sexta-feira, 27 de março de 2015

¡No seas perezoso Agustín! Primera parte.

 İ No seas perezoso  Agustín! era la frase que él escuchaba desde pequeño casi todos los días, pero ¿Qué le podía hacer si parecía que a él todo le costaba más?  Parecía que todo para él tenía que ser más lento;     ¿Qué le podía hacer si para él dormir todo el día era lo mejor que le podría pasar, si para él quedarse el día entero en la cama mirando tele sería el mejor programa para el fin de semana? ¿Salir de la casa para qué si en la casa tenía de todo?
    Agustín era diferente de todos los otros muchachos, a él lo que le gustaba era ver a los otros hacer las cosas sin tener que esforzarse para nada. Ya era mucho (y no le gustaba nada) el tener que ir a la escuela todos los días. Sólo había una cosa que le interesaba...¿ Te imaginas lo que será?

    El tema de la escuela era un asunto a parte. Nunca entendió para que salir de casa para ir al colegio; tener clase por la mañana, despertar temprano, clases de educación física, aquellos juegos y musiquitas que los profesores inventan… le parecía el fin.
    Agustín era realmente perezoso y sus padres no sabían qué hacer. Ya lo habían llevado al médico, al sicólogo, lo habían llevado hasta a la iglesia para conversar con el padre y nada. Todos les decían que en algún momento iba a pasar alguna cosa que lo iba a llevar a cambiar de actitud. La gran preocupación de los papas del chico era que no fuese a ser demasiado tarde.
    Agustín, cuando iba a la escuela literalmente iba a calentar el asiento, pues desde que llegaba hasta que se iba difícilmente salía de su lugar. Si alguien quería hablar con él, sabía perfectamente donde encontrarlo. No podemos decir que todo en la escuela era tan malo para él, pues se encontraba con sus amigos, aquellos que después de clase iban a la casa de Agustín y se sentaban a hacer competencias de video juego; eran los mismos chicos con los que estudiaba desde que había entrado al colegio.
    Aaaaaah! Los video juegos ... era la única cosa que lo sacaba de aquella inercia casi perpetua, era lo único que le llamaba la atención, lo único que quería hacer desde que despertaba. Agustín sería el más feliz del mundo si su vida fuese jugar todo el día al frente de la televisión o el computador. ¿Y no es que el chico tenía su talento? Sin duda, la vida casi integralmente dedicada a los juegos no había sido en vano, pues se había transformado en un especialista en ese tipo de diversión. Sabía los trucos, los secretos, era el primero de los chicos en llegar al final, participaba de competencias on-line, sabía de todos los juegos nuevos, estaba inscrito en las pre ventas y muchas otras cosas.
    En el colegio era reconocido por eso, por ser el especialista en este tipo de actividades; era una especie de Gurú al cual todos los chicos a los que les interesaba este tipo de cosas se aproximaban para poder aprender.
    Sus padres le conocían bien, sabían que no era un mal chico y que tenía un buen corazón, que siempre estaba dispuesto a ayudar a alguien siempre mientras esto no le significase tener que salir de su lugar. Sin embargo estaban muy preocupados pues ya sabían que las notas en el colegio no estaban nada buenas y que al final del año lo más probable era que Agustín repitiese de año.
    La pereza de Agustín no era sólo con los estudios, era con todo. No le gustaban las actividades al aire libre; lo más cerca que llegaba de los deportes era cuando se sentaba frente a la televisión y estaba pasando un partido; la bicicleta que su madre le había regalado al final del año estaba en el mismo lugar, llena de polvo e intacta, pues nunca ni siquiera había tratado de aprender a andar. Era la misma cosa con los patines, las patinetas, skate y similares.
    Un día, ya en la mitad del año, los amigos vinieron muy tristes a conversar con él.
      -  Agustín ¿Qué va a ser de nosotros el próximo año? – Dijeron realmente muy preocupados los muchachos
-         -  ¿Por qué? Va a ser todo como siempre – dijo sin entender lo que pasaba
-         - No Agustín, tú sabes que vas a repetir de año. hasta ahora no tienes ninguna nota azul, no has hecho ningún trabajo, no has hecho ninguna tarea…. ¿Ya has pensado en eso?
-          - Amigos… nunca he hecho nada en la escuela y hasta ahora he pasado de año… ¿Por qué sería diferente? – dijo Agustín con una risita sarcástica
-         -  ¡No Agustín! ¿En qué planeta vives? Este año es diferente, la profesora ya lo ha dicho mil veces, pero probablemente tú estabas durmiendo como siempre.            -  Ya no somos más niñitos, ahora la cosa es seria, quien no tiene buenas notas va a repetir- Dijo Miguel, con lágrimas en los ojos pues era el mejor amigo de Agustín.
-         -  Sí, y no te olvides que el próximo año las clases no serán en este edificio y sí  en el que queda al otro lado de la calle, entonces, ni en los recreos nos vamos a ver.
    Parecía un milagro, pero por primera vez los chicos veían que Agustín se ponía de pie por algún motivo que no fuese porque la clase había acabado o porque quería ir al baño.
-         - ¿Están hablando serio? ¿Por qué no me lo dijeron antes? Preguntó Agustín blanco que ni un papel.
-         - ¿Estás bromeando? ¡Todos te lo han dicho todo el tiempo, pero tú no los escuchas! Parece que nunca sales del video juego, en el cula,  cuando te equivocas puedes empezar todo de nuevo.
Agustín salió de la sala y dejó a sus amigos muy preocupados. Fue inmediatamente a llamar a su mamá pues no estaba sintiéndose bien y quería volver para su casa. Su mamá muy preocupada lo fue a buscar enseguida.
-         -  ¿Qué pasa Agustín? – preguntó la madre
-         - ¡Está todo perdido!- dijo el chico llorando
-         - No entiendo hijo ¿De qué me hablas!
-         - Voy a perder a mis amigos mamá – reconoció el pequeño. Voy a repetir de año y mis amigos van a estudiar en el otro edificio de la escuela; me voy a quedar sólo y todo es culpa mía, pues creí que nunca esto me iba a pasar.
-         - Hijo, todos te lo dijeron todo el tiempo y tú no quisiste escuchar. Pero no te preocupes, veremos que podemos hacer ¿Y tú? ¿A qué estás dispuesto? Le preguntó la mamá.
-          ¡A todo! – dijo el chico, determinado.
    Parecía que finalmente Agustín había despertado, y delante de la buena disposición del pequeño la madre volvió hasta el colegio y pidió para hablar con la directora. Al llegar a la escuela las dos entraron en la sala y se pusieron a hablar durante un largo tiempo, mientras Agustín esperaba sentado en la sala de espera, sin parar ni un minuto de llorar.
    De repente la puerta de la sala se abrió y la directora y la mamá llamaron a Agustín, quien  se sentó frente a la mesa muy asustado y sin entender muy bien lo que estaba pasando.
-          - Agustín- Dijo la directora.- Ya estamos en la mitad del año y hasta ahora no has hecho nada; Te lo hemos repetido todo el tiempo y tú no nos has escuchado; ¿Ahora te das cuenta de lo que va a pasar? Eres un chico muy inteligente pero a esta altura del partido sólo un milagro puede hacer que no repitas de año
-          - Directora – interpeló Agustín- Hay alguna chance de que yo no repita…

¿Quieres saber la respuesta de la directora?

¡Mañana continuamos esta historia!



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