sexta-feira, 20 de março de 2015

Ivo, el niño competitivo

Ivo no era un niño común y corriente, el se sentía llamado a ser un campeón. A veces porque desde pequeño había visto a su padre en el tatami conquistando victorias, trofeos o medallas; o tal vez porque su madre, después de haber dejado de jugar vóley profesionalmente, ahora entrenaba al equipo de la universidad.
Sus hermanos no eran diferentes y continuaban la tradición familiar, trayendo por lo menos una medalla por mes para aumentar el acervo de la sala de trofeos de la familia.  Fue en este ambiente que Ivo creció; el menor de la familia siempre se vio rodeado de pelotas, instrumentos deportivos, noticias en los periódicos y diversos entrenamientos.
La salud era una preocupación desde siempre en todo lo que la familia hacía, principalmente en la alimentación. Frutas, verduras, poca grasa, cereales y todo aquello que a la mayoría de los chicos les causa desagrado, hacían parte del día a día. Los padres de Ivo incluso se daban el tiempo de tener una pequeña huerta en casa lo que hizo con que desde antes de aprender a caminar el pequeño descubriera el placer de pasar al lado del tomatero y arrancar una fruta para ensuciarse entero sintiendo el jugo por entre los dedos.
Desde bebé se veía que Ivo tenía algo especial; parecía que sentía placer en ser el primero, el mejor, el que hacía las cosas más rápido y tenía alguna dificultad para poder soportar la derrota o la frustración de no conseguir hacer algo. No era que sus padres lo educasen de esa forma, por el contrario, formaba parte de los diálogos durante los almuerzos en familia las enseñanzas del cómo saber ganar es tan importante como saber perder; pero parece que a Ivo le costaba un poco entender esta lección.
Los primeros relatos vinieron de las profesoras de la sala cuna, donde Ivo pasaba parte del día cuando sus padres tenían que ir a trabajar. Las tías resaltaban todas las virtudes del pequeño, que no eran pocas, pero llamaban la atención para los berrinches que hacía siempre que no ganaba en algún juego, o cuando la pintura de otro amigo era elogiada más que la de él.
El tiempo fue pasando, Ivo fue creciendo y sus padres siempre acompañando su desarrollo y llegó la edad en que comenzó a practicar deportes como natación, Judo y fútbol. En todos ellos se veía el empeño del chico por salir victorioso. Eran famosas las pataletas en los entrenamientos de fútbol cuando el equipo en el cual él había sido escogido para jugar no ganaba; y no fueron pocas las veces en que él se recusó a jugar en un determinado grupo porque era el que juzgaba en desventaja. Cada vez que esto sucedía, los padres del chico se sentaban y conversaban con él, pero parecía que nada se resolvía.
Ivo  tenía siete años cuando participó de su primer campeonato de natación y fue clasificado para la final; toda la familia estaba presente en la piscina para animar al pequeño, pero sobre todo para apoyarlo si no lograba conquistar la victoria, pues era ésta aún su dificultad más grande.
Un poco por la ansiedad, otro poco por el nerviosismo y otro por la simple superioridad del adversario, el resultado de la competencia dejaba a Ivo en el segundo lugar; el chico simplemente no paraba de llorar y se recusaba a subir a coger su medalla.  Toda la familia del pequeño fue junto con él para recibirla, sin embargo el chico no esbozó ni la más tenue sonrisa.
Durante todo el camino de vuelta para casa había un gran silencio dentro del coche y tanto el padre como la madre de Ivo estaban pensando en lo que deberían hacer para darle una buena lección al pequeño. Ellos sabían que saber perder hace parte de la formación del deportista.
Todos los hermanos del pequeño estaban habituados a escuchar lo mismo de sus padres delante de cualquier tarea que tuviesen que ejecutar, desde las más simples a las más complejas. Cada vez que uno de ellos se aproximaba a uno de los progenitores con una tarea realizada, ciertamente para tener la aprobación o hasta para ganar una recompensa, recibía la siguiente pregunta
-          Hijo, ¿has hecho lo mejor que has podido? No respondas de inmediato, piensa - decían sabiamente los padres.
Muchas fueron las veces en que los hijos volvieron y rehicieron las tareas sin necesidad de que los padres los mandasen, simplemente, porque sabían que podrían hacerlo mejor. Nada mejor que el ejercicio de la propia conciencia para indicarnos el tamaño de nuestro esfuerzo.
En otras ocasiones los hijos respondía.
-          Sí papá, he hecho lo mejor que he podido –
En ese momento una sonrisa gigante surgía del rostro del padre o de la madre y dando un abrazo del tamaño del mundo decían.
-          Hijo, has hecho de mí la persona más feliz del mundo, ¡estoy muy orgullosos de ti!
Era esa la lección que los padres de Ivo siempre habían pasado, de cómo es importante el máximo esfuerzo, no para ganar y sí como una forma de realización personal; era la forma de enseñarles que el primer obstáculo a ser superado, muchas veces, es nuestra pereza, nuestro miedo o las ganas de esforzarnos el mínimo posible.
En aquella tarde, cuando volvían de la piscina, los padres de Ivo se daban cuenta que la lección no había sido aprendida. Al estacionar el coche el padre grito
-          ¡Tengo una idea! ¡Todos a la sala!
Inmediatamente todos se dirigieron a la sala para ver qué es lo que el padre quería. El pequeño Ivo estaba todavía muy triste y no tenía muchas ganas de participar de esta actividad, pero se animó un poco cuando vio que su padre le estaba entregando a cada uno un globo de colores muy llamativos.
-          ¡Vamos a inflarlos! Dijo el papá, ¡Será divertido!
Fue así que todos lo hicieron, incluso Ivo y todos se daban cuenta que la preocupación del pequeño era de que su globo fuese el más grande; lógicamente que el papá ya esperaba esta actitud del pequeño. Intencionalmente, el padre continuaba inflando el globo y veía como Ivo era el único que también lo hacía, ante la mirada curiosa del resto de la familia.
Finalmente, cuando el padre llegó al límite de su globo, sucedió lo que se esperaba,  el de Ivo se reventó y todos se asustaron con el estruendo, principalmente el pequeño que como ya estaba sensible por lo que había pasado en la competencia se puso a llorar.
Todos se sentaron con sus globos en la mano y esperaron que Ivo se calmase un poco. Cuando esto sucedió dijo el papá
-          Ivo ¿Por qué lloras?-
-          Porque me asusté papá – Dijo el pequeño aún sollozando.
-          ¿Sólo por eso? Preguntó la mamá.
-          No, también porque soy el único que ya no tiene globo.
-          ¿ Y por qué no tienes globo? Le preguntó  el padre
-          Porque se me reventó, pues quería que fuese el más grande de todos.
-          Ese es el problema Ivo, ni siempre seremos los mejores, no siempre nuestro globo será el más grande, no seremos siempre los más fuertes, ni los más hábiles, ni nuestro equipo será siempre el que va a ganar. Lo que siempre tenemos que hacer es dar nuestro mejor, pero siendo conscientes de que, como el globo, tenemos un límite y que si lo pasamos, podemos reventar. Toda la familia tiene mucho orgullo de ti, Ivo, pues siempre tratas de dar tu 100%, pero a partir de hoy tu tarea es otra, debes empezar a aprender a perder, aprender a que no siempre serás el mejor. Tal vez esta sea la principal lección del deportista.
Parecía que en aquel momento realmente Ivo había entendido lo que su padre durante mucho tiempo trataba de enseñarle. Algo estaba diferente en la mirada del pequeño.
En las siguientes semanas un gran cambió empezó a dibujarse en la vida del chico; los profesores se daban cuenta que él se había transformado en un niño mas colaborativo y menos competitivo. En el equipo de fútbol esto empezó a hacer toda la diferencia, pues todo el equipo empezó a confiar más en él y el trabajo en equipo empezó a dar frutos.
No podemos decir que todo se transformó de la noche para el día, algunas veces todavía hoy Ivo tiene dificultades para aceptar las derrotas, pero por lo menos ya no hay más berrinches.
Es bueno recordar todo esto ahora, segundos antes en que se inicie el partido de la final del campeonato nacional de los colegios. El pequeño Ivo, ahora con 13 años fue escogido por sus compañeros para ser el capitán del equipo. Toda la familia está aquí para poder celebrar las victorias de un gran deportista
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado



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