segunda-feira, 30 de março de 2015

Sigfrido, no seas tan creído. Primera parte


Tal vez sea porque el propio nombre ya era imponente y  hacía referencia a un héroe de la literatura germánica, o porque sus padres siempre lo elogiaban 
mucho por todo o quizás realmente él hacía las cosas bien y con bastante dedicación;  el caso es que a Sigfrido le faltaba un poquito de humildad y a veces le sobraba arrogancia y se creía mucho.
-          Es que le hace falta un hermanito para que aprenda a compartir y a respetar las opiniones de los otros- le decía su mamá al papá cuando se daban cuenta que esa forma de ser de Sigfrido le podría traer sufrimiento y el rechazo de los compañeros.

-          La vida le va a enseñar – respondía el papá – Yo también era así cuando chico.
El caso es que en la escuela., por ejemplo,  siempre Sigfrido era el chico que llevaba los mejores juguetes y no dejaba que ninguno de los compañeros jugase, ni él quería jugar con los entretenimientos de los otros; entonces, desde muy pequeño, la profesora se daba cuenta que en esos días, el se quedaba sólo, él y su juguete. La única manera en que él jugaba con todos los demás y participaba de las actividades era cuando la profesora lo mandaba, pues Sigfrido era también el niño más obediente de la sala,
El niño siempre se preocupaba de decir y demostrar que sus materiales de escuela eran los mejores; los lápices más lindos, con los colores más brillantes, las tijeras que mejor cortaban, el saca punta que dejaba los lápices más filudos y les contaba estas cosas a todos los compañeros, hasta a aquellos que no estaban ni un poco interesados en saberlo.
 Muchas veces hacía que los otros chicos se pusiesen tristes y se hasta llorasen, pues les decía que las cosas que ellos poseían eran feas, o estaban viejas o quebradas. Los chicos más humildes de la sala eran las principales víctimas del pequeño que a veces se comportaba de una forma bastante cruel
Muchas veces el chico también decía algunas mentirillas, con el objetivo de siempre aparecer siendo el mejor, el que tenía la casa más grande, más bonitas; el papá que ganaba más dinero y muchas otras cosas que sólo lo hacían parecer cada vez más antipático.
Los padres  se daban cuenta de todo esto pues los compañeros de curso vivían muy cerca y cuando los chicos volvían del colegio ellos se encontraban en la calle para jugar, algunos incluso venían de lugares un poco más distante y el único que no salía a jugar era Sigfrido.
-          Sigfrido, hijo mío ¿Porque no salimos a la calle a jugar un poco con los otros chicos? Le preguntó su madre en cierta ocasión.
-          ¡ No mamá, ellos no nos merecen! Además tenemos un montón de cosas importantes que hacer, no como ese bando de desocupados que anda corriendo atrás de una pelota – Respondió el chico lleno de un aire de superioridad.
A su madre no le gustó nada la respuesta de su hijo, pero no hizo nada al respecto y ni siquiera lo cuestionó. Decidió que iba a comentarlo con el padre del chico cuando este llegase del trabajo. Como se dio cuenta de que llegó muy cansado, no quiso incomodarlo pues le pareció que no tenía importancia; era mejor dejarlo para el día siguiente. Al día siguiente se le olvido y cuando se acordó, algunos días después le pareció que ya no tenía más sentido preocuparse con eso
Sigfrido no era ni un poco tonto y él sabía que, en el fondo, comportarse así era la forma de   de defenderse, de mostrarse fuerte, pues la verdad es que era muy tímido y tenía mucho miedo de que los otros chicos no lo aceptasen; entonces el decidía mostrarse arrogante, creído, pesado y era como si fuese una caparazón que lo protegería. En el fondo Sigfrido estaba sufriendo mucho con esta situación y quería que las cosas fuesen diferentes, pero no sabía cómo.
El chico no revelaba a sus papás lo que le pasaba, pues tenía vergüenza y principalmente no quería decepcionar a su padre, quien siempre le había dicho que los hombres no lloran, que los hombres tienen que ser fuertes y todas esas cosas que los papás le dicen a sus hijos sin pensar, quizás, en el sufrimiento que les causan.
Más tarde o más temprano, en algún momento las cosas llegan a un punto en el que no dan más y esto pasó en la vida de Sigfrido un domingo por la tarde, que podría a ver sido como cualquier otro fin de semana en familia. Sus padres decidieron lavar el auto y arreglar la parte de adelante de la casa; a la mamá del pequeño le encantaban las flores y las plantas y había decidido que dedicaría el día a mejorar el visual de la entrada de la casa. Para esto contaría con la ayuda de su marido y su hijo; después era la hora de lavar el auto, actividad que siempre realizaban en familia.
Estaban súper animados en estas tareas cuando se dieron cuenta que los compañeros de curso de Sigfrido estaban llegando a la casa de uno de los vecinos. Por lo que parecía era una fiesta de cumpleaños, pues todos llegaban muy bien arreglados y con regalos.
-          Sigfrido ¿Tú no vas a la fiesta? ¿Vas a ser maleducado y simplemente porque te sientes superior a los otros no irás a la fiesta de cumpleaños de nuestro propio vecino? Y lo peor de todo ¿Por qué no nos habías dicho nada? Ni siquiera compramos un regalo dijo la mamá dejando claro que estaba muy enojada con su hijo.


-          Es que no fui invitado mamá – Dijo el chico que mal conseguía hablar pues se puso a llorar y se fue a encerrar a su habitación

((  ustración de Maurice Sendax  para El Gran Libro Verde, de Robert Graves (Barcelona, Lumen, 1983)

http://www.imaginaria.com.ar/2011/03/algunas-consideraciones-sobre-el-humor-el-carnaval-y-los-libros-para-ninos/

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