quinta-feira, 30 de abril de 2015

Gaia: Regalar es regalarse



Inti fue creciendo y teniendo a cada día más independencia y Gaia, por su vez,  cada vez más multiplicando sus cuidados y cariños por el hermanito que ella tanto quería. Le habían regalado no sólo un hermano, sino también con cómplice en las travesuras, un compañero, un amigo, un confidente y alguien con quien dividir enseñanzas y aprendizajes.
María, la madre, poco a poco volvía a tener un poco más de tiempo para hacer las cosas que a ella también le gustaban, además de dedicarse a sus hijos. Un día, mientras desayunaban dijo:
-          Voy a comenzar a visitar  a unos vecinos que viven a unos kilómetros de acá para que ellos me enseñen a trabajar la arcilla. En esta región, la madre tierra es generosa en arcilla de buena calidad y podemos hacer muchas cosas muy interesantes.
-          ¿Podemos acompañarte mamá? Preguntó Gaia.
-          No hija, iré a caballo algunos días y es mejor que vaya sola. Cuando haya aprendido, voy a enseñarles a ustedes. Saldré muy temprano por la mañana y antes de la hora del almuerzo estaré de vuelta. Gaia ¿Me ayudas a cuidar a Inti?
-          ¡Claro que sí mamá!
-          María, cuando yo pueda iré a visitar también a los vecinos para ver si ellos tienen el horno en que se pueda cocer  la arcilla, así podré hacerte uno aquí para ti; será mi regalo de cumpleaños.
-          Muchas gracias José, ¡eres un excelente compañero! ¡Eres un gran esposo! ¡Te amo mucho! – Dijo María besando a su marido tiernamente con lo que él se puso un poquito colorado.
Fue así como María, durante unos quince días, salió muy temprano a caballo y fue a visitar a sus vecinos, los cuales le enseñaron los secretos del trabajo con la arcilla. Cada día ella volvía más entusiasmada y poco a poco fue empezando a practicar la fabricación de diferentes utensilios, como jarritos, ollitas, maseteros y pailas. José por su parte, cuando terminaba los trabajos en el campo, iba construyendo el  horno para poder cocer la arcilla, tal como se lo había prometido a María.
Con el pasar de los días, María fue obteniendo cada vez más práctica y creando nuevas formas en las piezas que iba produciendo. En lo que más se empeñaba era en la fabricación de hermosos maseteros de diferentes tamaños y formas y fue enseñándole a Gaia como hacerlos también.
Llegó finalmente el día del cumpleaños de María y  fue una gran fiesta para la familia, pues por primera vez encenderían el horno y pondrían las piezas que habían sido fabricadas. Se veia que María estaba muy ansiosa, pero no era sólo ella, pues una vez más fue puesta a prueba la paciencia de Gaia, ya que hasta que los objetos se terminasen de cocer y se enfriasen totalmente era un proceso que podía llevar días.Una gran pregunta estaba en la cabeza de Gaia desde ya unos días… ¿Para qué mamá está haciendo tantos maceteros y empeñándose tanto en ellos?
Una vez que los maceteros estaban listos, María comenzó a colocar dentro de ellos lindos brotes de plantas y flores, los que iba llevando hasta el galpón y cuidando diariamente. ¿Qué será que mamá está preparando? Se preguntaba Gaia. La interrogante crecía, pues su madre no paraba de hacer más y más maceteros, de cocerlos en el horno y de plantar los brotes, los que cogía con cuidado y cariño desde el jardín.
Cierto día durante el almuerzo María dijo:
-          Mañana, después del desayuno, se preparen pues vamos a visitar a nuestros vecinos.A Gaia le pareció un poco extraño, pues, que ella se recordase, era la primera vez que harían esto. El vecino más próximo estaba a algunos kilómetros, por lo que era muy difícil hacer visitas o reunirse.

¿Por qué mamá? Preguntó Gaia

-          Para llevarles regalos

-          ¿Por qué mamá?

-          Sin ningún motivo especial Gaia

-          Mamá ¿Se dan regalos sin ningún motivo especial?

 -          ¡Claro que sí Gaia! ¡Todo el tiempo!  La Madre Tierra nos da regalos todo el tiempo que no hicimos nada por merecerlos  ¿No te parece? – La niña quedó pensativa.

Al día siguiente después del desayuno, como estaba planificado, salieron en la carretela, la cual estaba llena con todos los maceteros que María había hecho con tanto cariño y con las plantas y flores que había cuidado durante esos días. La familia entera fue visitando a todos los vecinos y entregándoles estos regalos.  Por cada uno de los maceteros que entregaban recibían a cambio sonrisas, abrazos y otras cosas que espontáneamente las personas querían dar; como huevos, gallinas, pollitos, frutas y tantas otras cositas.
Gaia estaba curiosa, pues había uno de los maceteros que le llamó la atención, ya que  María había pasado días pintándolo con mucho cariño hasta altas horas de la noche; era el último que quedaba por entregar.

-          Gaia, ven a ver. En este macetero está pintada la historia de nuestra familia.- Dijo María – Aquí está la ciudad con sus edificios y coches, que es donde tu padre y yo nos conocimos, aquí está la carpa donde vivimos cuando llegamos a la parcela, aquí esta cronos, aquí nuestra casa, Tú, Inti….  – Relataba la madre mientras le iba mostrando pacientemente el significado de cada uno de los dibujos de aquel bellísimo macetero.

-          ¡Mamá! ¡Qué hermoso! –Dijo la niña apreciando aquella verdadera obra de arte que su madre había preparado ¿Para quién es?
-          Ya lo verás

Llegaron finalmente a una casa muy simple, donde vivía una pareja de ancianos, los cuales se pusieron muy felices al ver a María y su familia y  al recibir aquel lindo regalo. Conversaron un poco y luego la familia retorno a su parcela,  pues ya estaba haciéndose tarde. Durante el retorno, Gaia preguntó:

-          Mamá ¿Por le diste a ellos ese regalo tan lindo?

-          Porque fueron ellos los que me enseñaron a trabajar la arcilla. Ellos multiplicaron conmigo el conocimientos que acumulan desde muchas generaciones, Ahora ellos también hacen parte de nuestra historia, así como yo hago parte de la historia de ellos. ¿Te das cuenta?

-          Mamá ¿Por qué dedicaste tanto tiempo para preparar esos regalos? ¿Por qué dedicaste tanto tiempo a aprender? ¿Por qué regalaste todo?

-          Porque la Madre Tierra es así y nosotros debemos ser como ella.  La Tierra nos da, ella se da; ella se multiplica generosa y gratuitamente. ¿Pusiste atención en los brotes de las plantas? Cada planta, cada flor, generosamente permite que otras nazcan a partir de ella; ella se multiplica. Es así que nosotros debemos ser, bondadosos, desinteresados, generosos. En cada uno de aquellos regalos hay una parte de mi, hay una parte de la familia; es una forma de darnos de la misma forma como la Madre Tierra. 
Gaia, esas familias probablemente tienen cientos de plantas iguales a las que les di, pero estoy segura de que para ellos, ésta será especial y le van a dedicar cuidado y atención. ¿Te diste cuenta como las personas se pusieron felices? ¿Cómo ellas estaban agradecidas? ¡Eso hizo que toda mi dedicación valiese la pena!

Después de escuchar a su madre, Gaia se quedo muy pensativa. Los misterios de la Madre Tierra eran tantos que estaba segura de que demoraría mucho en conocerlos por entero.

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quarta-feira, 29 de abril de 2015

Malimbetes, el monstruo de los juguetes

-          ¡Hijo!, guarda los juguetes que dejaste en la sala- Decía la mamá mientras, con una, escoba trataba juntar los papeles picados y poner las cosas en orden.
-          ¡Ya voy mamá! – Respondía Eduardito, mientras iba a buscar otra cosa para entretenerse, pues los juguetes ya lo habían aburrido.
Era esta una de las cosas que Eduardo no conseguía aprender; sin duda era un excelente chico, muy cariñoso y simpático, sin embargo, era muy perezoso a la hora de recoger todo aquello que él sacaba del lugar. Detrás del niño iba siempre quedando un rastro de puertas abiertas, cosas desparramadas, objetos fuera de su lugar.
Un día, después de la cena, cuando el niño ya se había cepillado los dientes, colocado el pijama y estaba ya en la cama para poder dormir; después de que su mamá le había contado su cuento de cada día,  le dijo:
-          Hijito, ¿sabes lo que pasa si tus juguetes quedan desparramados por el suelo? Va a venir Malimbretes, el monstruo de los juguetes y se los va a llevar todos.
-          Jajajaja- Se rio Eduardo- No creo en esas cosas mamita, además, siempre que dejo mis juguetes tu vienes después y los recoges.
-          Nunca más los voy a recoger y vas a ver como Malimbretes va a llevarse todos lo que dejes desparramado por ahí.
Cuando, al día siguiente, el niño despertó, fue hasta la sala y vio que su madre ya había dejado todo en orden. No resistió unas ganas tremendas de traer toda la caja de los juguetes y vaciarla entera, desparramando los autitos, los muñecos, las piezas de rompecabezas, los animalitos, dinosauros y tantas otras cosas. Eduardito jugó por una media hora y luego fue a andar de bicicleta.
-          Eduardito, vas a recoger todo ¿No es verdad?
-          ¡Ya recojo mamá!
-          Recuérdate de Malimbretes y que no voy a recoger nada más
-          Jajajajajaja
Eduardito anduvo de bicicleta, después de patineta, luego fue a ver televisión y cuando se dio cuenta, ya tenía que arreglarse para ir al colegio. Al despedirse de su mamá ella le dijo
-          ¡Hijo! Toda la mañana arreglé la casa y tú en diez minutos lo dejas todo de patas arriba. Tus juguetes están todos desordenados, ya te dije, yo no los voy a coger, se los llevará Malimbretes, el monstruo de los juguetes.
-          Cuando llegue de la escuela los voy a recoger, mamá.
Durante la tarde, cuando nadie estaba viendo, lentamente la puerta se abrió. Una mano peluda apareció primero y luego una cabeza enorme con una nariz de zanahoria y unos ojos saltones… ¡ Era Malimbretes!. Siempre él llegaba arrastrando un saco vacío y se lo llevaba llenito con todos los juguetes que estaban fuera de sus lugar. Sus ojos quedaron más saltones todavía cuando vio la cantidad de cosas desparramadas por el suelo. Rápidamente movió sus manos de uñas enormes y fue colocando en su saco todo lo que Eduardito no había recogido; nadie se dio cuenta de que él había pasado por esta casa, pues nunca nadie lo vio en ningún lugar,
    Cuando el niño llegó después del colegio entro por la sala y se dio cuenta de que los juguetes ya no estaban allá. Creyó que su madre los había colocado en la caja y guardado; fue hasta su habitación y la caja no estaba allá.
¡Mamá! ¿Dónde dejaste mis juguetes?
-          Yo no los recogí, te dije que nunca más lo iba  a hacer
-          Mamá, ¡mis juguetes no están en la sala!
-          Hijo, probablemente fue Malimbretes, el se llevó tus juguetes
-          Jajajajaja, mamá, no voy a creer en eso. Tú los escondiste y después me los vas a dar.
-          No hijo, no fui yo.
    Eduardito se fue a dormir creyendo que sus juguetes estaban guardados en algún lugar y que su madre se los iba a devolver. Durmió esperando que al día siguiente la caja estuviese en el lugar, lo que no pasó. Fueron pasando los días y los juguetes no aparecían y el niño fue desconfiando que realmente Malimbretes se había llevado todos sus autitos, todos sus muñecos, sus trencitos y todo lo demás.
-          ¡Mamá! ¿Realmente Malimbrete existe? ¿él se llevó mis juguetes?
-          ¡ Claro que sí! Te lo dije desde un comienzo.
El desespero le bajo desde la punta del pelo hasta la punta de los pies y una lagrimita se le escapó
-          ¡Que voy a hacer sin mis juguetes! ¿Por qué no escuche? ¿Por qué no obedecí? ¿Qué voy a hacer?
-          Hijo, yo no puedo hacer nada, Malimbrete se lleva los juguetes hasta su castillo donde los esconde en un sótano enorme. Lo único que podemos hacer es llamar a  Kala, el hada. Si conversas con ella y le prometes no dejar los juguetes nuevamente desparramados, probablemente ella pueda hablar con Malimbretes.
-          ¿Y cómo hacemos para hablar con Kala, el hada, mamá?
-          Todas las mamás del mundo tenemos su teléfono. La voy a llamar y tú hablas con ella- Entonces la mamá cogió le teléfono y la llamó.
-          ¿ Aló? ¿Doña Kala, el hada? Soy Carla, la mamá de Eduardito. Necesito de su ayuda, pues Malimbretes se llevó todos sus juguetes. ¿Usted lo puede ayudar? ¿Quiere hablar con él?... Ya se lo paso; hasta luego y gracias.
-          Doña Kala quiere hablar contigo Eduardito.
-          ¿Aló? ¿Eduardo? – Dijo del otro lado de la línea la voz más dulce que el niño ya había oído.
-          Sí, soy yo doña Kala
-          ¿ Qué pasó con tus juguetes?
-          Los deje en el suelo, desparramados y vino Malimbretes y se los llevó
-          Jajaajaja, es por eso que el bribón andaba tan feliz el otro día ¿Y qué harás para recuperarlos?
-          Doña Kala; yo sé que mi mamá me enseñó mil veces que debo ser responsable y cuidar de mis cosas y yo no le hice caso. Yo prometo que no voy a dejar ningún juguete más fuera de su lugar. ¡Son todos los juguetes que yo tengo! ¡Por favor tráigamelos de vuelta!
-          Bueno, veré lo que  puedo hacer, voy a conversar con él y ver si te los puedo devolver, pero la próxima vez que no guardes tus cosas, no podré ayudarte ¿Estamos de acuerdo Eduardito?
-          ¡Claro que sí doña Kala!
-          Para que pueda devolverte tus juguetes debes ser un buen niño y ayudarle a tu mamá en los deberes de casa. Tienes que empezar a ser más obediente y continuar siendo el niño dulce que siempre has sido. ¿Me lo prometes?
-          -¡Se lo prometo!
    Se despidieron y Eduardito fue inmediatamente a ayudar a su mamá, con la esperanza de que Kala consiguiese cumplir con aquello que tanto él quería.
    Kala, salió de su castillo, tomó su caballo y fue hasta el palacio de Malimbretes. Era un lugar muy oscuro y un poco abandonado, pero el hada sabía que el monstruo era sólo un poco diferente en su apariencia, pero tenía un corazón de oro. Malimbretes era un bribón juguetón al que le encantaban los juguetes nuevos con los cuales se divertía todo el día. Cuando el hada llegó, el monstruo estaba jugando con un caballito de madera.
-          ¡Hola Kala! ¡Cuánto tiempo! ¿Por quién vienes a interceder hoy?
-          ¡Hola Malimbretes! ¡Deberías limpiar y ordenar un poco tu casa! Pero bueno, ¿Me puedes dar los juguetes de Eduardito?
-          Kala, los juguetes de él son muy bonitos, quería dejarlos aquí conmigo… ¿Tú crees que él los va  a cuidar?
-          Él me prometió que sí
-          Bueno, entonces te los puedes llevar ¿Quieres una taza de té y una torta que acabo de preparar? podemos conversar un poquito antes de que te vayas.
-          ¡ Claro que sí! Tu torta es famosa en todos los reinos, jamás me la perdería.
    Fueron a tomar el té, conversaron bastante y después volvió Kala en su caballo hasta su castillo y después fue a devolverle los juguetes al niño.
    Al día siguiente, al despertar, Eduardo se dio cuenta de que la caja con sus juguetes estaba junto a su cama.
-          ¡Mamá! ¡Mis juguetes!
    La mamá vino corriendo, asustada con el grito
-          ¡Qué bueno Eduardito! Recuerda lo que le prometiste a Kala
-          ¡Nunca me olvidaré!

Querido lector: ¿ Crees tú que Eduardito cumplió su promesa? ¿Por qué?



terça-feira, 28 de abril de 2015

Gaia : Las responsabilidades.

El tiempo fue pasando y el pequeño Inti  aprendió a gatear y  Gaia continua siendo su nana de tiempo completo, donde uno está, el otro está también y esto deja a los padres muy felices y tranquilos.
-          Mamá ¿Cuando Inti aprenderá a caminar?- preguntó Gaia.
-          No lo sé, como todo lo que está bajo los cuidados de la Madre Tierra, cuando esté listo para eso
-          ¿Y cómo estará listo para eso?
-          Gaia –respondió la madre, sentándose, pues sabía que estaba llegando una serie de preguntas- Desde que nació sus músculos se han ido fortaleciendo, sus huesos se han ido reforzando, ha ganado equilibrio, consigue tener una percepción del espacio que lo rodea, tiene más coordinación…
-          ¿Y cómo él ganó todo eso?
-          Porque ha sido estimulado, a través de juegos, de ejercicios, y porque está en su naturaleza pues las cosas son así
-          ¡ Yo quiero que él camine y corra junto conmigo!
-          Gaia, ya hemos hablado sobre eso, no basta que tú quieras, hay que ver si llegó la hora para eso. Tú no naciste caminando, fuiste un bebé como Inti y aprendiste después de mucho esfuerzo y unas buenas caídas.
-          ¿Quién me enseño a caminar?
-          Tu padre y yo te sujetábamos y te hacíamos caminar, hasta que, poco a poco, fuiste ganando confianza y un día diste tres pasitos solita, luego te caíste; al día siguiente diste cinco y así, hasta que conseguiste caminar. Todo en la vida es así pequeña, vas intentando, intentando, aprendiendo, aprendiendo, ganando confianza hasta que un día caminas sola.
-          ¿Puedo enseñarle a mi hermanito?
-          Claro que sí, pero debes tener cuidado y debes hacerlo pensando que él puede caer. Voy a mostrarte.
Eso estaba haciendo la madre, enseñándole a Gaia como estimular a su hermanito para aprender a caminar, cuando José llegó con una caja.
-          Traje una sorpresa para todos-  Gaia no esperó su padre terminar de hablar cuando ya estaba con la caja en la mano abriéndola
-          ¡Un perrito!
-          ¡ Una perrita, Gaia! Y será tu responsabilidad
-          ¡ Muchas gracias papá! – dijo la niña dándole un fuerte abrazo y un beso al papá y a la mamá – Pero, ¿Cómo se va a llamar?
-          En homenaje a Cronos y como es un poco parecida con él podemos llamarla Hera, que según la mitología es una de las hijas de Cronos.
-          Me parece un bonito nombre y creo que a ella le gustó, pues está moviendo la colita.
-          Gaia, no te olvides, es tu responsabilidad, lo que significa que ella está bajo tus cuidados, recuerda, vas a tener que multiplicar tu cariño y atención.
-           No te preocupes papá
De esta forma, la dupla se convirtió en un trio: Hera, Inti y Gaia; los tres eran inseparables y de la misma forma en que Cronos había sido el juguete predilecto de la niña cuando pequeña, Hera se había transformado en la gran diversión de Inti.
Cierto final de tarde, Gaia, Inti y Hera jugaban por la casa y la niña decidió colocar varios almohadones en el suelo para enseñarle a su hermano a caminar. Quien se divirtió mucho con la novedad fue Hera, quien creyó que eran excelentes para poder afilar sus colmillitos.
-          Gaia, no te olvides de recoger esos almohadones cuando acaben de jugar y no te recomiendo que dejes que Hera se acostumbre a morderlos, pues después no tendrás como sacarle ese hábito – dijo la madre al  pasar, pero comop a veces sucede con los chicos, la niña hizo como que no escucho nada, o, tal vez, estaba tan distraída que realmente no escuchó.
El hecho es que Gaia, terminó de jugar con Hera y su hermanito, fue a bañarse y se olvidó de recoger los almohadones y la pequeña cachorrita continuo con la diversión, hasta que, de repente uno de ellos de rasgó y eso le pareció divertidísimo, tanto que atacó el próximo, y el siguiente hasta que se cansó y se fue a dormir junto con Gaia.
Al día siguiente, muy temprano, José estaba despertando a la niña, la cual sabía que algo había sucedido, pues no era esta una conducta habitual.
-          Despierta hija, tienes mucho trabajo por hacer antes de comenzar tus obligaciones diarias- Dijo el padre, muy serio, pero al mismo tiempo cariñoso
-          ¿Qué pasó papá?
-          Ponte la ropa, lávate y ven a la sala
Medio dormida la niña obedeció y Hera también despertó y siguió a la chica como de costumbre. Era muy temprano aún, el sol apenas comenzaba a entrar por las inmensas ventanas de la sala de la casa. Cuando Gaia llegó al lugar, parecía un verdadero campo de batalla, con todo el relleno blanco de los almohadones desparramado por todos los rincones.
-          ¿Qué pasó aquí? Preguntó la niña
-          Yo debería hacerte esa pregunta pequeña. Tu mamá te dijo que recogieras los almohadones y que no dejaras que Hera se acostumbrara a morderlos y no hiciste ni lo uno ni lo otros. Ahora quiero que recojas el relleno, limpies la sala y luego arregles los cojines; en esta última parte tu mamá va a ayudarte.
-          Papá ¡No es justo! Quien debería ser castigada es Hera y no yo.
-          Hijita, desde que la cachorra llegó tu sabes que es tu responsabilidad. Tú debes cuidarla y poner atención pues ella todavía es pequeñita. Los años van pasando y las responsabilidades van creciendo. Lo siento, no fuiste responsable y vas a sufrir las consecuencias; de esta forma creo que la próxima vez no se te va a olvidar.
La niña no dijo nada, pues entendió donde había fallado y comenzó inmediatamente la ingrata función. Hera no entendía que aquello no era un juego y varias veces, mientras Gaia juntaba, ella desparramaba y no fueron pocas las veces en que la niña le gritó o le llamó la atención, lo que para la perrita continuaba haciendo parte del juego.
Después de juntar todo, la madre de Gaia llegó junto con Inti, que ya había despertado y juntas tuvieron un agradable momento aprendiendo a coser
-          Aprende bien hija mía, no sólo a coser, sino que todas las lecciones que la vida te da, pues muchas de estas enseñanzas serás tú quien se las pasará a tu hermano

-          Es una gran responsabilidad mamá.

domingo, 26 de abril de 2015

La oración de Fernanda

Un cuento muy simple que habla sobre la fe, el poder de la oración y el amor de Dios.
Lo recomiendo a los padres que quieran que sus hijos sean crezcan en la fe.



Fernanda era una buena niña, que se esforzaba mucho por ayudar a sus papás, ser obediente y cumplir con sus obligaciones en la escuela.
Un día, al llegar a su casa, vio que madre le había dejado un mensaje sobre la mesa:
Fernanda, ven rápido al hospital, tu abuelita está muy enferma.
La niña salió muy deprisa, pues su abuelita ya era muy anciana y su salud estaba delicada. Mientras se dirigía a pasos veloces hasta el hospital, se le venían a la cabeza todos los bellos momentos que ellas pasaron juntas; como ella la había cuidado desde muy pequeña cuando su mamá y su papá tenían que trabajar. No le salía de la cabeza la dulce mirada y la risa contagiosa de aquella hermosa mujer.
Llegando al hospital, trató de encontrar a su mamá, la cual estaba sentada muy solitaria y triste.
-          Mamá ¿Qué dicen los médicos? – preguntó la niña tranquilizando a la madre con una caricia en el rostro
-          Que debemos estar preparados hija, que sólo un milagro la salvará, pues su salud está debilitada y ya está muy viejita – dijo la madre mientras una lágrima rodó por su mejilla.
-          ¿Puedo verla?
-          Voy a preguntarle al médico
La madre se levantó y después de algunos minutos trajo la respuesta.
-          Tienes autorización, pero no puedes agitarla y debes ser breve.
La niña se colocó la ropa apropiada y entró al lugar donde su abuelita estaba. Aunque estaba pasando por una situación tan difícil, en su rostro reinaba una sonrisa y un aire de tranquilidad. La niña, muy triste hizo su oración:
-          Papito Dios, si es ésta tu voluntad, dale salud a mi abuelita para que pueda disfrutar más un poquito de su compañía aquí en la tierra – mientras oraba, una única lagrimita se le escapó de los ojos.
Al salir, algo había cambiado en su corazón, pues su tristeza y preocupación se transformaron en confianza; fue entonces a conversar con su mamá.

-          Mamá, algo en mi corazón me dice que ella se pondrá mejor. ¡Tengamos fe!
Esa lagrimita, que brotó del corazón y de la oración sincera de Fernanda, se evaporó y subió al cielo junto con el pedido de la niña y se encontró con el ángel guardián de la pequeña.
-          ¿Has escuchado la oración de Fernanda angelito?
-          ¡Claro que sí lagrimita! ¿Quién puede resistir a un pedido tan cariñoso? Dios ya ha preparado todo, ¡Fernanda se pondrá muy feliz!
Fernanda pasó la noche junto a su mamá en el hospital, a la mañana siguiente, muy temprano el médico las llamó y la madre se preocupó mucho, pues esperaba recibir la peor noticia, ya la niña se mostraba extrañamente serena y confiada,
-          Yo no sé cómo explicarlo, ¡nunca vi nada igual1- decía el médico agitado- Su madre tuvo una recuperación muy rápida y ya está mucho mejor. ¡Esto sólo puede ser un milagro!
Debe quedarse en el hospital por lo menos hasta mañana, pero está fuera de peligro.
-          ¿Podemos ver a mi abuelita? - Le preguntó Fernanda al doctor.
-          ¡Claro que sí!
Fueron inmediatamente a la habitación y vieron a doña Clara sentada en su cama, tomando su desayuno
-          ¿No me digan que pasaron toda la noche aquí? ¡Deben estar muy cansadas!. Fernandita ¿No deberías estar en el colegio?
-          ¿Cómo estás abuelita? Estábamos muy preocupadas.
-          Me siento mucho mejor. No sé qué es lo que pasó, sólo sé que de repente, sentí una energía muy grande dentro de mi cuerpo y unas ganas inmensas de vivir.
-          ¡Gracias a Dios! Yo le pedí con mucha fe que se hiciese su voluntad, y mira el regalo que me ha dado.
Las tres se dieron un fuerte y cariñoso abrazo. Al día siguiente, por la mañana pudieron volver para casa y durante un tiempo más, Fernanda pudo disfrutar del cariño de su abuelita

Querido amiguito:
Nunca te olvides del gran amor que Dios nos tiene y que muchas veces sus planes son diferentes de los nuestros. Es muy bonito cuando, desde pequeños aprendemos a respetar la voluntad y los tiempos de Dios.
Tampoco te olvides del poder de la oración. Una plegaria sincera que sale del corazón retorna a nuestras vidas en forma de bendición.
La lágrima sincera que Fernanda derramó subió al cielo junto con su oración y se transformaron en la salud de su abuelita y en mucha alegría.

¡Continuemos creciendo con salud y fe!

sexta-feira, 24 de abril de 2015

Gaia y el misterio de la vidamuerte

Desde antes de que Gaia naciese, Cronos hacía parte de la familia. Cuando José y María llegaron a la propiedad y dormían en  carpa  y sacos de dormir mientras construían el galpón, al día siguiente de la llegada, escucharon algunos ruidos entre los arbustos; sintieron miedo pensando que podría ser un animal feroz y cuando se aproximaron, recelosos, para ver, encontraron a Cronos quien estaba con una herida en la pata la que no le permitía apoyarla.
Se aproximaron lentamente, ganaron su confianza y luego María con unas pinzas retiró una astillita de madera que se le había incrustado entre las almohadillas de la pata. Luego le dieron comida y el buen perro nunca más se alejó.
Cronos era grande, imponente, su ladrido era majestuoso. Cuando él llegó María se recordó que cuando niña había tenido un perro parecido, con ese nombre. Ahora él era de la familia
Siempre dócil y compañero, desde que Gaia comenzó a explorara el mundo,  se convirtió en su juguete preferido: Era su caballo, su muñeca y muchas veces dormía sobre su barriga peluda mientras él vigilaba su sueño. Cronos era la compañía constante de José en sus días en el campo antes de Gaia nacer, pues después José perdió un compañero de trabajo y ganó un guardián de las mujeres de la casa. La pequeña, habitualmente en sus paseos por la parcela contaba con la compañía de Cronos y algunas veces era él su confidente y su paño de lágrimas cuando por alguna cosa le llamaban la atención.
Era una linda mañana, después de la hora del desayuno, cuando María se dio cuenta de que había usado los dos últimos huevos que estaban en el refrigerador;
-          Gaia ¿puedes ir a buscar algunos huevos por favor? Recuerda que debes tener cuidado y no dejes nerviosas a las gallinas.
-          ¡Claro mamá! Dijo la niña cogiendo una cesta y dirigiéndose al gallinero. Como de costumbre Cronos fue a acompañarla.
Entraron al gallinero y la niña estaba agachada recogiendo los huevos cuando vio que Cronos  ladró y se lanzó contra una serpiente que estaba muy próxima de ella y que asustada por su presencia, probablemente la atacaría. El perro no consiguió evitar llevar varias mordidas  en el cuello y en el hocico y se quedó en el suelo, sintiendo mucho dolor mientras la serpiente se alejó, escondiéndose entre unas cajas vacias.
-          ¡Papaaaaá! Gritó la niña con todas sus fuerza y rápidamente llegó José y María con el pequeño Inti en los brazos
-          ¡La serpiente está escondida entre esas cajas papá!
-          ¡Ten cuidado José!- gritó María
-          ¡No te preocupes, sé lo que hacer, por favor aléjense!
José cogió una vara con un alambre en la punta  y un saco, movió las cajas con cuidado hasta que visualizó al animal, luego la agarró con el alambre y la colocó en el saco, lo amarró y lo dejó colgado en un lugar seguro.
-          ¡Más tarde la voy a devolver a la naturaleza!  ¿Qué pasó Gaia? ¿Qué le pasó a Cronos?

-          Vine a buscar los huevos que mamá pidió y de repente Cronos había atacado a la serpiente que estaba muy cerca de mí; él me defendió. Fue mordido en el cuello y el hocico.

-          Voy a llevarlo inmediatamente al veterinario, es grave, pues la serpiente es venenosa. Cronos es un perro muy fuerte, pero ya está viejito. El veterinario más cercano está a unas 2 horas de acá, esperemos que él resista. Él ha salvado tu vida, Gaia.

-          ¡Esa serpiente es malvada! ¡No debería existir!- Dijo la niña llorando
Los padres entendieron que no era el mejor momento de enseñarle a la niña sobre esto.
-          Es la segunda vez que aparecen serpientes acá. Creo que tendrás que aprovechar, José, y traer algunos gansos para no correr más peligro.
José colocó al perro en la carrosa, llevó también el saco con la serpiente y fue hasta la casa del vecino más próximo para pedir prestada la camioneta para así  llevar al perro más rápido hasta el veterinario. Cronos reclamaba de dolor y sangraba mucho.
Gaia pasó el resto del día muy triste y ansiosa esperando noticias de su perro.
Al llegar la noche, Gaia supo que su padre había llegado por el ruido de los gansos que traía y el galope del caballo de la carrosa. Salió corriendo de casa y vio el cuerpo de Cronos inerte. Corrió llorando hasta a su dormitorio; allí se recostó y continuó su llanto noche adentro y muchas preguntas venían a su cabeza:
¿Por qué tiene que ser así? ¿Por qué la madre tierra le había hecho esto? ¿Por qué tienen que existir las serpientes y ellas tienen que ser venenosas? ¿Qué habría sucedido si Cronos no hubiese estado allá? Esa noche Gaia sólo paró de llorar cuando se durmió. Sus padres decidieron dejarla vivir este momento solita, por eso no fueron a hablar con ella.
-          Es importante que viva el dolor. Va a pasar varias veces por situaciones como ésta y debe estar preparada – Le dijo María a José mientras sufrían al ver la tristeza de la pequeña.
Al día siguiente despertó y vio que su padre estaba a unos 50 metros de la casa haciendo un hoyo para enterrar a Cronos, ella no dijo nada, no hizo nada. Unos minutos después estaban todos a la mesa para desayunar y Gaia preguntó
-          Papá ¿Por qué trajiste a Cronos de vuelta? ¿Por qué no lo dejaste en la ciudad?]

-          Gaia, porque éste es su lugar, es acá donde él va a volver a hacer parte del ciclo de la vida, es aquí donde él se va a reencontrarse con la vida.

Gaia permaneció en silencio el resto del desayuno. Al terminar José pidió a todos que fuesen hasta el lugar en que el perro sería enterrado. El cuerpo del can estaba ya en la tierra y José había preparado mudas de bellas flores, las cuales estaban colocadas cerca de donde descansaría Cronos.
-          No es fácil entender la vida , Gaia , y mucho menos la muerte; pocas personas paran para pensar el hecho de que comenzamos a morir en el momento en que nacemos y que la vida y la muerte son dos caras de la misma moneda. La muerte no es mala, hija mía, es el inicio de una vida nueva, es volver a integrarse a un ciclo. – Explicó María con una voz muy dulce y tranquila, mientras acariciaba la mano de su hija y la miraba fijamente a los ojos, los cuales estaban inundados de lágrimas incontenibles.

-          Muchos pueblos viven la muerte como un momento de fiesta, nosotros en nuestra cultura, en nuestra forma de pensar, vemos la muerte de forma negativa, con tristeza. Sabes Gaia, un hombre muy sabio, llamado Francisco de Asís, llamaba a la muerte de “Hermana muerte” – Agregó José quien no conseguía disimular que estaba muy triste por la partida de un gran amigo.

-         Cronos no estará más entre nosotros, físicamente, pero nos quedarán los recuerdos de los momentos que pasamos juntos. Propongo que para despedirnos de él, cada uno de nosotros coloque un poco de tierra sobre su cuerpo y recuerde un momento que vivió con él. Comienza tú José.- Dijo María

-          Yo me recuerdo del primer día en que él llegó a nuestras vidas, recuerdo cuando tú, María, lo colocaste entre tus brazos y le sacaste la astilla de la pata. Cronos habló con la mirada y dijo: ¡Gracias!, creo que nunca te comenté esto.- José se levantó, cogió la pala y colocó tierra sobre el perro.

-          Un día tú fuiste a la ciudad José, antes que Gaia naciese, creo que fue la primera vez que fuiste a hacer compras. Cronos corrió atrás de la carreta en que habías salido hasta casarse ¿Te recuerdas? Cuando se cansó de correr, volvió hasta casa y se quedó en la entrada durante todo el día, no salió de allí hasta que tú volviste.- María se levantó realizó el mismo gesto.

-          Me recuerdo de la última vez que estuve enfermita en cama; Cronos no salió de mi lado ni un momento. Gaia se levantó y colocó un poco de tierra y le mandó un beso - ¡Te voy a extrañar! ¡Gracias por cuidarme! ¡Gracias por todo!

José terminó de colocar tierra y después cubrieron con hermosas mudas de flores el lugar donde descansaría Cronos para siempre.
Gaia continuo pensativa durante todo el resto del día, no jugaba como era de costumbre, estaba sentada, en silencio, se paseaba por la sala, salía a caminar por la parcela. Notoriamente estaba pensando, sintiendo profundamente lo que le estaba pasando pues era la primera vez que vivía  el sentimiento de perder a alguien. Aprovechando que Inti estaba durmiendo un poco, María se le acercó para poder conversar.

-           ¿Cómo estás Gaia? – Le preguntó mientras acariciaba sus cabellos y la abrazaba
-          No sé mamá, mi corazón está apretado; estoy muy triste. Me siento culpada y a la vez agradecida, pues él salvo mi vida. Mi cabeza está llena de los momentos que pasamos juntos y fueron muy lindos.
No entiendo por qué tienen que existir animales venenosos, no entiendo lo que esa serpiente estaba haciendo en el gallinero ¿Por qué ellas tienen que existir? ¿Por qué la madre tierra permite que ellas vivan? ¿Por qué existe la muerte?

-          Hija, la muerte existe porque existe la vida y la vida existe porque existe la muerte ¿Caminemos un poco? – invito María ya levantándola – Cuando el fruto se pudre en el suelo él no se pierde, el vuelve a la tierra y se integra a un ciclo que nunca acaba. Todo en la naturaleza se encuentra en un equilibrio perfecto y extremamente delicado, en que, por ejemplo, el número de ranas que hay en la laguna no puede ser muy grande, pues si hay muchas no habrá alimento suficiente; de esa forma es bueno que hayan animales que se alimenten de las ranas ¿entiendes? Sé que tal vez eres muy pequeña para poder comprender, pero nada mejor que conversar esto desde ahora.
-          Creo que estoy entendiendo mamá.
-          Fíjate Gaia – dijo María mientras pasaban por el lado de un viejo tronco – Este árbol ya no está vivo, pero si pones atención él hace parte de la vida – María movió el troco y debajo de él habían muchos insectos, gusanitos y hongos - ¿Te das cuenta pequeña?
-          Pero ¿Por qué tienen que existir animales malos? Preguntó Gaia con un poco de rabia en la entonación
-          Mi amor, no existen animales malos. Piensa conmigo: Si hay una inundación, o un terremoto, o un volcán hace erupción… ¿significa que la Madre Tierra es mala?
-          Mmmmmm…. ¡no!
-          Gaia ¡muchas personas perderán sus casas y algunas incluso pueden morir…!
-          Mamá, es natural que esas cosas sucedan
-          ¡Perfecto hija! La naturaleza es así, las cosas funcionan así, la vida es así, todo esto es un gran misterio delante del cual, lo único que podemos hacer es maravillarnos. El hombre con todo su conocimiento, con todo su desarrollo no consigue ser más que la Madre Tierra. Esto es un maravilloso misterio
-          Entonces la serpiente no es mala, ella simplemente es serpiente y actúa como una serpiente.
-          Así es hija, cabe a nosotros respetarla. Ella estaba buscando alimento en el gallinero, solo quería comida. Cronos te defendió movido por algo mucho mayor que el propio instinto, él dio la vida por amor ¡Y hay quien dice que los animales no pueden sentir amor!
-          Mamá ¿Este dolor que estoy cargando en el corazón va a pasar?
-          Sí mi amor el tiempo va a apagar todo ese dolor, pero jamás borrará el recuerdo de nuestro amigo.

Y así, a cada día que pasaba. La pequeña Gaia iba transformándose, como todo en la Madre Tierra.

terça-feira, 21 de abril de 2015

Gaia y el valor del descanso


La Madre Tierra es una maestra brillante y ella se nos muestra constantemente, pero, al parecer Gaia tenía una sensibilidad especial  para aprovechar sus enseñanzas y así irse convirtiendo en una niña muy sabia a sus cortos años.
Lógicamente que en este camino, contaba con  ayudantes maravillosos que le ayudaban a descifrar muchas cosas que a veces saltaban delante de sus ojos  como grandes descubrimientos y que le serían útiles para toda la vida: su familia.
Aun con toda esa sabiduría, pasados algunos meses le era difícil a la pequeña ajustarse a la llegada de su  hermanito Inti. José y María se daban cuenta que la pequeña trataba de todas las formas de llamar la atención, sobre todo de María
-          José, me estoy sintiendo un poco cansadita. Inti  absorbe gran parte de mi tiempo y atención y cuando creo que voy a poder descansar un poquito porque el bebé se durmió, viene Gaia y quiere que juegue con ella, que le cuente cuentos, que salgamos juntas a caminar. ¿Tú crees que ella entenderá si le digo que estoy cansada y que quiero estar tranquila un poco? – Preguntó María, aprovechando uno de los pocos instantes durante el día en que los dos hijos estaban descansando.


-           María, yo creo que no está siendo nada fácil para nuestra hija acostumbrarse al hecho de tener un hermanito. Antes tenía toda nuestra atención y ahora ella comprende que estamos multiplicando nuestro tiempo, cariño y cuidados. No te preocupes, mañana voy a conversar con ella – Dijo José, lleno de comprensión y ternura mientras acariciaba los cabellos de María. Él no sabía si ella había escuchado o no lo que él había dicho, pues cuando termino de hablar, ella ya dormía.
Al día siguiente, muy temprano, antes del día amanecer, José se levantó y fue hasta el dormitorio de Gaia y la despertó.
-          Vamos, despierta, tenemos muchas cosas que hacer – dijo mientras le hacía cosquillitas en la barriga.

-          Papá, es muy temprano y estoy con mucho sueño, déjame dormir.


-          ¡No! Tenemos muchas cosas que hacer. Vamos, vístete que yo te ayudo.
El papá cogió la ropa de Gaia y la ayudó a vestirse mientras ella no acordaba muy bien todavía. La llevó al baño le lavo la cara, la peinó, le cepilló los dientes con mucha delicadeza y cariño, todo esto mientras ella despertaba poco a poco.
-          ¡Vamos a tomar desayuno!

-          Papá estoy con sueño, déjame dormir ¡por favor!
-          Vamos Gaia- dijo el padre mientras le preparaba una taza de leche, le cortaba algunas frutas y le tostaba un pedazo de pan – Aliméntate bien, pues el día será muy largo.
Ya un poco más despierta, Gaia y su padre salieron de la casa cuando los primeros rayos del sol estaban clareando el día y fueron hasta el gallinero. Gaia se dio cuenta de que no había el ruido habitual, que se escuchaban pocos cacareos y que el gallo ya había empezado a cantar.
-          ¡Te das cuenta papá! hasta las gallinas están durmiendo y yo estoy aquí contigo.

-          ¡Vamos a ver los otros animales!- exclamó el papá animado.
Y así lo hicieron sin encontrar gran movimiento, pues apenas estaba comenzando el día. Las vacas, los caballos, los puercos y los otros animales estaban comenzando lentamente a despertar.
-          ¡Vamos a ver las plantaciones! Dijo el papá mientras caminaba animado

-          Papá, estuvimos ayer allá, ¿Qué puedo ver de nuevo?


-          ¡Siempre hay algo nuevo!  Nunca se ve dos veces la misma cosa, nada es nunca igual ¡Todo cambia! Hija mía, la Madre Tierra siempre nos sorprende, pero no todas las personas consiguen ver los regalos que ella nos da. Para algunos simplemente un día es igual a otros tantos, para otros pocos ella siempre hace nuevas todas las cosas- Gaia no dijo nada, pero nunca se olvidó de estas palabras de su padre.
Llegando a la plantación José se sentó delante de una parte de la tierra que no estaba siendo cultivada. Mientras las otras partes del suelo habían sido sembradas y producían frutos, esta  porción de tierra sólo recibía los cuidados diarios de José. La pequeña también se sentó, sin entender muy bien lo que pasaba.
-          ¿Te das cuenta que esta tierra no fue plantada y por lo tanto este año no dará frutos?-  preguntó José.

-          Papa, no has plantado nada en ella, sin embargo, me recuerdo que el año pasado en este pedazo de tierra plantamos zanahorias y fue muy generosa con nosotros

-          ¡Muy buena memoria Gaia! no porque esta tierra no esté plantada es que no está produciendo, ella no dará frutos para nosotros, pues toda su fuerza y vitalidad son para ella misma. Así como ella fue muy generosa con nosotros el año pasado, con todo el respeto y cariño yo la estoy cuidando este año. Algunos vecinos que miran esta tierra sin producir, la ven como inútil. ¡No existe eso! toda tierra es absolutamente necesaria. Esta tierra durante este año está descansando.
El próximo año vamos a plantar en ella otra cosa, no zanahorias y otra parte de la tierra va a descansar. No sé si te has dado cuenta, pero es este pedazo de tierra el que más cuido, al que más tiempo le dedico, el que abono con más cuidado.
-          Nunca había pensado de esa forma papá, entonces ¿la tierra necesita descansar?- preguntó Gaia.
-           
-          No sólo la tierra, respondió José, todo y todos necesitan descansar conforme su necesidad. No se trata de un tiempo perdido, de un tiempo inútil es un tiempo de preparación. Conseguimos trabajar y vivir con salud si cuidamos de nuestros momentos de descanso. Uno de esos momentos importantes es en el que dormimos.

-          ¡Entendí! Por eso tú y mamá me hacen ir a dormir temprano y no me dejan quedarme despierta hasta tarde, para que así pueda descansar bien… ¡y por eso hoy me despertaste temprano, para que viese cómo es importante dormir y que toda la creación también tiene su tiempo de descanso!

-           
-          ¡Exactamente pequeña!- dijo el papá, satisfecho con las respuestas de Gaia- ahora déjame preguntarte ¿Cómo crees que está siendo el descanso de tu mamá?
La niña se detuvo a pensar por algunos instantes y luego respondió
-          Creo que ella no está descansando mucho, pues continua con todas las actividades que ya tenía y ahora está multiplicando su tiempo, amor y dedicación para cuidar también de Inti. Creo que ella debe estar un poco cansada.

-           Tú no lo sabes, pero cuando eras un bebé despertabas llorando varias veces por la noche y demorabas bastante para dormir de nuevo. Entonces tu madre también despertaba e iba a cuidarte hasta que durmieses de nuevo.
Cuando tus dientes estaban naciendo me recuerdo que varias veces tu mamá pasó gran parte de la noche despierta, pues te incomodaban mucho. Con tu hermanito no está siendo diferente.

-          ¿Cómo puedo colaborar para que mamá pueda descansar? Yo trato de cuidar a mi hermanito y ayudar en lo que puedo.

-          Pequeña, yo creo que tanto tú como yo debemos colaborar para que tu madre pueda descansar más y mejor. Hoy has aprendido sobre la importancia del descanso, has entendido que es un tiempo de preparación, de reposición; es el momento donde recuperamos nuestras fuerzas para poder servir más y mejor.
 Vamos a hacer lo siguiente; siempre que Inti esté quietecito o durmiendo vamos a ayudar a que mamá pueda descansar; tratemos de dejarla solita y en silencio. Es una forma de demostrarle cuanto la amamos.

-          Papito, sé que algunas veces no he dejado a mamá descansar lo suficiente, pues cuando Inti duerme yo quiero que ella sea solo para mi, entonces le pido que juegue conmigo, que me lea historias o que salgamos a pasear.

-          Mi amor, ella no será sólo para ti, tienes que multiplicar ¿Te recuerdas? Aprende con la generosidad de la Madre Tierra que se multiplica para todos. Vamos a hacer un trato: cuando mamá esté descansando puedes ir donde yo esté,  que te contaré historias y jugaremos juntos. ¿podemos hacerlo de esta forma?

-          ¡ Claro que sí papa! ¡Me gusta mucho estar contigo! ¿Puedo ayudarte hoy en tus labores?

-          ¡Claro que sí hijita! ¿Vamos?

-          ¡Vamos! - Y fueron juntos a trabajar hasta la hora del almuerzo. No le contaron nada a María sobre lo que había pasado.

A partir de ese día Gaia fue más consciente y respetuosa del tiempo de descanso de los otros y del proprio; entendiendo, por ejemplo, la importancia de tener una buena noche de sueño. María, por su parte, se dio cuenta de que algo había cambiado.