Francisco era un niño muy simpático que tenía unos 5 años y
era el menor de la familia; sus hermanos Juan
y Luisa lo cuidaban mucho y eran un ejemplo para el pequeño; en esta familia siemore había mucho amor.
Los padres de Francisco siempre le enseñaban a ser muy
educado y querían que él fuese muy feliz; sin embargo, tanto el papá como la
mamá, notaban que el niño tenía un problema pues, cuando le llamaban la
atención, parecía que el chico no escuchaba.
-
Francisco, anda a recoger tus juguetes- Le decía cariñosa su mamá- y no
había ninguna respuesta.
La madre le hablaba nuevamente:
– Franciiiiiiscoooooo, anda a
recoger los juguetes que has dejado en tu dormitorio - pero el chico hacía como si
no escuchase.
La verdad era que Francisco sí escuchaba, pero se hacía el
disimulado, el desentendido, y ni siquiera se movía cuando oía que su
madre o su padre lo estaban llamando.
Su madre se ponía tan
triste y se irritaba tanto que se acercaba a
su hijo y le decía:
-
¡Francisco! ¿No me escuchas hijo?
-
¡ No mamá, no escuché nada!- decía el niño con cara de pícaro
Y siempre era igual con Francisco. Cuando lo llamaban para
que se bañase, para lavarse los dientes, para entrar en la casa y no continuar
jugando en la calle; siempre que sus padres le pedían algo él no escuchaba.
Francisco no sabía, pero su ángel de la guarda veía todo lo que su
protegido hacía y se colocaba mucho más triste que los propios padres del niño.
Entonces el decidió darle una lección.
Un día al despertar, Francisco se dio cuenta que algo estaba
pasando, pues cuando él hablaba, nadie lo escuchaba, ni siquiera él escuchaba su
voz. Fue a hablar con sus hermanos y nada… parecía que no salía ni un ruido por
su boca.
Nadie lo escuchaba, ni su madre le hizo caso cuando le fue a
pedir leche en el desayuno. ¡ Que desespero! Francisco salió a la calle y trató
de llamar a sus amigos, pero no pasaba nada, nadie lo escuchaba.
Francisco se puso tan nervioso que entró en su dormitorio y
se quedó en silencio cuando de repente apareció su ángel de la guarda.
-
¿Qué pasa Francisco? ¿Sabes quién soy? ¡ Soy tu
ángel de la guarda!
El niño se puso muy nervioso pues sabía que no se había
comportado tan bien en los últimos
tiempos
-
Mi ángel de la guarda no me castigues, ¡voy a
ser mejor!
-
No Francisco, no te voy a castigar ¿Por qué
estás tan triste?
-
Mi angelito, nadie me escucha, parece que no
existo ¿ Qué pasa?
El angelito se sentó al lado del
niño y le explicó.
-
Francisco, es así que se sienten tus padres
cuando ellos te hablan y tú haces como si ellos no existiesen. Tú te haces el
sordo cuando te conviene ¿ Te das cuenta cómo es desagradable y triste?
El niño comenzó a entender lo que
estaba pasando, el ángel de la guarda trataba de mostrarle lo que sus padres
siempre le decían, que él debía ser un niño más obediente.
Francisco despertó cuando su mamá
lo llamó a tomar desayuno, pero él sabía que no había sido un sueño, realmente
él había recibido la visita de su ángel de la guarda.
Desde ese día, él se transformó
en el mejor hijo que sus padres podían desear. Sus padres solamente lo llamaban
una vez y el niño era un ejemplo de obediencia.
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