Inti ya practicaba los primeros pasos: cinco pasitos tambaleando y caía, se levantaba y continuaba; Gaia, por su parte, acompañaba los avances y muchas veces le hacía mucha gracia ver a su hermano en esta ingrata faena; pero como la práctica hace al maestro, a cada día el pequeño se presentaba más diestro en el arte de andar.
Desde muy pequeña, Gaia tenía algunas responsabilidades en
las tareas diarias, entre ellas estaba juntar las hojas secas que se acumulaban
a la entrada de la casa y llevarlas hasta una parte de la huerta donde su padre
las mezclaba con tierra y las dejaba descansar para que se pudriesen y así dejar más rico el suelo.
Cierto día de otoño, estaba Gaia muy empeñada en esta tarea
y su hermano equilibrándose en su aprendizaje de caminar, cuando de repente,
sin querer, su aterrizaje fue sobre un gran montón de hojas que la pequeña ya
había juntado; el pequeño Inti encontró esto muy divertido y al tratar de
levantarse desparramó todavía más las hojas que la niña había pasado horas
recogiendo; Inti sólo se reía.
Junto con el fuerte grito llamando a su madre, Gaia sintió tanta
rabia que golpeo con fuerza a su hermano, con lo que él lógicamente empezó a
llorar.
Cuando la madre llegó el paisaje era el siguiente: Todas las
hojas desparramadas por el suelo, Inti llorando y Gaia también.
-
¿Qué paso Gaia|? – Preguntó la madre
-
Inti echó a perder todo mi trabajo, mamá
-
¿Pero cómo fue eso? ¿Y por qué el está llorando?
-
Él estaba caminando y cayó sobre las hojas,
luego comenzó a desparramar todo; entonces yo fui y lo golpeé, para que nunca
más el haga eso.
-
Hija ¿Algunas veces nosotros te hemos pegado? ¿Dónde has aprendido eso? ¿Tú crees que él lo hizo intencionalmente o fue un
accidente?
-
Mamá, lo que pasa es que mi corazón se llenó de
rabia y por eso le pegué. Por favor perdóname Inti – le dijo a su hermano
abrazándolo mientras ella continuaba llorando mientras para el pequeño el juego
había empezado de nuevo.
Después de que las cosas se calmaron un poco y Gaia terminó
de juntar las hojas, se las llevó a su padre que estaba en la huerta cuidando
de las plantas.
-
¿Qué pasó Gaia? Te oí gritar hace poco– Preguntó José
-
Sentí rabia y le pegué a Inti, pues él cayó
sobre las hojas y tuve que empezar todo nuevamente. Eso me hizo sentir muy mal,
me arrepentí mucho de lo que hice papá.
-
Quiero mostrarte una cosa pequeña – dijo, mientras
la llevaba a una parte de la huerta donde había plantado romero, menta, tomillo,
albahaca y otras plantas.
-
Gaia la Madre Tierra deja que nazcan hierbas
buenas, las que debemos cuidar y también la mala hierba y que si no la arranco
va a apoderarse de todo y no va a dejar crecer las otras plantas. ¿Te das
cuenta? Aun no cuidé de esta parte de la plantación, por lo tanto, te das
cuenta que hay mucha mala hierba, si yo no le doy cuidado, luego ella va a
acabar con las otras plantas.
-
Entendí papa… pero, ¿Qué tiene que ver eso
conmigo?
-
Mucho, debes aprender que hay algunas flores que
debes cultivar en tu corazón, como el amor, la paciencia, el cuidado, el cariño
y hay otras hierbas dañinas a las que no les debes dar espacio, como la rabia,
por ejemplo. Si le das lugar a la rabia, al rencor, al odio, ellas poco a poco
van apoderándose de todos los lugares en nuestro interior y no dejan que las
buenas semillas puedan crecer. Gaia, debes elegir que es lo que quieres
cultivar dentro de ti, dependiendo de la elección que hagas, serán los frutos que
vas a dar.
-
Entendí papa, no voy a dejar que la rabia tenga
lugar en mi corazón, no me sentí bien al sentir eso con mi hermano.
Esta conversación acabo con un abrazo tierno que duró varios
minutos.
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