Hace mucho tiempo, había un niño muy parecido contigo y eso
porque los niños generalmente se asemejan: les gusta divertirse, jugar, aprender,
son curiosos y esas cosas que son típicas de la edad.
El nombre de este chiquillo era Conrado y se caracterizaba,
entre otras cosas, porque desde muy pequeño era muy honrado, lo que lo
transformaba en alguien muy especial y un ejemplo para sus amiguitos. Conrado, por
ser honrado, nunca mentía; siempre era verdadero, no se quedaba con aquello que
no le pertenecía, reconocía sus errores y defectos y muchas otras cosas que
dejaban muy orgullosos a sus padres
Un día su mamá lo mandó al mercado a comprar las cosas para
el almuerzo y él, como siempre,
rápidamente cumplió el pedido. Compró carne, cebolla, arroz, patatas y frutas y
pasó por la caja para pagar; pero al recibir el vueltol se dio cuenta de que la
cajera le había entregado más dinero del que él había pagado; ¿Qué hacer? No le
quedó ninguna duda y fue a decirle a la chica que se había equivocado y ella
quedó muy agradecida, pues si no hubiese sido por la honestidad de Conrado, habría tenido que pagar la diferencia de su
bolsillo y esto no sería nada fácil.
Cuando llegó a su casa, el niño le contó a su madre, la cual
se puso muy orgullosa y como premio por la linda actitud le preparó el postre
que a él más le gustaba: Flan. Lógico que Conrado se puso muy feliz aunque
sabía que lo único que él había hecho era simplemente su cumplir con su deber.
Obviamente que al chico le daba pena saber que ni todas las
personas pensaban o actuaban de la misma forma; en el colegio por ejemplo, algunos compañeros le tenían mala porque a él
no le gustaba copiar en las pruebas y tampoco les pasaba informaciones durante
las evaluaciones. Conrado les decía:
-
Cuando quieran yo los ayudo a estudiar antes de
la prueba, pero durante la prueba no me pidan ningún tipo de información.
A veces los niños son un poco injustos y les falta la
sabiduría que vendrá con los años. Muchos de los compañeros de su clase se
alejaban de él pues creían que era un mal amigo; no entendían que, por el
contrario, ése trataba del mejor amigo que podría existir pues les estaba
enseñado una lección muy importante corriendo el riesgo de no ser bien
interpretado y ser tratado de forma injusta.
Otra de las oportunidades en que estuvo a prueba la honradez
de Conrado fue cuando en el camino hacia su casa se encontró una billetera en
el suelo. No había nadie cerca de él, nadie lo estaba mirando; cuando la abrió
se dio cuenta de que había mucho dinero dentro de ella pero no era eso lo que él
buscaba y sí algún documento que le indicase como encontrar al propietario .
Encontró su carnet y una tarjeta de visita con el mismo nombre y el teléfono de
la persona.
Nunca había corrido tan rápido para llegar hasta su casa; no
paró ni para saludara su mamá quien se quedó asustada, pero él fue rápidamente
hasta el teléfono y llamó a la dueña de la billetera perdida, la que estaba
tremendamente preocupada pues era todo su sueldo y tenía muchas cuentas para
pagar.
Pocas horas después llegó el dueño de la billetera a la casa
de Conrado, pero no venía solo. Junto con él venía su hijo mayor, el que debía
tener la misma edad de nuestro héroe y el hijo pequeñito que estaba aprendiendo
a caminar.
El caballero no quiso retirarse sin antes conversar con los
padres de Conrado para felicitarlos por la actitud del chico y después, mirando
a sus hijos les dijo:
-
Hijos míos- me gustaría que siempre sean gratos
a este muchacho y que aprendan a ser siempre tan correctos como él.
Después de este episodio el corazón de nuestro héroe parecía
que iba a explotar de tanta felicidad así como también el de sus padres.
Ojalá que en el mundo muchos más niños siguiesen el ejemplo
de este pequeño.
Nos veremos pronto es otra de las historias de nuestro
amiguito Conrado, el niño honrado
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