En un lugar muy distante, había una vez una niña muy
especial, que tenía una familia muy especial y una historia muy especial; su
nombre era Francisca. Parecía que todo en su vida estaba perfectamente en su
lugar, pues era muy amada por sus padres, tenía muchos amigos y era muy feliz;
sin embargo, había algo que no andaba tan bien.
La linda Francisca pasaba el día entero viendo televisión aunque su mamá ya le había dicho que eso no era bueno, que tenía que hacer actividades
físicas, jugar en el patio, leer un libro y otras cosas divertidas. Francisca
se aprovechaba de que la mamá trabajaba y su papá también y desde que
despertaba hasta el momento en que tenía que ir a la escuela se quedaba de boca
abierta viendo los programas de TV que mostraban a chicos mayores que ella y sus
aventuras. Muchas veces se olvidaba de que todo aquello era fantasía.
Francisca se identificaba principalmente con las chicas que
vivían personajes que representaban a las muchachas más populares de la
escuela; le parecía que debía ser fantástico que los chicos más bonitos
estuviesen siempre interesados en conversar con ella y que las chicas más
envidiadas del colegio quisiesen ser sus amigas o que todos hablasen de cómo
ella se viste, de lo que ella hace… definitivamente era eso lo que ella quería,
ser la más popular de su escuela.
Ya estaba decidido: su objetivo en el colegio sería ese, ser
el centro de las atenciones; pero ¿Qué tendría que hacer? ¿Había un
manual para convertirse en la más popular? No importaba, ella haría todo lo que
fuese necesario.
Como tenía que ir con el uniforme de la escuela, ella se preocupó
en dejarlo más fashion; le puso unos brillos, lo recortó un poco. No cabía duda
de que había quedado diferente y todos se iban a fijar.
Desde el momento en
que se propuso llamar la atención de todos, empezó a maquillarse de forma muy llamativa antes de salir
para la escuela y en su mochila no podía faltar un montón de productos de
belleza. Cuando la profesora estaba explicando las materias, Francisca cambiaba
el cuaderno por el espejo y se miraba todo el tiempo; si se daba cuenta de que
el maquillaje no estaba perfecto, sin importarse con nada, iba al baño a
arreglarse.
Antes de que Francisca quisiese ser popular, tenía un grupo
de amigos a los cuales conocía desde el jardín de infancia. Era un grupo muy
divertido pues las familias se conocían y siempre hacían fiestas, paseos y días
de campo. Pero todo había cambiado desde que había empezado a esforzarse en ser
la más popular. Se había alejado de los viejos amigos y ni siquiera los
saludaba. Francisca, desde que llegaba a la escuela quería ser vista por los chicos
y las chicas de otras clases, quería llamar la atención y muchas veces llegaba
a ser tan exagerada que los otros chicos se reían de ella, sin embargo, ella no
se daba cuenta.
Las cosas no iban nada bien para Francisca, ya no hacía más
las cosas que le gustaba, ya no jugaba ni se divertía. Sus padres también
estaban muy preocupados pues cada vez que aparecía alguna novedad en la
televisión la pequeña sentía una necesidad absurda de tenerla. Quería ser la
primera de la escuela en tener el móvil más moderno, el reloj de moda y
cualquier cosa que, según su pensamiento, la hiciese ser la más popular.
Las notas de Francisca habían bajado mucho; sus padres
fueron llamados al colegio pues corría el riesgo de tener que repetir de año.
Por otro lado, su profesora estaba muy preocupada pues los chicos de la clase
ya no querían estar cerca de ella pues se había transformado en una copia de un
personaje de televisión; ya no era Francisca, la niña encantadora, que se
divertía jugando con sus amigos.
Llegó la semana que todos esperaban el año entero, era la
fiesta conmemorativa de la fundación de la escuela. Siempre había competencias,
juegos y un gran baile de gala. Era la oportunidad que Francisca esperaba para
demostrar cómo era popular.
Ella se preparó durante mucho tiempo, pensaba en eso todo el
tiempo, estaba tan ansiosa que ni conseguía dormir. El vestido que había
comprado era simplemente maravilloso. El día del baile fue al peluquero, al
maquillador y eran tantos los preparativos que hasta parecía una novia en el
día de la boda.
Llegó al baile esperando que todos parasen para observarla,
pero esto no sucedió. Se quedó sentada por algunos instantes, esperando que
algún chico la invitase a bailar y espero, espero, espero… y nada.
Se levantó y empezó a recorrer el salón para ver si el lindo
vestido y el peinado maravilloso llamaban la atención… y nada. La noche pasaba,
todos se divertían y Francisca empezaba a sentir su corazoncito apretado y unas
ganas muy grandes de llorar.
Al centro del salón ella vio al grupo más animado de la
fiesta, en un primer momento ella no consiguió distinguir quienes eran, pero
luego llegó cerquita y no aguantó las lágrimas cuando vio que era el grupo de
aquellos que siempre habían sido sus mejores amigos. Ella se dio cuenta de que
si no hubiese perdido tanto tiempo queriendo ser la más popular de la escuela,
estaría allí, junto con ellos, en una noche inolvidable.
Salió corriendo hacia el jardín y se sentó junto a un árbol
para llorar. Con la cabeza baja y su rostro mojado de tantas lágrimas escucho
que alguien se aproximaba. Levantó la cabeza cuando sintió en su rostro una
mano cariñosa que le extendía un pañuelo. Fue grande sus sorpresa cuando vio
que a su alrededor estaban sus viejos amigos, aquellos que conocía desde el
jardín de infancia, aquellos a los que ella había abandonado en los últimos
meses pues quería ser como los personajes de televisión que eran los más
populares en la escuela.
-
Vamos a divertirnos- dijeron todos los chicos, llevándolas por el
brazo.
Francisca no pensó dos veces y fue junto con ellos al centro
del salón, donde se divirtieron hasta la madrugada.
En la siguiente semana todo volvió a la normalidad. Los
papás de Francisca no sabían lo que había sucedido, sin embargo, notaron que
las cosas habían vuelto a lo normal. L a joven finalmente había parado de ver
tanta TV y ahora, antes de ir a la escuela, se sentaba en su habitación para
leer un buen libro y llamaba a sus amigas para poder jugar en el patio de su
casa.
Cuando iba a la escuela, el uniforme volvió a ser el de siempre
y los cuadernos y libros volvieron a tomar el lugar del maquillaje. Habló con
la profesora y se sentó en la primera fila en la sala de la sala de clase.
En los momentos de descanso de la escuela, siempre estaba
rodeada de sus viejos amigos conversando o inventando algún juego en el que
todos los que quisiesen podían participar.
Fue un momento de mucha alegría para todos cuando salió el
resultado final de ese año: Francisca había sido aprobada.
Nenhum comentário:
Postar um comentário