sábado, 21 de março de 2015

El cuento de los espejos de agua


Un día, hace mucho, mucho, mucho tiempo iba caminando con mi abuelo por el campo, estábamos decididos a pasar un día en un lago próximo pescando. Habíamos planeado esto desde hacía días y habíamos hecho todos los preparativos; habíamos arreglado las cañas de pescar, preparado los anzuelos, las carnadas y lógicamente que pensamos en la comida necesaria para este día de pesquería.
Lo que más me gustaba de salir con mi abuelo eran sus historias; nadie tenía relatos tan divertidos y electrizantes como él. Guardo estos momentos muy frescos en la memoria y recuerdo con detalles cada una de nuestras aventuras.
En el día en que fuimos a pescar, hicimos una caminata de una hora más o menos a través de un bellísimo bosque de araucarias, del que recuerdo bien el olor de la tierra mojada y de los rayos del sol que pasaban por entre aquellos gigantescos árboles.
Atravesando el bosque había un bellísimo lago que dejó viva en mi memoria la primera impresión de un lugar tan grande, tan tranquilo, un verdadero espejo en el que se reflejaban los árboles y las montañas imponenetes. Yo sabía que preguntarle a mi abuelo sobre los espejos de agua era una provocación deliciosa para más una historia.
- Abuelito – Le pregunté - ¿Por qué existen los espejos de agua?
-¡Excelente pregunta! Siéntate a mi lado que te voy a contar la historia- y una vez más quedaba admirado con la capacidad de mi abuelo de saberlo todo, de conocer el origen de todo y explicarlo todo.
Me senté a su lado mientras cogía una de las manzanas que habíamos traído y viendo la destreza con la que él colocaba las cañas de pescar en el agua.
-   Hace muchos, muchos, muchos años en un reino muy, muy, muy distante existía un rey muy justo y querido por su pueblo; su nombre era Pedro. Este rey siempre se preocupaba de que todas las personas que vivían a su alrededor estuviesen felices y por eso, él era muy amado y respetado.
Un cierto día, el rey salió a recorrer su reino y al detenerse en una casa para pedir un poco de agua fresca, se encontró con la doncella más linda que él nunca pudo imaginar. En aquel momento las palabras se esfumaron de su boca y la doncella se dio cuenta de que el rey había quedado paralizado, pero no sabía por qué. 
Al ver al rey estupefacto, boquiabierto, parado y casi sin respirar, le pareció divertido y le dio un ataque de risa de aquellos. Rosa, ese era el nombre de la doncella, no sabía que cuando ella se reía, parecía que toda la belleza del mundo se concentraba sólo en ella.
El rey bajó del caballo y le preguntó el nombre a la hermosa joven. Al saber el nombre el Pedro dijo
-          No podrían haber escogido un nombre más lindo para una joven tan radiante- delante de esas palabras fue Rosa la que quedó paralizada.
-          Condúzcame a su casa por favor bella dama – le pidió el rey a la muchacha
-          ¡ Claro que sí su majestad! – respondió la joven, a lo que el rey respondió.
-          Pedro, mi nombre es Pedro- Y delante de esas palabras la joven se sintió completamente sin reacción.

Al llegar a la casa de la joven , los padres de Rosa se vieron sorprendidos al ver al rey y no entendieron mucho qué es lo que hacía el soberano en la casa de dos pobres campesinos. El rey cortésmente les pidió permiso para poder venir a visitarla, pues quería conocerla mejor, a lo que los padres de la joven no colocaron impedimentos una vez que a la jovencita no le molestaba ni un poco la idea.
En aquel día, algo había sucedido, pues la bondad y el cariño del rey por su pueblo había aumentado; se le notaba aún más feliz y todos los días se le veía recorrer los campos y dirigirse en su caballo a la casa de los padres  de Rosa para poder visitarla. Después de casi un año repitiendo esta rutina, le pidió a los padres de la joven que fuesen a una cena de gala en el palacio, pues deseaba pedir la mano de Rosa en casamiento.
Después de la cena de aquel día, cuando los padres y la joven aceptaron el pedido, el rey mandó que las trompetas de la ciudad tocasen y las campanas de las iglesias llamasen a toda la población a reunirse bajo la el balcón principal del palacio.
Rápidamente toda la población del reino se reunió y escuchó con atención y mucha emoción el anuncio de la boca del propio rey. Él se casaría dentro de un mes con Rosa, la más hermosa joven del reino. Después de las palabras del monarca, comenzó una gran fiesta llena de música y fuegos artificiales.
Rosa y Pedro bajaron y se reunieron a toda la población bailando y divirtiéndose durante toda la noche.
-          ¿Y ellos se casaron abuelito? ¿y dónde entra la parte de los espejos de agua? interrumpí yo, casi sin paciencia para saber el final de la historia.
-          Calma hijo mío ¿ Parece que nació de siete meses?- déjeme terminar entonces pues – dijo mi abuelo con aquella sonrisa viva que le iba de oreja a oreja.
Después del día del anuncio del casamiento, toda el pueblo comenzó los preparativos. No había mucho tiempo y la ciudad, que ya era la más hermosa de la región, debía quedar aún más deslumbrante para recibir a los invitados que vendrían de todas partes para el que, con toda seguridad, sería el evento más importante del año.
A la semana siguiente empezaron a llegar a través de las puertas del reino regalos provenientes de todos los lugares del mundo, sin embargo el rey estaba seguro de una cosa, su mejor obsequio era contar con el cariño y ver la felicidad de sus súbditos.
En una noche en que Rosa y Pedro caminaban por los jardines del palacio conversando sobre los preparativos de la boda, de repente, delante de sus ojos apareció un rayo de luz que en un primer momento los cegó y que luego les causó bastante miedo hasta que de pronto vieron aparecer la imagen de la mujer más dulce que jamás hubiesen imaginado.
-          No tengan miedo, soy Rebeca, la embajadora del reino de las hadas y fui enviada a traer nuestro regalo de bodas.
El rey Pedro saludó con reverencia tan ilustre visita y Rosa se inclinó ante ella respetuosamente
-          Síganme por favor, nuestro regalo está en las afueras de los muros del palacio. Nosotras, las hadas, hemos observado al rey Pedro desde muy joven y nos sentimos muy felices al ver que él gobierna con prudencia, justicia, amor y compasión. Estamos muy complacidas al ver que escogió a Rosa como la reina de su pueblo; es la mujer no sólo más linda, sino también más pura y más sabia. – Todo esto era dicho por el hada mientras caminaba a través del bosque seguido por el rey y Rosa quienes escuchaban con atención.
-          Las hadas hemos decidido dejar para ustedes el regalo más especial que hemos podido imaginar y que traerá prosperidad para todo su pueblo y otros habitantes de la tierra.
En ese momento llegaron a las márgenes de un hermoso lago de aguas muy agitadas, las cuales nunca daban descanso y a las que por eso los pescadores nunca se aventuraban.
-          Desde ahora por la magia de las hadas, lagos y lagunas del mundo entero se transformarán en espejos de agua para que la princesa Rosa pueda reflejar su extraordinaria belleza y para que su pueblo pueda pescar y así traer prosperidad para todos-
Y en ese mismo momento sopló una brisa leve y tibia y las aguas se calmaron de tal forma que las estrellas inmediatamente se reflejaron en aquel hermoso espejo, de tal forma que hasta parecía que habían bajado hasta el lago. La hermosa figura de la reina Rosa y el rey Pedro se reflejaban en las aguas casi inmóbiles.
Desde ese día todos los habitantes del reino iban al lago para poder pescar y para poder divertirse  en las tardes calurosas. Cada vez que ellos veían las tranquilas aguas hacían una oración agradeciendo por el rey Pedro y la reina Rosa y por la justicia, amor y prudencia que habitaba en sus corazones y que hacía que todos sus súbditos viviesen felices.

-          Te gustó la historia- me preguntó mi abuelo esperando, como siempre mi respuesta afirmativa
-          ¡Claro que sí abuelito! ¡Es la mejor historia que jamás me has contado!
Y en aquel momento nos dimos cuenta que en todas las cañas de pescar ya habían peces listos para ser retirados de los anzuelos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.




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