¡Estoy con hambre mamá! – Era lo que decía Odilón todo el
día y todos los días.
- Odilón ¿Cómo es posible? Acabas de comerte 5
panes- decía la mamá desesperada.
-
¡Tengo hambre mamá!- decía el niñito casi llorando
Odilón era un niño adorable; el único problema que él tenía
era unas ganas de comer constante, sin límite. No era que estuviese con hambre,
eran las ganas de comer, de no parar hasta que no consiguiese colocar una
migaja de comida en su boca; y cuando estaba llenito esperaba un poco y
rápidamente volvía a comer.
La mamá estaba desesperada, pues no conseguía controlar la
ansiedad de este niño, ya había hecho de todo, incluso llevarlo al médico y no
había solución. Ella y el papá trabajaban todo el día e incluso por la noche y hasta
el fin de semana, para poder comprar comida para el pequeño Odilón, siempre tan
comilón
La mamá le decía a su hijo:
-
Odilón , no seas tan glotón, ya no estás con
hambre ¡acabas de comer!Hijo si continuas comiendo de esa forma ni todo el
alimento sobre la tierra va a ser
suficiente- decía la mamá desesperada
-
¡Odilón!, hijo mío – decía su papá- te va a
hacer mal, te va a doler la barriga, vas a tener que ir al médico nuevamente.
Sin embargo, nada de lo que le dijesen hacía que el pequeño parece
de comer, eran unas ganas que no podía controlar. Lo que él más quería era
poder comérselo todo y todo el tiempo. La única cosa que lo hacía parar por
algunas horas era cuando él iba a dormir.
Un día él se despertó y fue bien rapidito a la cocina y vio
que su mamá ya había preparado un desayuno abundante; el comía las galletas,
las frutas, los dulces, el queso… todo lo que estaba delante de él.
-
Odilón, vamos a salir- dijo su mamá que ya estaba lista.
Rápidamente el niño llenó los
bolsillos con panes y galletas para no pasar hambre durante el camino. Salieron
ambos de casa, el niño con una mano sujetaba a su madre y con la otra comía sin
parar. El pequeño no sabía para dónde iban, sin embargo, ya estaba preocupado
pues dentro de poco los alimentos que llevaba junto con él iban a acabar.
De repente, parecía que el niño
había llegado al cielo, pues su mamá estaba entrando en una panadería
gigantesca. Era el lugar más lindo y maravillosos que él ya había visto, no
pudo esperar, entró corriendo.
Era un poco extraño, hasta él se
espantó por un momento cuando escucho de su madre:
-
Odilón ¡puedes comer todo lo que quieras!
No esperó dos veces y se lanzó de
cabeza sobre las tortas, los panes y todas las delicias que había delante de
él; era un desespero, era una ansiedad y parecía que el mundo iba a acabar de
tan rápido y desesperado que el niño comía.
Sin embargo, el pequeño se daba
cuenta de que su barriga crecía y crecía sin parar. Eso no era suficiente, él
no paraba, ya ni siquiera masticaba, solo tragaba… y su barriga sólo crecía.
El niño estaba todo sucio con la crema, con
los rellenos, con el caramelo, sus manos estaban todas pegajosas y su barriga…
crecía y crecía. En un momento, Odilón se asustó con el grito del dueño de la
panadería que decía:
-
¡Corran todos! ¡salgan de aquí! ¡Este niño
va a explotar!
Y Odilón vio que todos, incluso
su mamá salían corriendo mientras su barriga se quedaba cada vez más grande,
hasta alcanzar el tamaño de la panadería entera. El niño nunca sintió tanto
miedo en su vida y gritó
-¡Mamá!......
Odilón despertó, su madre estaba
a su lado pues con el grito ella también se preocupó y vino a ver lo que pasaba;
todo había sido una pesadilla; sin embargo el pequeño entendió que no podía
continuar igual.
Desde ese día el pequeño empezó a
controlar sus ganas de comer, sólo iba atrás de comida cuando tenía hambre. Su
madre no sabía muy bien qué es lo que había pasado, pero sabía que algo había
cambiado.
Odilón creció fuerte, sano y muy
inteligente.
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