Inti fue creciendo y teniendo a cada día más independencia y Gaia, por su vez, cada
vez más multiplicando sus cuidados y cariños por el hermanito que ella tanto
quería. Le habían regalado no sólo un hermano, sino también con cómplice en las
travesuras, un compañero, un amigo, un confidente y alguien con quien dividir
enseñanzas y aprendizajes.
María, la madre, poco a poco volvía a tener un poco más de
tiempo para hacer las cosas que a ella también le gustaban, además de dedicarse
a sus hijos. Un día, mientras desayunaban dijo:
-
Voy a comenzar a visitar a unos vecinos que viven a unos kilómetros de
acá para que ellos me enseñen a trabajar la arcilla. En esta región, la madre
tierra es generosa en arcilla de buena calidad y podemos hacer muchas cosas muy
interesantes.
-
¿Podemos acompañarte mamá? Preguntó Gaia.
-
No hija, iré a caballo algunos días y es mejor
que vaya sola. Cuando haya aprendido, voy a enseñarles a ustedes. Saldré muy
temprano por la mañana y antes de la hora del almuerzo estaré de vuelta. Gaia ¿Me
ayudas a cuidar a Inti?
-
¡Claro que sí mamá!
-
María, cuando yo pueda iré a visitar también a
los vecinos para ver si ellos tienen el horno en que se pueda cocer la arcilla, así podré hacerte uno aquí para
ti; será mi regalo de cumpleaños.
-
Muchas gracias José, ¡eres un excelente
compañero! ¡Eres un gran esposo! ¡Te amo mucho! – Dijo María besando a su
marido tiernamente con lo que él se puso un poquito colorado.
Fue así como María, durante unos quince días, salió muy
temprano a caballo y fue a visitar a sus vecinos, los cuales le enseñaron los
secretos del trabajo con la arcilla. Cada día ella volvía más entusiasmada y
poco a poco fue empezando a practicar la fabricación de diferentes utensilios,
como jarritos, ollitas, maseteros y pailas. José por su parte, cuando terminaba
los trabajos en el campo, iba construyendo el horno para poder cocer la arcilla, tal como se
lo había prometido a María.
Con el pasar de los días, María fue obteniendo cada vez más
práctica y creando nuevas formas en las piezas que iba produciendo. En lo que
más se empeñaba era en la fabricación de hermosos maseteros de diferentes
tamaños y formas y fue enseñándole a Gaia como hacerlos también.
Llegó finalmente el día del cumpleaños de María y fue una gran fiesta para la familia, pues por
primera vez encenderían el horno y pondrían las piezas que habían sido
fabricadas. Se veia que María estaba muy ansiosa, pero no era sólo ella, pues una vez más fue puesta a prueba la paciencia de Gaia, ya que hasta que
los objetos se terminasen de cocer y se enfriasen totalmente era un proceso que
podía llevar días.Una gran pregunta estaba en la cabeza de Gaia desde ya unos
días… ¿Para qué mamá está haciendo tantos maceteros y empeñándose tanto en
ellos?
Una vez que los maceteros estaban listos, María comenzó a
colocar dentro de ellos lindos brotes de plantas y flores, los que iba llevando
hasta el galpón y cuidando diariamente. ¿Qué será que mamá está preparando? Se
preguntaba Gaia. La interrogante crecía, pues su madre no paraba de hacer más y
más maceteros, de cocerlos en el horno y de plantar los brotes, los que cogía con
cuidado y cariño desde el jardín.
Cierto día durante el almuerzo María dijo:
-
Mañana, después del desayuno, se preparen pues
vamos a visitar a nuestros vecinos.A Gaia le pareció un poco extraño, pues, que ella se
recordase, era la primera vez que harían esto. El vecino más próximo estaba a
algunos kilómetros, por lo que era muy difícil hacer visitas o reunirse.
¿Por qué mamá? Preguntó Gaia
-
Para llevarles regalos
-
¿Por qué mamá?
-
Sin ningún motivo especial Gaia
-
Mamá ¿Se dan regalos sin ningún motivo especial?
Al día siguiente después del desayuno, como estaba planificado,
salieron en la carretela, la cual estaba llena con todos los maceteros que
María había hecho con tanto cariño y con las plantas y flores que había cuidado
durante esos días. La familia entera fue visitando a todos los vecinos y
entregándoles estos regalos. Por cada
uno de los maceteros que entregaban recibían a cambio sonrisas, abrazos y otras cosas que espontáneamente las personas querían dar; como huevos, gallinas,
pollitos, frutas y tantas otras cositas.
Gaia estaba curiosa, pues había uno de los maceteros que le llamó
la atención, ya que María había pasado días pintándolo con mucho cariño hasta
altas horas de la noche; era el último que quedaba por entregar.
-
Gaia, ven a ver. En este macetero está pintada
la historia de nuestra familia.- Dijo María – Aquí está la ciudad con sus
edificios y coches, que es donde tu padre y yo nos conocimos, aquí está la
carpa donde vivimos cuando llegamos a la parcela, aquí esta cronos, aquí nuestra
casa, Tú, Inti…. – Relataba la madre
mientras le iba mostrando pacientemente el significado de cada uno de los
dibujos de aquel bellísimo macetero.
-
¡Mamá! ¡Qué hermoso! –Dijo la niña apreciando
aquella verdadera obra de arte que su madre había preparado ¿Para quién es?
-
Ya lo verás
Llegaron finalmente a una casa muy simple, donde vivía una
pareja de ancianos, los cuales se pusieron muy felices al ver a María y su familia y al recibir aquel lindo regalo. Conversaron un
poco y luego la familia retorno a su parcela, pues ya estaba haciéndose tarde. Durante el retorno, Gaia preguntó:
-
Mamá ¿Por le diste a ellos ese regalo tan lindo?
-
Porque fueron ellos los que me enseñaron a
trabajar la arcilla. Ellos multiplicaron conmigo el conocimientos que acumulan
desde muchas generaciones, Ahora ellos también hacen parte de nuestra historia,
así como yo hago parte de la historia de ellos. ¿Te das cuenta?
-
Mamá ¿Por qué dedicaste tanto tiempo para
preparar esos regalos? ¿Por qué dedicaste tanto tiempo a aprender? ¿Por qué
regalaste todo?
-
Porque la Madre Tierra es así y nosotros debemos
ser como ella. La Tierra nos da, ella se da;
ella se multiplica generosa y gratuitamente. ¿Pusiste atención en los brotes de
las plantas? Cada planta, cada flor, generosamente permite que otras nazcan a
partir de ella; ella se multiplica. Es así que nosotros debemos ser,
bondadosos, desinteresados, generosos. En cada uno de aquellos regalos hay una
parte de mi, hay una parte de la familia; es una forma de darnos de la misma
forma como la Madre Tierra.
Gaia, esas familias probablemente tienen cientos de
plantas iguales a las que les di, pero estoy segura de que para ellos, ésta
será especial y le van a dedicar cuidado y atención. ¿Te diste cuenta como las
personas se pusieron felices? ¿Cómo ellas estaban agradecidas? ¡Eso hizo que
toda mi dedicación valiese la pena!
Después de escuchar a su madre, Gaia se quedo muy pensativa.
Los misterios de la Madre Tierra eran tantos que estaba segura de que demoraría mucho en conocerlos por entero.
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