Era una vez, en un lugar
muy cerca de acá un hormiguero muy grande. Era una colonia de que desde hacía mucho tiempo vivían en ese lugar y donde las más
viejas estaban encargadas de enseñarle a las más jóvenes qué es lo que debían
hacer para garantizar el futuro de su grupo.
Juanita era una hormiguita muy joven que estaba iniciando su
proceso de aprendizaje, ella no sabía nada sobre su trabajo y estaba muy
ansiosa para que empezase su proceso de instrucción.
Cuando llegó el gran día, se encontró delante de Teresa, que
sería su maestra. En la colonia se decía que Teresa era la mejor profesora, la
que tenía más experiencia y también la más exigente.
Llegó Teresa donde Juanita estaba, tenía un papel en la mano
que parecía ser la ficha en que estaban los datos de la pequeña hormiguita.
-
Tú debes ser juanita- dijo la maestra, mirando
por sobre sus anteojos.
-
Sí, soy
yo – Respondió la hormiguita un poco tímida.
-
¡Manos a la obra entonces! Dijo la
profesora poniéndole la mano en el
hombro y guiándola para fuera del hormiguero.
Cuando llegaron fuera del hormiguero, Juanita se sorprendió
con el constante ajetreo de las otras hormigas que no paraban de pasar cargando
alimento para el interior del hormiguero. La maestra llevó a su pupila para
entre las flores, donde había un montón de hojas que el viento había acumulado
junto a un tronco. Eran muchas hojas que habían una verdadera montaña delante
del tamaño de la pequeña.
-
Quiero que lleves todas estas hojas hasta el
hormiguero, serán parte de nuestro alimento para poder soportar el duro
invierno que se aproxima- dijo Teresa, la instructora.
-
¡Pero si
son demasiadas! Yo solita no voy a conseguir- dijo la pequeña.
-
¿Cómo
sabes que no vas a conseguir si ni siquiera lo has intentado? Sólo sabrás de lo que eres capaz cuando
trates de hacerlo, eres del tamaño de los desafíos que enfrentas. ¡Confía en
mi!
La pequeña hormiguita se dio
cuenta de que Teresa le había dicho palabras muy sabias y se sintió muy
animada. Todos los días, era la primera a llegar a trabajar y lo hacía con mucha
dedicación y esfuerzo ganándose la admiración de todos.
Un día, de repente, se dio cuenta
que su trabajo había terminado. Ella había conseguido cargar una montaña de
hojas que, fácilmente, era de más de 100 veces su tamaño. En el justo momento en
el que colocó la última carga de hojas dentro del hormiguero, doña Teresa, la
profesora, vino a verla, le dio un
abrazo muy grande y la felicitó.
-
- ¡Muy bien Juanita! ¡yo sabía que lo conseguirías! ;
has sido muy valiente y determinada. No te has dejado vencer y has sido
perseverante, eres un ejemplo para todas en el hormiguero.
Juanita estaba muy orgullosa de
lo que había hecho, se recordaba muy bien del primer día que había empezado a
trabajar. Para todas las hormigas ella era un ejemplo de dedicación y
perseverancia. Muy pronto, ella fue invitada para ser instructora de las
pequeñas de la colonia.
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