sexta-feira, 8 de maio de 2015

Gaia: No.

Si había algo que a Gaia le encantaba era la mermelada de damasco. El deleite de la niña comenzaba con la entretención al recoger la fruta madura de los árboles en la parcela; la Madre tierra era generosa con damascos que parecían cada vez más grandes y más dulces.
La diversión de la niña continuaba cuando ayudaba a su madre a hacer la mermelada, la cual era colocada en los potes de vidrio y guardada en las repisas de la cocina para tener una reserva durante todo el año y poder regalarla a los vecinos y  amigos que a veces los venían a visitar.
Si dependiese del gusto de Gaia, ella comería mermelada de damasco todos los días y en todos los horarios. Muchas veces ella cogía una cuchara y comenzaba a devorar el contenido con un placer que se reflejaba en su rostro.
-          Gaia, mi amor, estás comiendo demasiada mermelada y eso no te hace bien. Además, comes antes del almuerzo y después dices que no estás con hambre y no quieres comerte la comida – Le dijo la madre al ver que la chica había terminado un nuevo pote y estaba subiéndose en una sillita para alcanzar uno lleno– Es el último de la semana ¿Estamos de acuerdo?
-          ¡Claro que sí mamá!
Al día siguiente por la tarde, el dulce de damasco se había acabado en aquel pote y Gaia fue a buscar uno lleno, cuando se dio cuenta de que su madre los había cambiado de lugar; por lo tanto, ella tendría que pedírselo.
-          Mamá, sé que dijiste que era el último de la semana, lo que pasa es que se acabó porque Inti lo cogió y se lo dio a la perrita – Dijo Gaia sin mirarla a los ojos, pues no estaba diciendo la verdad
-          No- dijo María enfática
-          ¡Mamá! … lo que pasa es que…
-          ¡No!
-          ¡Lo que pasa es que tú no me quieres! ¡Sólo te gusta Inti! – dijo la niña llorando y luego salió corriendo
María, con mucha sabiduría, dejó que Gaia se calmara para después poder conversar y compartir con ella una nueva enseñanza, las cuales llevaría para toda la vida.
Por su parte, la niña sabía que estaba equivocada; estaba consciente de que había cometido un error y dicho cosas de las que estaba arrepentida. Al poco tiempo, ya estaba buscando a la madre para poder pedirle disculpas y lista para escuchar una nueva lección.
-          Mamá, discúlpame, sé que no debería haberte hablado de esa forma.
-          Qué bueno hija que seas capaz de reconocer tu error, esa es una gran virtud, siéntate aquí un poco pequeña – la invitó la madre aprovechando la sombra de un gran árbol.
-          Hijita te voy a contar una historia: Un día una pareja tuvo un único hijo el cuál se había convertido en el centro de la vida de ambos, pero no de forma positiva y natural, pues para ellos el pequeño debía siempre tener todo lo que deseaba y querían evitarle todo el tiempo cualquier forma de sufrimientos y restricciones; la forma de ellos demostrarle amor al pequeño era no contradecirlo en nada y darle absolutamente todo lo que él quería.
Los padres no podían ni imaginar en ver a su hijo llorar, lo que era de conocimiento del pequeño quien lo utilizaba el tiempo entero a su favor.
El niño fue creciendo y convenciéndose de que todo debía ser cómo y cuando él quería, transformándose en un pequeño mal criado y llorón. Al niño no le faltaba amor, sin embargo, le era necesario algo fundamental: aprender a oír no y a tener límites.
Pero el tiempo hizo llegar naturalmente el momento de este aprendizaje, pues el pequeño tuvo que ir al colegio y todo aquello que los padres trataron de evitarle de sufrimiento haciendo siempre lo que el niño quería, ahora lo sufría en doble, pues en la escuela había reglas, límites y otros chicos con los cuales debía compartir. Desde que el pequeño llegaba a la escuela hasta que lo venían a buscar para volver a casa, el chico lloraba y hacía pataletas, pues nada era como él quería.
En menos de una semana, los padres del niño fueron llamados al colegio, pues la profesora se daba cuenta de que era necesario un gran cambio por parte de los padres para poder ayudar a que el pequeño comenzase a ser menos egoísta y egocéntrico.
-          ¿Qué significa egocéntrico mamá? – Preguntó Gaia.
-          Es una persona que cree que todo gira a su alrededor; es alguien que no es capaz de mirar al otro, pues está demasiado ocupado cuidando de sí mismo.
-          ¿Qué le pasó a ese niño mamá?
-          Durante algunas semanas sufrió bastante, pues comenzó a darse cuenta que sus padres tenían una actitud diferente; varias veces llorando  reclamó  que ya no lo amaban más, pues ahora le decían que no, le colocaban límites, horarios y etc. Los padres se daban cuenta de que se habían equivocado durante años en la educación del pequeño. Quien más estaba sufriendo con todo esto no era el niño y sí los padres.
Gaia- Dijo la madre -  nosotros no queremos cometer el mismo error que los padres de ese niño; debes entender que el no y los límites hacen parte de la vida. La Madre Tierra nos coloca límites pues ella tiene límites; muchas veces tenemos que saber escuchar los no que la naturaleza nos susurra.  No es por falta de amor hija mía y sí todo lo contrario.
La niña no dijo nada, sin embargo, su mirada revelaba que había entendido la lección.
-          Pequeña, sólo quiero decirte una cosa: El niño de la historia, en realidad era una niña y su nombre es María.
-          ¿Es tu historia mamá?

-          Sí hija. Ni tu padre ni yo queremos cometer el error que mis padres cometieron.

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