¿Salir de la casa para qué si en la casa tenía de todo?
    Agustín era diferente de todos los otros muchachos, a él lo que le gustaba era ver a los otros hacer las cosas sin tener que esforzarse para nada. Ya era mucho (y no le gustaba nada) el tener que ir a la escuela todos los días. Sólo había una cosa que le interesaba...¿ Te imaginas lo que será?

    El tema de la escuela era un asunto a parte. Nunca entendió para que salir de casa para ir al colegio; tener clase por la mañana, despertar temprano, clases de educación física, aquellos juegos y musiquitas que los profesores inventan… le parecía el fin.
    Agustín era realmente perezoso y sus padres no sabían qué hacer. Ya lo habían llevado al médico, al sicólogo, lo habían llevado hasta a la iglesia para conversar con el padre y nada. Todos les decían que en algún momento iba a pasar alguna cosa que lo iba a llevar a cambiar de actitud. La gran preocupación de los papas del chico era que no fuese a ser demasiado tarde.
    Agustín, cuando iba a la escuela literalmente iba a calentar el asiento, pues desde que llegaba hasta que se iba difícilmente salía de su lugar. Si alguien quería hablar con él, sabía perfectamente donde encontrarlo. No podemos decir que todo en la escuela era tan malo para él, pues se encontraba con sus amigos, aquellos que después de clase iban a la casa de Agustín y se sentaban a hacer competencias de video juego; eran los mismos chicos con los que estudiaba desde que había entrado al colegio.
    Aaaaaah! Los video juegos ... era la única cosa que lo sacaba de aquella inercia casi perpetua, era lo único que le llamaba la atención, lo único que quería hacer desde que despertaba. Agustín sería el más feliz del mundo si su vida fuese jugar todo el día al frente de la televisión o el computador. ¿Y no es que el chico tenía su talento? Sin duda, la vida casi integralmente dedicada a los juegos no había sido en vano, pues se había transformado en un especialista en ese tipo de diversión. Sabía los trucos, los secretos, era el primero de los chicos en llegar al final, participaba de competencias on-line, sabía de todos los juegos nuevos, estaba inscrito en las pre ventas y muchas otras cosas.
    En el colegio era reconocido por eso, por ser el especialista en este tipo de actividades; era una especie de Gurú al cual todos los chicos a los que les interesaba este tipo de cosas se aproximaban para poder aprender.
    Sus padres le conocían bien, sabían que no era un mal chico y que tenía un buen corazón, que siempre estaba dispuesto a ayudar a alguien siempre mientras esto no le significase tener que salir de su lugar. Sin embargo estaban muy preocupados pues ya sabían que las notas en el colegio no estaban nada buenas y que al final del año lo más probable era que Agustín repitiese de año.
    La pereza de Agustín no era sólo con los estudios, era con todo. No le gustaban las actividades al aire libre; lo más cerca que llegaba de los deportes era cuando se sentaba frente a la televisión y estaba pasando un partido; la bicicleta que su madre le había regalado al final del año estaba en el mismo lugar, llena de polvo e intacta, pues nunca ni siquiera había tratado de aprender a andar. Era la misma cosa con los patines, las patinetas, skate y similares.
    Un día, ya en la mitad del año, los amigos vinieron muy tristes a conversar con él.
      -  Agustín ¿Qué va a ser de nosotros el próximo año? – Dijeron realmente muy preocupados los muchachos
-         -  ¿Por qué? Va a ser todo como siempre – dijo sin entender lo que pasaba
-         - No Agustín, tú sabes que vas a repetir de año. hasta ahora no tienes ninguna nota azul, no has hecho ningún trabajo, no has hecho ninguna tarea…. ¿Ya has pensado en eso?
-          - Amigos… nunca he hecho nada en la escuela y hasta ahora he pasado de año… ¿Por qué sería diferente? – dijo Agustín con una risita sarcástica
-         -  ¡No Agustín! ¿En qué planeta vives? Este año es diferente, la profesora ya lo ha dicho mil veces, pero probablemente tú estabas durmiendo como siempre.            -  Ya no somos más niñitos, ahora la cosa es seria, quien no tiene buenas notas va a repetir- Dijo Miguel, con lágrimas en los ojos pues era el mejor amigo de Agustín.
-         -  Sí, y no te olvides que el próximo año las clases no serán en este edificio y sí  en el que queda al otro lado de la calle, entonces, ni en los recreos nos vamos a ver.
    Parecía un milagro, pero por primera vez los chicos veían que Agustín se ponía de pie por algún motivo que no fuese porque la clase había acabado o porque quería ir al baño.
-         - ¿Están hablando serio? ¿Por qué no me lo dijeron antes? Preguntó Agustín blanco que ni un papel.
-         - ¿Estás bromeando? ¡Todos te lo han dicho todo el tiempo, pero tú no los escuchas! Parece que nunca sales del video juego, en el cula,  cuando te equivocas puedes empezar todo de nuevo.
Agustín salió de la sala y dejó a sus amigos muy preocupados. Fue inmediatamente a llamar a su mamá pues no estaba sintiéndose bien y quería volver para su casa. Su mamá muy preocupada lo fue a buscar enseguida.
-         -  ¿Qué pasa Agustín? – preguntó la madre
-         - ¡Está todo perdido!- dijo el chico llorando
-         - No entiendo hijo ¿De qué me hablas!
-         - Voy a perder a mis amigos mamá – reconoció el pequeño. Voy a repetir de año y mis amigos van a estudiar en el otro edificio de la escuela; me voy a quedar sólo y todo es culpa mía, pues creí que nunca esto me iba a pasar.
-         - Hijo, todos te lo dijeron todo el tiempo y tú no quisiste escuchar. Pero no te preocupes, veremos que podemos hacer ¿Y tú? ¿A qué estás dispuesto? Le preguntó la mamá.
-          ¡A todo! – dijo el chico, determinado.
    Parecía que finalmente Agustín había despertado, y delante de la buena disposición del pequeño la madre volvió hasta el colegio y pidió para hablar con la directora. Al llegar a la escuela las dos entraron en la sala y se pusieron a hablar durante un largo tiempo, mientras Agustín esperaba sentado en la sala de espera, sin parar ni un minuto de llorar.
    De repente la puerta de la sala se abrió y la directora y la mamá llamaron a Agustín, quien  se sentó frente a la mesa muy asustado y sin entender muy bien lo que estaba pasando.
-          - Agustín- Dijo la directora.- Ya estamos en la mitad del año y hasta ahora no has hecho nada; Te lo hemos repetido todo el tiempo y tú no nos has escuchado; ¿Ahora te das cuenta de lo que va a pasar? Eres un chico muy inteligente pero a esta altura del partido sólo un milagro puede hacer que no repitas de año
-          - Directora – interpeló Agustín- Hay alguna chance de que yo no repita…

¿Quieres saber la respuesta de la directora?

¡Mañana continuamos esta historia!



quinta-feira, 26 de março de 2015

Soledad, la niña que no conseguía decir la verdad.


Ella no era una niña mala, tal vez porque no exista esta clase de peques, pero algo le pasaba que muchas veces, como era muy traviesas y no quería meterse en problemas, decía algunas mentirillas.
Mi querido lector, probablemente ya has escuchado esto de alguien: ‘La mentira tiene las piernas cortas, nunca va muy adelante” o “una mentira trae otra mentira”. Y yo te puedo decir que es la más pura y santa verdad.
Soledad siempre se daba mal con las mentiras, pero nunca, hasta ahora, había aprendido la lección. Te voy a relatar algunas de sus desventuras, como por ejemplo la vez en que, en vez de tomarse los remedios para mejorarse de una infección de oídos, se los colocaba en la boca y luego los botaba; el resultado de esta “ mentirilla” fue casi quince días en el hospital. O la ocasión en que le escondió a sus padres no solamente todas las comunicaciones que la profesores y de la dirección de la escuela avisando que sus notas no estaban yendo bien, sino también no les mostro ninguna de las pruebas e incluso, aprendió a falsificar la firma de su mamá con perfección. El resultado de su comportamiento fue que, en la reunión de padres que se realizaba al final del semestre, su madre casi tuvo un patatús al saber que si continuase en esa tonada, repetiría de año.
Nunca soledad había visto a su madre tan furiosa y cuando llegó a su casa fue casi dos horas escuchando a su padre diciéndole como se sentía decepcionado y a su madre con una cara de funeral, casi sin parar de llorar y diciéndole:

-          Hija, algo se ha destruido, mi corazón está partido, algo se ha quebrado dentro de mí - decía mientras se apretaba el pecho y lloraba sin parar.

Resultado de esta pésima idea de Soledad fue ver a su mamá de cara fea por lo menos un mes y el hecho de que los profesores ya no le entregaban las pruebas a ella, sino que la coordinadora llamaba por teléfono para que los padres fuesen a retirarlas ¿Te parece mucho? Es que aun no termine, lo peor estaba por venir. Durante un mes no pudo salir con sus amigos y se quedó sin celular hasta que consiguió subir todas las notas.
Soledad era una chica que tenía mucha capacidad de estudiar, no vamos a decir que era inteligente pues, actuando de esa forma, no se estaba comportando como tal y parecía que no quería aprender la lección.
Y como dice el poeta: el tiempo cura todas las heridas y  a los padres de la Sole, como a todos los papás del mundo, fueron creyendo que la lección había sido aprendida y así todo fue volviendo a lo normal (por lo menos aparentemente).
Un día, nuestra amiga se enteró de que habría un show en el teatro de una ciudad vecina; se trataba de su cantor favorito y lógicamente que ella dio por hecho de que podría ir con sus amigas. Llegó a su casa corriendo muy agitada y encontró a sus padres en a sala, viendo TV.

-          ¡Papis ha pasado algo maravilloso! ¡Mi vida no podría ser mejor! ¡ Soy la chica más feliz del mundo! (generalmente los chicos exageran sólo un poquito)
-          ¿Qué pasa hija? No creo que hayas entrado en la universidad, pues ni siquiera terminaste el primer año de la enseñanza media todavía; Tampoco es que Universidad Católica haya ganado el campeonato, pues estamos en la mitad del año, entonces no comprendo por qué tanta felicidad – dijo el padre lleno de ironía.

-          ¡Muy chistosito papá! Lo que pasa es que mi cantante favorito Manuel, el que canta músicas románticas va a estar haciendo un show en Chillan y yo lo quiero ir a ver con mis amigos. ¿Me van a dejar ir no es verdad? ¡él es simplemente maravilloso! ¡Un príncipe! – Dijo la niña toda entusiasmada

-          ¡No! – dijo su mamá-  todavía estás de castigo por lo que hiciste con tus pruebas

-          ¡Pero mamá! – Dijo la chica casi llorando

-          ¡No hay pero que valga! Esta es mi última palabra

Soledad salió llena de rabia y entró llorando en su pieza, sin embargo estaba dispuesta a que las cosas fuesen como ella se las había imaginado y no como sus papás habían dispuesto, lógico que para esto tendría que inventar una mentira.
Su plan era el siguiente: Le iba a pedir permiso a sus papás para ir a una fiesta de pijamas en la casa de Luisa por motivo de su cumpleaños; iba a hacer una invitación falsa para que no levantase ninguna sospecha; ¡a ella le parecía el plan perfecto!  Para conseguir el dinero de la entrada le pediría a su abuelo diciéndole que quería comprarse un vestido nuevo.
Parecía que todo iba a las mil maravillas, pues sus padres le habían dado permiso para ir a la fiesta de pijama que, como era muy cerca de la casa no necesitaría que la fuesen a buscar o a dejar; su abuelo le había dado el dinero y la mamá de una de sus amigas las llevaría hasta el show y las iría a buscar.
Lo que ella no se esperaba era que el mismo día del espectáculo, sólo que por la mañana, su madre se encontraría en el supermercado con la mamá de Juanita, que era  quien las llevaría al espectáculo.
-          ¡Las chicas se van a divertir mucho hoy Julieta! ¿No te parece?- Le dijo la madre de Juanita
-          ¡ Claro que sí! ¡ A mi también me encantaban las fiestas de pijamas! – dijo la madre de Sole
-          ¡jajajajajajajaja! ¿De qué me hablas?  Estás confundida, yo las voy a llevar al show de Manuel en Chillán
-          ¿Queeeeeeeeeé? Soledad… ahora te las vas a ver- e inmediatamente fue a llamar por teléfono al papá para contarle lo que había descubierto.  Ellos se pusieron de acuerdo de darle una gran lección a su hija.
Llegó el día que Soledad tanto esperaba; parecía que su plan era perfecto. Arregló las cosas como si nada y se fue a su “fiesta de pijama”; se despidió de sus padres y ellos como si nada, ni señal de que ya sabían de toda la mentira.
Todo corría como ella había planificado jamás esperaría lo que iba a suceder. Estaba muy emocionada y se había colocado una ropa maravilllosa para ir a ver a su ídolo. ¡Sería la mejor noche de su vida! En el camino hacia Chillan todo era pura alegría.
Llegaron al show y ya había mucha gente faltando unas 3 horas para que empezase, pero no había problema pues todo valía la pena para ver al gran ídolo, Manuel .
Después de casi tres horas de fila, el corazón de Soledad empezó a latir más fuerte pues estaba a menos de cinco personas de que le tocase su turno de entrar. En ese momento le vino un pequeño arrepentimiento de haberle mentido a sus papás, pero se prometió a si misma que sería la última vez (siempre que mentía pensaba la misma cosa)
De repente comenzó a escuchar que personas atrás de ella se reían mucho, pero ella no quiso ni mirar pues era la próxima en entrar, cuando sintió que alguien le tocaba el ombro. No fue sorpresa y sí pánico cuando atrás de ella vio a sus padre y a su madre vistiendo un pijama y con derecho hasta a usar las pantuflas de osito.
-          ¿Qué? Preguntó la chica en pánico.
-           Te vinimos a buscar para la fiesta de pijama, vamos – Dijo su padre muerto de la risa mientras la mamá estaba bien seria.
-           Pero es que….yo…. ahora… - Soledad no conseguía ni hablar y las personas alrededor ya estaban riéndose de la vergüenza que estaba pasando y muchos filmaban y sacaban fotos
-          Vamos Soledad, vas a llegar tarde a la fiesta. – Dijo la Madre tomándola de la mano.
Soledad salió caminando de la mano con su madre y ella hubiese preferido que la dejasen de castigo, que le gritasen, que hubieran hecho cualquier cosa, menos no hablar con ella durante días. Era esta la estrategia que el padre de Sole había estipulado junto con su esposa.
Un arrepentimiento gigantesco, como nunca había sentido antes inundó el corazón de Soledad, no era sólo porque se había transformado en el hazme reír de la escuela y sus fotos junto a sus padres de pijama a la entrada del show ya estaban en el internet. Esto no le molestaba tanto como el hecho de que sus padres no le hablasen.
Parecía que esta vez había resultado; aparentemente Soledad le tomaba el peso a las mentiras y se daba cuenta como machucaba a sus padres, pues ellos realmente se preocupaban por ella y trataban de enseñarle como vivir una vida buena, honesta, justa.

Después de unas dos semanas ni todo volvió a lo normal pues Soledad había cambiado, estaba más madura y responsable por sus acciones y tenía el firme proposito de parar de mentir( por lo menos un poquito)

quarta-feira, 25 de março de 2015

Conrado, el niñito honrado



Hace mucho tiempo, había un niño muy parecido contigo y eso porque los niños generalmente se asemejan: les gusta divertirse, jugar, aprender, son curiosos y esas cosas que son típicas de la edad.
El nombre de este chiquillo era Conrado y se caracterizaba, entre otras cosas, porque desde muy pequeño era muy honrado, lo que lo transformaba en alguien muy especial y un ejemplo para sus amiguitos. Conrado, por ser honrado, nunca mentía; siempre era verdadero, no se quedaba con aquello que no le pertenecía, reconocía sus errores y defectos y muchas otras cosas que dejaban muy orgullosos a sus padres
Un día su mamá lo mandó al mercado a comprar las cosas para el almuerzo  y él, como siempre, rápidamente cumplió el pedido. Compró carne, cebolla, arroz, patatas y frutas y pasó por la caja para pagar; pero al recibir el vueltol se dio cuenta de que la cajera le había entregado más dinero del que él había pagado; ¿Qué hacer? No le quedó ninguna duda y fue a decirle a la chica que se había equivocado y ella quedó muy agradecida, pues si no hubiese sido por la honestidad de Conrado,  habría tenido que pagar la diferencia de su bolsillo y esto no sería nada fácil.
Cuando llegó a su casa, el niño le contó a su madre, la cual se puso muy orgullosa y como premio por la linda actitud le preparó el postre que a él más le gustaba: Flan. Lógico que Conrado se puso muy feliz aunque sabía que lo único que él había hecho era simplemente su cumplir con su deber.
Obviamente que al chico le daba pena saber que ni todas las personas pensaban o actuaban de la misma forma; en el colegio por ejemplo,  algunos compañeros le tenían mala porque a él no le gustaba copiar en las pruebas y tampoco les pasaba informaciones durante las evaluaciones. Conrado les decía:

-          Cuando quieran yo los ayudo a estudiar antes de la prueba, pero durante la prueba no me pidan ningún tipo de información.

A veces los niños son un poco injustos y les falta la sabiduría que vendrá con los años. Muchos de los compañeros de su clase se alejaban de él pues creían que era un mal amigo; no entendían que, por el contrario, ése trataba del mejor amigo que podría existir pues les estaba enseñado una lección muy importante corriendo el riesgo de no ser bien interpretado y ser tratado de forma injusta.
Otra de las oportunidades en que estuvo a prueba la honradez de Conrado fue cuando en el camino hacia su casa se encontró una billetera en el suelo. No había nadie cerca de él, nadie lo estaba mirando; cuando la abrió se dio cuenta de que había mucho dinero dentro de ella pero no era eso lo que él buscaba y sí algún documento que le indicase como encontrar al propietario . Encontró su carnet y una tarjeta de visita con el mismo nombre y el teléfono de la persona.
Nunca había corrido tan rápido para llegar hasta su casa; no paró ni para saludara su mamá quien se quedó asustada, pero él fue rápidamente hasta el teléfono y llamó a la dueña de la billetera perdida, la que estaba tremendamente preocupada pues era todo su sueldo y tenía muchas cuentas para pagar.
Pocas horas después llegó el dueño de la billetera a la casa de Conrado, pero no venía solo. Junto con él venía su hijo mayor, el que debía tener la misma edad de nuestro héroe y el hijo pequeñito que estaba aprendiendo a caminar.
El caballero no quiso retirarse sin antes conversar con los padres de Conrado para felicitarlos por la actitud del chico y después, mirando a sus hijos les dijo:

-          Hijos míos- me gustaría que siempre sean gratos a este muchacho y que aprendan a ser siempre tan correctos como él.

Después de este episodio el corazón de nuestro héroe parecía que iba a explotar de tanta felicidad así como también el de sus padres.
Ojalá que en el mundo muchos más niños siguiesen el ejemplo de este pequeño.

Nos veremos pronto es otra de las historias de nuestro amiguito Conrado, el niño honrado

terça-feira, 24 de março de 2015

Eliezer, el niño que no quería comer


Había una vez en un lugar muy, muy distante un niño que se llamaba Eliezer. El tenía más o menos unos ocho años, pero parecía que tenía menos, pues era muy flaquito y pequeño, hasta parecía que se iba a quebrar o que si viniese un viento muy fuerte se lo podía llevar.
No es que él tuviese alguna enfermedad, lo que pasaba era que Eliezer era muy mañoso para comer desde muy pequeñito. Él sólo quería comer dulces, panes, papas fritas y era prácticamente imposible que alguien lo obligase a comer frutas, legumbres y verduras.
Muchas veces su madre o su padre habían tratado de que el por lo menos probase estas cosas, sin embargo el niño hacía un gran escándalo, lloraba, gritaba y como si todo esto fuese poco, le hacía tanto asco a la comida que acababa vomitando. Sus padres ya cansados con la actitud del niño decidieron que en algún momento él se vería obligado por sí sólo a tener que comer las frutas y legumbres.
Muchas veces los padres ya le habían dicho que se iba a enfermar, que se estaba quedando pequeñito, que se le notaba sin fuerzas, que iba a afectar su concentración y todas aquellas cosas que están relacionadas a nuestra buena alimentación, sin embargo nada de esto hacía con que el pequeño cambase de opinión.


Querido lector: ¿Qué te parece a ti la postura de los padres de Eliezer?

Realmente Eliezer se daba cuenta de que estaba muy débil, ya no tenía muchas fuerzas para poder correr, o para jugar al fútbol, se cansaba con facilidad y a veces le dolía todo el cuerpo, sin embargo el niño era porfiado y muy taimado, entonces no daría el brazo a torcer.
Las cosas empezaron a cambiar en el día en el que fue a la escuela y en el camino ya no se sentía muy bien, parecía que todo estaba rodando; sin embargo no dijo nada, pues si hablaba iba  a escuchar las mismas cosas de siempre: que tienes que comer de todo, que no te alimentas bien, que te vas a enfermar y tantas otras cosas que eran la pura verdad pero que él no estaba dispuesto a escuchar (a veces los niños son tan porfiados como los adultos)
En ese día entró a la sala y no fue, como lo hacía siempre, a conversar con los amigos al centro del patio, simplemente fue hasta su lugar y se sentó con la cabeza baja. No estaba sintiéndose nada bien, sentía un hormigueo por todas partes.
Cuando llegó el recreo, decidió ir al baño pues estaba con muchas ganas y ni siquiera había salido de la sala cuando todo se le puso negro y de lo siguiente que se acuerda es que estaba en la enfermería, con un chichón en la cabeza y las voz de la enfermera de la escuela que le decía
-          Quédate tranquilito Eliezer, los papás ya te van a venir a buscar y la ambulancia está llegando –
Ni bien la enfermera había acabado de hablar, el niño o por el susto o por el golpe, o por las dos cosas juntas se desmayó de nuevo.
Cuando abrió los ojos  estaba en el hospital, lleno de mangueritas y con los padres a su lado.  les preguntó qué es lo que había pasado y ellos le explicaron que el médico había mandado a hacer un montón de exámenes, pero que probablemente estaba con un poco de anemia y con las defensas extremamente bajas, debido a la mala alimentación.
Los padres de Eliezer estaban extremamente avergonzados, pues los médicos del hospital los habían convocado mientras el niño aún estaba desmayado y le habían llamado la atención muy feo, pues ellos, como papás, eran los responsables por la salud del niño y por lo tanto, no era posible que el pequeño sólo comiese lo que quería.
Eliezer le dijo a sus papás

-          Ya me siento mejor, ¿nos podemos ir para la casa?

-           No, - respondió la madre – el médico dijo que por lo menos debes quedarte aquí hasta mañana.

En ese momento entraron dos médicos y una enfermera y no traían muy buena cara. Ellos traían algunos exámenes en la mano.  Entonces uno de los médicos empezó a hablar.
-          Eliezer, tenemos un problema grave; si tú no empiezas a alimentarte bien no te vas a mejorar y te vas a enfermar seriamente. En este momento estás con un peso muy bajo y estás muy chiquito; tus exámenes de sangre están muy alterados y tienes una infección. La causa de todo esto es tu mala alimentación. Por ahora te vas a tener que quedar en el hospital por lo menos una semana para que te recuperes un poco y vas a tener que empezar acá a comer frutas y verduras.
 Todos los días vas a tener que tomar un par de inyecciones y un montón de remedios, para que te mejores un poco. Sólo vas a salir de aquí cuando empieces a comer de todo y, antes de más nada, cuando aprendas a obedecer y a respetar a tus padres. ¿Estamos de acuerdo?

-          Sí, respondió el niño sollozando.

-          ¿Por qué lloras? – le preguntó el médico

-          Porque no quiero quedarme en el hospital

-          Eliezer, debes aprender desde pequeño que somos responsables por las consecuencias de nuestras acciones. Cuando optamos por desobedecer a nuestros padres, cargamos las consecuencias de aquello que estamos haciendo. Todo en la vida es así; estás aprendiendo en este momento una gran lección.
  
-          Papás, les quiero pedir disculpas – dijo el niño y ellos se abrazaron.

-          Enfermera, traiga la comida de este niño – dijo el doctor y enseguida entró una bandeja con una sopa y varias verduras  - Quiero que te lo comas todo- sentenció el doctor – Yo no me muevo de acá hasta que acabes.
Y parecía que mágicamente las mañas del niño se habían acabado, pues sin decir ni pío comió la primera cucharada de sopa y no hizo ni mala cara. Después de la primera fue la segunda, la tercera y así hasta llegar al final del plato. Luego avanzó a los vegetales, la fruta y así hasta terminar.

-          ¿Qué pasó Eliezer? – Preguntó la madre- ¿La comida del hospital es mejor que la mía?

-           No mamá, es que los vegetales, las frutas y las legumbres son verdaderamente deliciosas; lo que pasa es que nunca las había probado, o las probaba de mala gana. Ahora, como me quiero mejorar, las comí y me parecieron divinas. No se preocupe doctor, ya aprendí la lección
Eliezer había aprendido de forma muy dura una gran enseñaza. Durante esa semana él sintió mucho la falta de sus amigos, de la escuela, de su casa, de sus cosas, de su cama y de su perro. Como era tan mañoso para comer,  los sabores que conocía eran poquísimos y se recusaba a probar cosas nuevas; él ni se imaginaba la cantidad de sabores que se estaba perdiendo, pero en esos días en el hospital aprendió a no dejar nada en el plato.
Al final de la semana los exámenes apuntaron que la infección había pasado y que él había aumentado de peso, entonces Eliezer pudo volver a su casa.
Él ya no era el mismo, ahora era un chico más obediente y que escuchaba más a sus padres. Dejó los dulces y las golosinas y las cambió por frutas y verduras. Ahora es un niño mucho más feliz y saludable.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

segunda-feira, 23 de março de 2015

Juanito, el autito


¿Se acuerdan de Juanito? Cuando lo conocimos acompañamos la aventura de cómo él aprendió a ser más obediente, a poner más atención y a no andar corriendo siempre. Él se recuperó del último accidente en que tuvo que quedarse un mes sin poder poner la ruedita en el suelo.

Después de esta aventura él mejoró mucho su comportamiento, pero, como todos los pequeños, continuó haciendo travesuras y aprendiendo muchas cosas. Les voy a contar otra de sus historias.
¿Ya pusieron atención alguna vez en coches y motocicletas a los que les encanta dar bocinazos? ¡Claro que sí! Principalmente en las horas en que hay embotellamientos; hay algunos a los que les encanta mostrar quien toca más fuerte. A los otros, los que sabemos que la bocina no es para eso y sí para llamar la atención y alertar sobre algún peligro; nos irritan esas personas que no tienen ni un poco de paciencia.
Pues bien, nuestro amigo Juanito adquirió la mala costumbre de siempre que podía andar bocinando y generalmente hacerlo cuando los otros autos estaban distraídos y no se daban cuenta que él había llegado.
-FOOOOOOONGGGGGGGG – Hacía el claxon de nuestro amigo y quien era sorprendido daba un salto como si fuese una rana. A Juanito esto le parecía lo más divertido del mundo.
Cuando su madre vio que su hijo estaba repitiendo esta broma de mal gusto, rápidamente lo llamó para explicarle que no era lo correcto.
-          Juanito, hijo mío, estás siendo inconveniente. La bocina no es para eso; no debes usarla de forma banal, pues es un instrumento que nos sirve para alertar a las personas y a los otros coches sobre el peligro o llamar la atención de los distraídos- le explicaba la madre mientras le acariciaba los retrovisores.

-          Mamá, ¡pero si es tan divertido! Me encanta ver cómo las personas se asustan y como ellas se ponen muy nerviosas.


-          Hijo mío-  le explicó la mamá-  No le hagas a los otros lo que no te gustaría que te hicieran a ti. Por otro lado, si siempre andas bocinando, todos se van a acostumbrar y cuando lo hagas por que es necesario nadie te va a poner atención ya que van a creer que estás bromeando, como siempre.

-          Está bien mamá, me voy a portar mejor-  Juanito tenía la firme intención de obedecer a su mamá, pero las ganas de bromear eran más fuerte que las ganas de portarse bien.
Así, en una tarde en la que su abuelita había ido de visita, mientras ella caminaba distraída por el patio, Juanito sintió unas ganas incontrolables de asustarla. Fue así como se aproximo por detrás con todo cuidado y cuando llegó bien cerca, tocó la bocina con todas las fuerzas.  El susto de la abuela fue tan grande que salió corriendo y acabó cayéndose, pues no vio que había un hoyo delante de ella. Juanito se asustó mucho, pues no era su intención machucar a nadie y corrió para ayudar a la abuela.
-          ¡Abuelita, abuelita! ¿Está bien? – preguntó con un poco de miedo
-          ¡Mocoso! ¿no tienes respeto con  los mayores? – la abuela estaba roja de rabia. Se levantó y no quiso hablar más con Juanito por el resto del día.
Lo que nuestro amigo autito no sabía era que su mamá había observado todo y lo llamó nuevamente para conversar.
-          Juanito, hijo mío, las madres somos sabias y sabemos lo que decimos, te vas a arrepentir de continuar con esas actitudes que no son las correctas. Mide las consecuencias de tus actos, pues tu abuelita podría haberse machucado. Lo que has hecho no tiene ninguna gracia.

-          Está bien mamá, discúlpame, no lo haré nuevamente
  
-          Hijo mío, cuando sea necesario nadie te va a creer, pues juegas con cosas que son serias, la bocina no es para eso.

-          Puedes quedarte tranquila mamá, ahora aprendí la lección – pero aparentemente la mamá no le creyó mucho.
Mi querido lector, puedes estar seguro de una cosa, no siempre nuestras madres están en lo correcto, pero por lo menos sí en la mayoría de las veces; por lo tanto, te recomiendo que las escuches y las obedezcas.
Cierto domingo, los padres de Juanito estaban preparando el almuerzo dentro del garaje (no te olvides que Juanito es un autito) cuando de repente escucharon la bocina de su hijo. Ellos se miraron y creyeron que, como siempre, él estaba bromeando con alguien.
-          Este chico nunca aprenderá la lección- dijo su padre

-          Más tarde nos vamos a sentar los tres para tener una buena conversación al respecto – dijo su madre
Y ambos escuchaban que insistentemente Juanito tocaba y tocaba la bocina.
-          Pobrecitos de los vecinos, deben ser ellos a los que Juanito está atormentando – dijo la madre mientras oía que su hijo tocaba la bocina una y otra vez

-          ¡Este chico ya me irritó!- Dijo su padre- ¡Voy a llamarle inmediatamente la atención!

Cuando el papá se asomó a la puerta pudo ver que su hijo no estaba bromeando, realmente estaba en problemas, pues estaba siendo acorralado por 3 perros furiosos que querían morderlo.
El padre de Juanito era un camión de carga, que cuando vio a su hijo en apuros, salió corriendo a toda velocidad  y con el sólo rugido del motor, los perros salieron corriendo muy asustados.
-          ¿Estás bien hijo mío?  - Le preguntó el padre

-          Sí, pero creí que sería demasiado tarde, tocaba y tocaba la bocina pero nadie me venía a ayudar.

 -          Hijo, escuchamos tus bocinazos pero creímos que como siempre, estabas bromeando; tu madre te ha advertido varias veces que eso podría suceder.

-          Tienes razón papá, siempre aprendo las cosas de la peor forma posible. La principal cosa que debo aprender es a ser más obediente y reconocer la sabiduría de ustedes, mis padres, pues siempre quieren lo mejor para mí. Lo siento papá, seré un hijo mejor.
L a familia se abrazó y continuaron viviendo un feliz domingo.


¡Hasta la próxima aventura de nuestro amigo Juanito!

domingo, 22 de março de 2015

Marcelito, el super pollito


Todo comenzó el día en el que Josefa, la más flaca de todas las gallinas de la granja sintió que uno de sus huevos sería un pollito especial. Ella no sabía por qué; era un presentimiento de mamá primeriza pues era su primera camada.
Todas las otras gallinas se reían de la forma en que Josefa se preocupaba del hijito que estaba por llegar; ella no salía de cerca del huevo ni por nada del mundo y si ya no era la más corpulenta antes de empezar a empollar a cada día que pasaba era solo plumas y huesos.
Finalmente llegó el día en el que uno de los huevos que estaba empollando se empezó a mover y al darse cuenta de esto, Josefa se levantó y empezó a cacarear como una loca, lo que no fue muy bienvenido en el gallinero a las dos de la mañana.
Y ella cacareaba y el huevo se empezaba a quebrar mientras empezaba a aparecer un pollito que, como todos los recién nacidos, no era tan lindo que digamos; sacó la cabeza del huevo, miró a su madre quien estaba con las manos en el pico, catatónica y cuando sus miradas se cruzaron el pequeño gallináceo dijo lo que cualquier otro pollito habría dicho:
-          Pio –
Su madre pensó que era un verdadero genio, un iluminado, alguien que estaba predestinado a cambiar los rumbos de la humanidad y le pareció que todos los esfuerzos que había hecho hasta ahora habían valido la pena. Amiguitos, les voy a contar un secreto: Todas las madres del mundo piensan lo mismo de sus hijos.
El pollito terminó de quebrar el huevo y tambaleando se aproximo a su madre, se acurrucó junto a ella y así durmieron el restante de la noche hasta que el gallo jefe de la granja, cumpliendo su misión, cantó aproximadamente a las seis de la mañana. Lo único que Josefa quería era desfilar por todo el gallinero con su pequeño heredero.
Ella lo miró mientras aun dormía para poder definir cuál sería su nombre; ella ya había pensado en varios, como por ejemplo Bon Jovi, pues le gustaba mucho ese cantante y lo encontraba muy apuesto, o tal vez podría ser Tom Cruise como el actor, o Cristiano Ronaldo como el jugador de futbol; lógico que todos estos nombres eran perfectos para un pollito. Sin embargo se le vino a la mente una fotografía que había visto una vez en una revista que alguien había olvidado a la salida del gallinero. Era la cosa más linda que ella ya había visto, la foto de la playa de Rio de Janeiro, donde en el horizonte se juntaban el mar y el cielo. Eso le parecía impresionante, como el azul de uno se confundía con el azul del otro y entonces pensó que ese sería el mejor nombre para su pequeño: Mar cielo… Marcelo.
Despertó al pequeño con cariño y lo ayudó a ponerse de pie; luego se puso a caminar y el pollito la seguía atrás.
-          Ven Marcelito – decía la madre orgullosa y muy alto para que todas pudiesen oír y el pequeño la seguía muy altanero, feliz con el magnífico nombre con el que había sido bautizado.
Marcelito se hizo amigo de los otros pollitos de la granja y juntos aprendieron todas las cosas que deberían aprender: a buscar gusanitos, a seguir a sus mamás y etc. En nada se diferenciaba el pequeño de los otros de su especie hasta que un día, en el que les tocaba  una vacuna a todos los polluelos, el veterinario tuvo la idea de probar un nuevo producto justo en nuestro amiguito. No se sabe bien qué es lo que era, aparentemente un experimento genético que él estaba haciendo en el laboratorio de su universidad.
Después de la vacuna, Marcelito no tuvo ninguna reacción, se sintió igual que todos y siguió un vida normal, continuó jugando, creciendo e inventando travesuras como todos los pollitos de su edad.
Pasaron los años y nuestro amiguito a cada día estaba más grande y más fuerte, para orgullo de Josefa, su mamá. Ya estaban en la época de frecuentar la escuela de pollitos y a Marcelito le encantaba tener clases de educación física y de artes. Otra cosa que a él le encantaban eran los paseos.
En uno de esos paseos fue que la historia de nuestro amigo gallináceo comenzó a cambiar. Era una clase de ciencias naturales en que todos los alumnos habían ido al bosque para poder hacer observación de las otras especies.
Todo corría muy tranquilo hasta la hora de la merienda en  la que todos se sentaron  cerca de un río. La profesora les llamó la atención para el hecho de que en esa época del año el rió llevaba mucha corriente y no era prudente entrar, pues con las lluvias había muchas ramas y troncos que dificultaban entrar y salir. Lógicamente, no podía ser de otra forma y cuando todos estaban comiendo  de repente se escucharon unos gritos:
-          ¡Auxilio! ¡Alguien que me ayude! ¡Socorro!
Todos corrieron para ver y se depararon con que Isabela, la cual se había encaramado en un tronco para ver el río, se había resbalado y caído al agua. La corriente ya la había arrastrado unos cuantos metros pero había conseguido agarrarse en unas ramas que estaban a su paso, sin embargo ya había tomado mucha agua y no le quedaban muchas fuerzas.
Nadie sabe cómo ni porque, Marcelito corrió más rápido que todos, y gritándole a Isabela para que se sujetase fuerte, levanto desde la raíz el árbol en el que estaba la rama en la que la pollita se estaba sujetando. Todo fue muy rápido, nadie podía creer lo que veía, pues el árbol que el pollito había levantado pesaba fácilmente más de 100 kilos.
Misión cumplida, la pollita había sido sacada del agua y ya estaba secándose con unas toallas y tomando un poco de sopa caliente que una de las profesoras había llevado. En el instante en el que Isabela ya se había repuesto un poco fue hasta Marcelito para agradecerle y tratar de entender cómo lo había hecho
-          No sé - respondió el pollito bastante asustado.
Durante todo el camino de regreso hasta la escuela nadie hablaba a viva voz sobre el asunto, sin embargo todos cuchucheaban sobre la fuerza extraordinaria del pequeño pollito.
Cuando llegó a su casa, rápidamente le contó a Josefa todo lo que había sucedido y ella inmediatamente lo llevó al bosque para que conversasen con el búho, que era el más sabio de todos los animales.
-          ¿Qué te trae por aquí Josefa? ¿Hace tiempo que no te veía?

-          ¿Ustedes se conocen mamá? Preguntó Marcelito , a lo que la gallina no respondió.

-          Quiero que conozcas a mi hijo, búho, él es muy especial.


-          Déjamelo un par de días y te diré qué tan especial es – Dijo el búho mientras ejercitaba unas posiciones de Karate.

-          Así lo haré- dijo Josefa- Marcelito quédate bajo la responsabilidad del maestro búho y has todo lo que él te ordene. Dentro de dos días volveré a buscarte.


-          Sí mamá, te esperaré ansioso - dijo mientras le daba un fuerte abrazo y un beso.
Y es de esta forma en que se inicia el entrenamiento de nuestro amigo Marcelito, el super pollito.

Nada de colorín colorado, pues este cuento está apenas comenzando.