domingo, 22 de março de 2015

Marcelito, el super pollito


Todo comenzó el día en el que Josefa, la más flaca de todas las gallinas de la granja sintió que uno de sus huevos sería un pollito especial. Ella no sabía por qué; era un presentimiento de mamá primeriza pues era su primera camada.
Todas las otras gallinas se reían de la forma en que Josefa se preocupaba del hijito que estaba por llegar; ella no salía de cerca del huevo ni por nada del mundo y si ya no era la más corpulenta antes de empezar a empollar a cada día que pasaba era solo plumas y huesos.
Finalmente llegó el día en el que uno de los huevos que estaba empollando se empezó a mover y al darse cuenta de esto, Josefa se levantó y empezó a cacarear como una loca, lo que no fue muy bienvenido en el gallinero a las dos de la mañana.
Y ella cacareaba y el huevo se empezaba a quebrar mientras empezaba a aparecer un pollito que, como todos los recién nacidos, no era tan lindo que digamos; sacó la cabeza del huevo, miró a su madre quien estaba con las manos en el pico, catatónica y cuando sus miradas se cruzaron el pequeño gallináceo dijo lo que cualquier otro pollito habría dicho:
-          Pio –
Su madre pensó que era un verdadero genio, un iluminado, alguien que estaba predestinado a cambiar los rumbos de la humanidad y le pareció que todos los esfuerzos que había hecho hasta ahora habían valido la pena. Amiguitos, les voy a contar un secreto: Todas las madres del mundo piensan lo mismo de sus hijos.
El pollito terminó de quebrar el huevo y tambaleando se aproximo a su madre, se acurrucó junto a ella y así durmieron el restante de la noche hasta que el gallo jefe de la granja, cumpliendo su misión, cantó aproximadamente a las seis de la mañana. Lo único que Josefa quería era desfilar por todo el gallinero con su pequeño heredero.
Ella lo miró mientras aun dormía para poder definir cuál sería su nombre; ella ya había pensado en varios, como por ejemplo Bon Jovi, pues le gustaba mucho ese cantante y lo encontraba muy apuesto, o tal vez podría ser Tom Cruise como el actor, o Cristiano Ronaldo como el jugador de futbol; lógico que todos estos nombres eran perfectos para un pollito. Sin embargo se le vino a la mente una fotografía que había visto una vez en una revista que alguien había olvidado a la salida del gallinero. Era la cosa más linda que ella ya había visto, la foto de la playa de Rio de Janeiro, donde en el horizonte se juntaban el mar y el cielo. Eso le parecía impresionante, como el azul de uno se confundía con el azul del otro y entonces pensó que ese sería el mejor nombre para su pequeño: Mar cielo… Marcelo.
Despertó al pequeño con cariño y lo ayudó a ponerse de pie; luego se puso a caminar y el pollito la seguía atrás.
-          Ven Marcelito – decía la madre orgullosa y muy alto para que todas pudiesen oír y el pequeño la seguía muy altanero, feliz con el magnífico nombre con el que había sido bautizado.
Marcelito se hizo amigo de los otros pollitos de la granja y juntos aprendieron todas las cosas que deberían aprender: a buscar gusanitos, a seguir a sus mamás y etc. En nada se diferenciaba el pequeño de los otros de su especie hasta que un día, en el que les tocaba  una vacuna a todos los polluelos, el veterinario tuvo la idea de probar un nuevo producto justo en nuestro amiguito. No se sabe bien qué es lo que era, aparentemente un experimento genético que él estaba haciendo en el laboratorio de su universidad.
Después de la vacuna, Marcelito no tuvo ninguna reacción, se sintió igual que todos y siguió un vida normal, continuó jugando, creciendo e inventando travesuras como todos los pollitos de su edad.
Pasaron los años y nuestro amiguito a cada día estaba más grande y más fuerte, para orgullo de Josefa, su mamá. Ya estaban en la época de frecuentar la escuela de pollitos y a Marcelito le encantaba tener clases de educación física y de artes. Otra cosa que a él le encantaban eran los paseos.
En uno de esos paseos fue que la historia de nuestro amigo gallináceo comenzó a cambiar. Era una clase de ciencias naturales en que todos los alumnos habían ido al bosque para poder hacer observación de las otras especies.
Todo corría muy tranquilo hasta la hora de la merienda en  la que todos se sentaron  cerca de un río. La profesora les llamó la atención para el hecho de que en esa época del año el rió llevaba mucha corriente y no era prudente entrar, pues con las lluvias había muchas ramas y troncos que dificultaban entrar y salir. Lógicamente, no podía ser de otra forma y cuando todos estaban comiendo  de repente se escucharon unos gritos:
-          ¡Auxilio! ¡Alguien que me ayude! ¡Socorro!
Todos corrieron para ver y se depararon con que Isabela, la cual se había encaramado en un tronco para ver el río, se había resbalado y caído al agua. La corriente ya la había arrastrado unos cuantos metros pero había conseguido agarrarse en unas ramas que estaban a su paso, sin embargo ya había tomado mucha agua y no le quedaban muchas fuerzas.
Nadie sabe cómo ni porque, Marcelito corrió más rápido que todos, y gritándole a Isabela para que se sujetase fuerte, levanto desde la raíz el árbol en el que estaba la rama en la que la pollita se estaba sujetando. Todo fue muy rápido, nadie podía creer lo que veía, pues el árbol que el pollito había levantado pesaba fácilmente más de 100 kilos.
Misión cumplida, la pollita había sido sacada del agua y ya estaba secándose con unas toallas y tomando un poco de sopa caliente que una de las profesoras había llevado. En el instante en el que Isabela ya se había repuesto un poco fue hasta Marcelito para agradecerle y tratar de entender cómo lo había hecho
-          No sé - respondió el pollito bastante asustado.
Durante todo el camino de regreso hasta la escuela nadie hablaba a viva voz sobre el asunto, sin embargo todos cuchucheaban sobre la fuerza extraordinaria del pequeño pollito.
Cuando llegó a su casa, rápidamente le contó a Josefa todo lo que había sucedido y ella inmediatamente lo llevó al bosque para que conversasen con el búho, que era el más sabio de todos los animales.
-          ¿Qué te trae por aquí Josefa? ¿Hace tiempo que no te veía?

-          ¿Ustedes se conocen mamá? Preguntó Marcelito , a lo que la gallina no respondió.

-          Quiero que conozcas a mi hijo, búho, él es muy especial.


-          Déjamelo un par de días y te diré qué tan especial es – Dijo el búho mientras ejercitaba unas posiciones de Karate.

-          Así lo haré- dijo Josefa- Marcelito quédate bajo la responsabilidad del maestro búho y has todo lo que él te ordene. Dentro de dos días volveré a buscarte.


-          Sí mamá, te esperaré ansioso - dijo mientras le daba un fuerte abrazo y un beso.
Y es de esta forma en que se inicia el entrenamiento de nuestro amigo Marcelito, el super pollito.

Nada de colorín colorado, pues este cuento está apenas comenzando.

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