¡No conseguía guardar ningún secreto! No era maldad,
simplemente ella no conseguía quedarse en silencio y cuando sabía de alguna información que
ella no podría contarle a nadie era como si tuviese un fueguito en la barriga.
Ese era el problema de Arieta, una arañita que vivía en una
casa abandonada en una granja no muy lejos de la ciudad.
Desde muy pequeñita
era igual, era muy curiosa, quería saber de todo y cuando se enteraba de las
cosas corría a llevar la información a quien le pudiese interesar y también a quien no
tuviese nada que ver con el asunto. Y no era por maldad pues era una arañita
adorable, pero cuando veía que un chisme empezaba a crecer a ella le parecía
muy divertido, especialmente si ella era una de las responsables.
Lógico que desde pequeñita sus padres ya le habían enseñado
que ser tan habladora no era una virtud y que eso podría traerle muchos
problemas. Sus hermanos ya sabían que si algo no debía llegar a los
oídos de sus padres, Arieta no podría saber de nada, pero eso era prácticamente
imposible, pues desde que se había dado cuenta que no querían que se enterase
de las cosas, ella se ponía más curiosa y se escondía para escuchar atrás de
las puertas, para mirar por las cerraduras, para esconderse incluso dentro de
los roperos sólo para poder enterarse de las novedades.
Y Arieta fue creciendo y también fueron creciendo sus ganas
de enterarse de todo y de estar haciendo chismes todo el tiempo, pues si no
había nada de lo que hablar no le costaba mucho inventar ¿No es verdad?
Y llegó el momento de su vida en que debía ir a la escuela y los
padres de Arieta sabían que los problemas aumentarían. La pequeña arañita era
encantadora, muy amistosa, alegre y siempre juguetona, rápidamente haría nuevos
amigos y si Arieta no quería tener problemas debería aprender a ser más
discreta.
Luego en el primer día de clase dos arañitas se aproximaron
para ser amigas. Era una maravilla ver a las tres pequeñas conversando y
compartiendo sus comiditas en el recreo; María y Anita, dos arañitas que
eran primas y que desde pequeñitas se habían criado juntas; muy cómplices en
todo,tanto en lo bueno como en lo malo.
El tiempo fue pasando y las amiguitas Arieta, María y Anita
se hacían cada vez más conocidas no sólo en la escuela, sino que también
en todo el vecindario, parecía que donde estaba una siempre estaban las otras.
Llegaban al colegio siempre juntas, volvían a la casa siempre las tres, parecía
que entre ellas todo era siempre harmonía.
María y Anita se incomodaban un poco con Arieta pues siempre
estaba hablando mal de los otros y siempre quería saber de la vida de los
otros. Muchas veces, cuando Arieta comenzaba a hablar, las dos primas arañitas
la dejaban hablando sola y María, que era la que tenía menos paciencia, le
decía
-
Arieta, no nos interesa la vida de los otros-
Las tres arañitas, además de convertirse en
grandes amigas, se habían convertida en las jovencitas más bonitas, sin
embargo, ellas estaban tan ocupadas en divertirse, pasear, jugar que ni
siquiera se habían dado cuenta de que todos los arañitos suspiraban cada vez
que las veían pasar. Un cierto día, Carlitos, que estudiaba en la misma sala
que las tres inseparables amigas; se acercó a María en uno de los extraños
momentos en que ella estaba sola pues Arieta y Anita habían ido al baño.
-
Hola María, hace tiempo que no hablaba contigo-
dijo Carlitos un poco tímido
-
Hola Carlitos- Respondió María, quien estaba con
un poco de vergüenza.
El arañito juntó todo el coraje
que tenía y le preguntó
-
¿Podemos ir después a tomar un helado?
- !Claro!te espero después de las clases –
Respondió María un poco tímida.
Lo que ni Carlitos ni María sabían era que
sin ellos darse cuenta, escondida detrás de una pared, quien había escuchado
todo era Arieta, que cuando los vio conversando sintió unas ganas irresistibles
de saber de lo que estaban hablando. Arieta salió corriendo buscando a Anita
para contárselo todo.
-
¡Anita! ¡Anita! Gritaba Arieta como una loca
-
¿Qué pasa?- Dijo Anita muy asustada- ¿Has visto un
fantasma?
-
¡Mucho más serio! Tengo que contarte lo que
Carlitos y María estaban conversando.
-
Arieta, ni a mí ni a ti nos interesa la vida de
mi prima, ella puede cuidar de si misma- dijo Anita con mucha sabiduría – Y si
quieres un consejo creo que es mejor que pares de ser tan chismosa.
Arieta se enojó un poco con todo lo que Anita le dijo,
principalmente porque no la dejó contarle la noticia más importante del siglo:
Sobre la cita de Carlitos y María. Pero ella no iba a conformarse y rápidamente
vio que un grupo de chicos estaba en la puerta de la sala de clase; el hecho
de que no conocía ni el nombre de todos los del grupo no le impidió de
decirles:
-
Chicos, les tengo una nueva: ¡Carlitos le va a
pedir a María para que sea su novia!
Y fue así que empezó
el rumor. Todos los que le contaban a alguien sobre lo que Arieta había dicho
le colocaban un ingrediente nuevo a la historia. Al final de la clase el rumor
se había transformada en una verdadera novela.
-
María, ¿puedes venir acá un poquito por favor? - Dijo la profesora de las arañitas. María sin
entender mucho lo que estaba pasando se acercó hasta la maestra
-
María, sé que los chicos pueden ser un poco
odiosos, sin embargo, no es justo que sólo porque estás con un poco de celos de
que Carlitos haya hablado con Arieta, le hayas dado una cachetada en el patio,
delante de todos los amigos.
-
¿ queeeeeeeeeeeeeeeeé? Dijo María muy irritada. –
¡Eso no es verdad!, ¿Quién fue la chismosa?- su mirada ya se dirigía hacia
Arieta, pues ella no tenía ninguna duda de que su amiga estaba involucrada en esta
mentirilla que fue creciendo y creciendo y creciendo hasta convertirse en un
verdadero drama.
-
Profesora, eso es una gran mentira. Carlitos sólo
me invitó a tomar un helado después de la clase ¿No es verdad Carlitos?
-
Sí, claro – Respondió el arañito, que estaba más
rojo que un tomate.
-
Arieta ¿tú eres la responsable de este mal
entendido? Preguntó la profesora
-
Maestra, yo sólo le conté a los chicos lo que
yo escuche – dijo Arieta llena de vergüenza.
No había sido Arieta quien había inventado
ese drama, pero como ella ya tenía la fama de ser chismosa, tuvo que cargar con
las consecuencias.
Nunca se había visto a Arieta la arañita,
tan triste como durante esa semana. Ni María, ni Anita, ni Carlitos ni ninguno
de los chicos del colegio querían hablar con ella ni estar cerca de ella pues todos
tenían miedo de que ella les inventase algún chisme.
Un día, muy temprano por la mañana, Arieta llegó llorando hasta la habitación de su madre.
-
Mamá, no quiero ir más a la escuela- le dijo
Arieta mientras lloraba y sollozaba.
-
¿ Qué sucedió Arieta? Hace días que te veo muy
triste. Cuéntemelo todo
Y Arieta le contó todo lo que había sucedido. Al terminar,
la madre aconsejó a su hija
-
Arieta, desde pequeñita tu papá, tus hermanos y
yo te hemos dicho que no puedes ser tan chismosa y que tienes que aprender a
guardar secretos. Sabíamos que en algún momento esto te haría sufrir. Creo que
debes pedirle disculpas a tus amigas y debes pensar mejor si vas a continuar
con estas actitudes.
-
Tienes razón mamá, voy a cambiar y la primera
cosa que haré será conversar con mis amigas. Y la pequeña Arañita salió
corriendo hacia la casa de las arañitas.
Las tres amigas llegaron juntas al colegio
nuevamente, todo había vuelto a lo normal. Arieta había entendido que si quería
mantener la amistad de las personas ella debería inspirar confianza.
Arieta había aprendido la lección y desde ese
momento empezó a preocuparse más con sus problemas y menos con la vida de
los otros.
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