sexta-feira, 13 de março de 2015

Odilón, el niñito comilón

¡Estoy con hambre mamá! – Era lo que decía Odilón todo el día y todos los días.
-    Odilón ¿Cómo es posible? Acabas de comerte 5 panes- decía la mamá desesperada.

-          ¡Tengo hambre mamá!-  decía el niñito casi llorando

Odilón era un niño adorable; el único problema que él tenía era unas ganas de comer constante, sin límite. No era que estuviese con hambre, eran las ganas de comer, de no parar hasta que no consiguiese colocar una migaja de comida en su boca; y cuando estaba llenito esperaba un poco y rápidamente volvía a comer.
La mamá estaba desesperada, pues no conseguía controlar la ansiedad de este niño, ya había hecho de todo, incluso llevarlo al médico y no había solución. Ella y el papá trabajaban todo el día e incluso por la noche y hasta el fin de semana, para poder comprar comida para el pequeño Odilón, siempre tan comilón
La mamá le decía a su hijo:

-          Odilón , no seas tan glotón, ya no estás con hambre ¡acabas de comer!Hijo si continuas comiendo de esa forma ni todo el alimento sobre la tierra va  a ser suficiente-  decía la mamá desesperada

-          ¡Odilón!, hijo mío – decía su papá- te va a hacer mal, te va a doler la barriga, vas a tener que ir al médico nuevamente.
Sin embargo, nada de lo que le dijesen hacía que el pequeño parece de comer, eran unas ganas que no podía controlar. Lo que él más quería era poder comérselo todo y todo el tiempo. La única cosa que lo hacía parar por algunas horas era cuando él iba a dormir.
Un día él se despertó y fue bien rapidito a la cocina y vio que su mamá ya había preparado un desayuno abundante; el comía las galletas, las frutas, los dulces, el queso… todo lo que estaba delante de él.
-          Odilón, vamos a salir-  dijo su mamá que ya estaba lista.

Rápidamente el niño llenó los bolsillos con panes y galletas para no pasar hambre durante el camino. Salieron ambos de casa, el niño con una mano sujetaba a su madre y con la otra comía sin parar. El pequeño no sabía para dónde iban, sin embargo, ya estaba preocupado pues dentro de poco los alimentos que llevaba junto con él iban a acabar.
De repente, parecía que el niño había llegado al cielo, pues su mamá estaba entrando en una panadería gigantesca. Era el lugar más lindo y maravillosos que él ya había visto, no pudo esperar, entró corriendo.
Era un poco extraño, hasta él se espantó por un momento cuando escucho de su madre:

-          Odilón ¡puedes comer todo lo que quieras!

No esperó dos veces y se lanzó de cabeza sobre las tortas, los panes y todas las delicias que había delante de él; era un desespero, era una ansiedad y parecía que el mundo iba a acabar de tan rápido y desesperado que el niño comía.
Sin embargo, el pequeño se daba cuenta de que su barriga crecía y crecía sin parar. Eso no era suficiente, él no paraba, ya ni siquiera masticaba, solo tragaba… y su barriga sólo crecía.
 El niño estaba todo sucio con la crema, con los rellenos, con el caramelo, sus manos estaban todas pegajosas y su barriga… crecía y crecía. En un momento, Odilón se asustó con el grito del dueño de la panadería  que decía:

-          ¡Corran todos! ¡salgan de aquí! ¡Este niño va  a explotar!

Y Odilón vio que todos, incluso su mamá salían corriendo mientras su barriga se quedaba cada vez más grande, hasta alcanzar el tamaño de la panadería entera. El niño nunca sintió tanto miedo en su vida y gritó

-¡Mamá!......

Odilón despertó, su madre estaba a su lado pues con el grito ella también se preocupó y vino a ver lo que pasaba; todo había sido una pesadilla; sin embargo el pequeño entendió que no podía continuar igual.
Desde ese día el pequeño empezó a controlar sus ganas de comer, sólo iba atrás de comida cuando tenía hambre. Su madre no sabía muy bien qué es lo que había pasado, pero sabía que algo había cambiado.
Odilón creció fuerte, sano y muy inteligente.




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