domingo, 10 de maio de 2015

Gaia y la importancia del miedo

Faltaban pocas semanas para que llegase el día en que Gaia iría por primera vez a la escuela y eso la tenía bastante ansiosa y con un poco de miedo, pues sabía que sería un gran cambio en su vida. Sus padres compartían esta ansiedad, expectativas y angustia.
Inti ya estaba diestro en el arte de caminar y el nuevo desafío era escalar los árboles de la parcela. Cómo Gaia se veía desafiada por las nuevas destrezas del hermano, siempre estaba queriendo llegar más alto.
Como siempre, María y José, antes de cualquier cosa, observaban, pensaban y trataban de tomar la mejor decisión en conjunto sobre cómo orientar a los pequeños; era el aprendizaje sobre cómo ser padres, en el cual el diálogo y la corresponsabilidad eran fundamentales. Mientras la pequeña estaba muy alto en un peral e Inti trataba de seguir sus pasos, José y María observaban desde lejos
-          José ¿No crees que deberíamos prohibirle a los niños de subir en los árboles? Ellos pueden caerse y sufrir un accidente muy grave.

-          María, creo que prohibir no es el camino, vamos a conversar con ellos y explicarles cuales son los peligros. Ellos deben aprender ese nuevo aspecto de la responsabilidad: la responsabilidad con uno mismo, el cuidado de nuestra integridad.
Sé que ellos son pequeños, sin embargo creo que debemos comenzar a orientarlos en relación a cómo ponderar los riesgos.

-          José, creo que por una parte tienes razón, pues ellos deben tener la libertad de disfrutar de lo que la Madre Tierra nos ofrece; por otro lado me preocupa si ellos no son demasiado pequeños para tomar ciertas decisiones, anticiparse a algunos peligros. Como madre, me gustaría evitarles cualquier tipo de dolor y sufrimiento, aún estando muy consciente de que hacen parte del aprendizaje de la vida.

-          Amor, creo que nunca te conté esto: aprendí a andar de bicicleta cuando ya era adolecente, pues mi madre nunca me dejó pues tenía miedo de que me cayese y me machucase. Sé que ella tuvo la mejor intensión, sin embargo, era el único del grupo de amigos que no tenía bicicleta.

-          Entiendo ¿Y si sucede un accidente?

-          María… un accidente es eso, un accidente. Podría suceder caminando dentro de casa y resbalando, tomando una ducha, podría atorarse comiendo una carne…

-          Tienes razón querido, vamos a llamarlos entonces y conversar con ellos ¡Vengan acá niños!
Los niños corrieron y los padres recibieron un fuerte abrazo de los pequeños.
-          Hace días que están subiendo en los árboles, cada vez más alto – Dijo María

-          ¿Ya viste mamá que alto que ya llegué? ¡Inti no me alcanza!

-          Sí Gaia, inti es más pequeñito y tú eres su ejemplo. Por eso debes ser muy responsable y consciente de todo lo que hagas – Respondió María

-          Voy a contarles una historia: Tres zorros fueron desafiados por la Madre Tierra a atravesar un río. El primero de ellos no tuvo ninguna precaución y simplemente se arrojó al agua;  el lugar donde entró era demasiado profundo, la corriente era muy fuerte y no consiguió nadar; fue llevado por la fuerza del agua y casi se ahogó.
El segundo zorro cogió una vara de madera y con ella buscó el lugar menos profundo, se dijo a si mismo ¡Cómo soy inteligente! El exceso de confianza hizo que soltase la vara y se lanzase a nadar. El río era ancho y con mucha corriente lo que hizo que sus fuerzas no fuesen suficientes y también casi se ahogase.

-          Y “oto” pa – preguntó Inti, quien se aventuraba en sus primeras palabras.

-          El otro cogió dos varas y siguió el mismo camino que el anterior, pues sabía que estaba bajo, sin embargo, no soltó la vara y siempre fue comprobando con ellas si conseguía mantenerse de pie, al mismo tiempo ellas le servían de apoyo para soportar la corriente, hasta que llegó al otro lado. Inmediatamente cuando consiguió su objetivo, cogió una liana, la amarró en un árbol y la lanzó para que sus compañeros pudiesen atravesar también.

-          Al terminar la misión se abrazaron y agradecieron lo que cada uno le había enseñado al otro, pues el éxito del último, fue resultado de la observación de los errores de los anteriores. La Madre Tierra los premió con una bella puesta de sol.

-          ¿Qué pasó con el primero Gaia?- Preguntó María.

-          Fue imprudente mamá, es como si subiese el árbol sin ningún cuidado

-          ¡ Muy bien Gaia! ¿Y el segundo?

-          El segundo fue prudente cuando empezó, pero después se sintió demasiado confiado y ese fue su error.

-          ¡Claro Gaia! Hay un tipo de miedo que es siempre necesario, es el que no nos paraliza pero nos mantiene con nuestros cinco sentidos alertas.

-          El tercero fue prudente y ayudó a sus amigos.

-          ¡Exactamente Gaia! Al subir en los árboles debes ser prudente como el tercer zorro. No importa lo alto que vas a llegar en el árbol y sí que te sientas segura de lo que estás haciendo. Es importante que siempre trates de anticiparte a lo que puede pasar y que te des cuenta que eres responsables por las consecuencias de aquello que hagas. Si te caes y te quiebras una pierna o te golpeas la cabeza las consecuencias serán muy serias. Esto no es sólo para cuando subes en los árboles; debe servirte para todo y durante toda tu vida.

La más grande demostración de que ambos hijos habían entendido fue el beso cariñoso que ellos les dieron. La felicidad de la Madre Tierra al ver el amor y el cuidado de esta bella familia se manifestó en una suave y refrescante brisa que mágicamente hizo que las hojas de todos los árboles del jardín ejecutasen una alegre danza.

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