domingo, 26 de abril de 2015

La oración de Fernanda

Un cuento muy simple que habla sobre la fe, el poder de la oración y el amor de Dios.
Lo recomiendo a los padres que quieran que sus hijos sean crezcan en la fe.



Fernanda era una buena niña, que se esforzaba mucho por ayudar a sus papás, ser obediente y cumplir con sus obligaciones en la escuela.
Un día, al llegar a su casa, vio que madre le había dejado un mensaje sobre la mesa:
Fernanda, ven rápido al hospital, tu abuelita está muy enferma.
La niña salió muy deprisa, pues su abuelita ya era muy anciana y su salud estaba delicada. Mientras se dirigía a pasos veloces hasta el hospital, se le venían a la cabeza todos los bellos momentos que ellas pasaron juntas; como ella la había cuidado desde muy pequeña cuando su mamá y su papá tenían que trabajar. No le salía de la cabeza la dulce mirada y la risa contagiosa de aquella hermosa mujer.
Llegando al hospital, trató de encontrar a su mamá, la cual estaba sentada muy solitaria y triste.
-          Mamá ¿Qué dicen los médicos? – preguntó la niña tranquilizando a la madre con una caricia en el rostro
-          Que debemos estar preparados hija, que sólo un milagro la salvará, pues su salud está debilitada y ya está muy viejita – dijo la madre mientras una lágrima rodó por su mejilla.
-          ¿Puedo verla?
-          Voy a preguntarle al médico
La madre se levantó y después de algunos minutos trajo la respuesta.
-          Tienes autorización, pero no puedes agitarla y debes ser breve.
La niña se colocó la ropa apropiada y entró al lugar donde su abuelita estaba. Aunque estaba pasando por una situación tan difícil, en su rostro reinaba una sonrisa y un aire de tranquilidad. La niña, muy triste hizo su oración:
-          Papito Dios, si es ésta tu voluntad, dale salud a mi abuelita para que pueda disfrutar más un poquito de su compañía aquí en la tierra – mientras oraba, una única lagrimita se le escapó de los ojos.
Al salir, algo había cambiado en su corazón, pues su tristeza y preocupación se transformaron en confianza; fue entonces a conversar con su mamá.

-          Mamá, algo en mi corazón me dice que ella se pondrá mejor. ¡Tengamos fe!
Esa lagrimita, que brotó del corazón y de la oración sincera de Fernanda, se evaporó y subió al cielo junto con el pedido de la niña y se encontró con el ángel guardián de la pequeña.
-          ¿Has escuchado la oración de Fernanda angelito?
-          ¡Claro que sí lagrimita! ¿Quién puede resistir a un pedido tan cariñoso? Dios ya ha preparado todo, ¡Fernanda se pondrá muy feliz!
Fernanda pasó la noche junto a su mamá en el hospital, a la mañana siguiente, muy temprano el médico las llamó y la madre se preocupó mucho, pues esperaba recibir la peor noticia, ya la niña se mostraba extrañamente serena y confiada,
-          Yo no sé cómo explicarlo, ¡nunca vi nada igual1- decía el médico agitado- Su madre tuvo una recuperación muy rápida y ya está mucho mejor. ¡Esto sólo puede ser un milagro!
Debe quedarse en el hospital por lo menos hasta mañana, pero está fuera de peligro.
-          ¿Podemos ver a mi abuelita? - Le preguntó Fernanda al doctor.
-          ¡Claro que sí!
Fueron inmediatamente a la habitación y vieron a doña Clara sentada en su cama, tomando su desayuno
-          ¿No me digan que pasaron toda la noche aquí? ¡Deben estar muy cansadas!. Fernandita ¿No deberías estar en el colegio?
-          ¿Cómo estás abuelita? Estábamos muy preocupadas.
-          Me siento mucho mejor. No sé qué es lo que pasó, sólo sé que de repente, sentí una energía muy grande dentro de mi cuerpo y unas ganas inmensas de vivir.
-          ¡Gracias a Dios! Yo le pedí con mucha fe que se hiciese su voluntad, y mira el regalo que me ha dado.
Las tres se dieron un fuerte y cariñoso abrazo. Al día siguiente, por la mañana pudieron volver para casa y durante un tiempo más, Fernanda pudo disfrutar del cariño de su abuelita

Querido amiguito:
Nunca te olvides del gran amor que Dios nos tiene y que muchas veces sus planes son diferentes de los nuestros. Es muy bonito cuando, desde pequeños aprendemos a respetar la voluntad y los tiempos de Dios.
Tampoco te olvides del poder de la oración. Una plegaria sincera que sale del corazón retorna a nuestras vidas en forma de bendición.
La lágrima sincera que Fernanda derramó subió al cielo junto con su oración y se transformaron en la salud de su abuelita y en mucha alegría.

¡Continuemos creciendo con salud y fe!

Nenhum comentário:

Postar um comentário