Calígrafo sabía que no podía decepcionar a su dueño, él sólo
estaba esperando la oportunidad, cuando de repente Ernesto colocó su punta sobre
la hoja blanca de papel y lo empezó a deslizar. Primero, Calígrafo le dio la oportunidad de que su dueño pudiese expresarse, a final de cuentas aún no lo conocía y podía
ser un genio de las letras, por otro lado, el bolígrafo nunca había pasado por algo más que hacer rayas o escribir el nombre de algunas personas cuando lo probaban en la
librería.
Ernesto empezó con mucha dificultad a escribir lo que podía
ser una poesía más o menos así:
Hermosa señorita,
Nunca vi una belleza tan verdadera
Su perfume es como el de flores
Que cubren las praderas…
Calígrafo se dio cuenta que con esa calidad literaria no
llegarían muy lejos, entonces aprovecho que Ernesto abrió una hoja en blanco y
empezó a escribir inspirado:
“ Desorientado estoy, cual naufrago en alto mar
Perdido en el vaivén de las olas de su perfume.
Me siento encandilado por la luz que emana de su sonrisa
suave
Simplemente, nunca sentí belleza como ésta que me consume”
Ernesto no entendía muy bien lo que estaba pasando, no sabía
de dónde venía aquella fuerza que por voluntad propia estaba deslizando su
bolígrafo nuevo sobre el papel; incluso le dio un poco de miedo pues parecía
que un espíritu estaba manifestándose. Sin embargo al ver el resultado en la
hoja le pareció que no era una oportunidad a ser desperdiciada, entonces, la arrancó, la dobló y se la pasó al garzón para que se la entregase a la
señorita.
María leyó la poesía y no pudo evitar el rubor en sus
mejillas, buscó rápidamente con la mirada al autor de tan sensibles versos y le
retribuyó con una sonrisa tímida. En ese día no hubo más que eso.
Los días siguientes, en el mismo horario Ernesto y María se
encontraban en el mismo lugar sin dirigirse la palabra. En cada uno de los
encuentros Ernesto le regalaba algunas líneas escritas por calígrafo el poeta,
el Neruda de los bolígrafos.
“ La vida recupera los colores que se me habían perdido en la
soledad
Su presencia angelical me evoca la inmensidad
Su mirada tan dulce me muestra, entonces el camino
Su corazón y el mío parecen ser el destino”]
A cada día, una estrofa o dos que hacían que el corazón de
María quisiese siempre esperar el encuentro del día siguiente. El miedo tanto
de María como de Ernesto era el viernes, pues ni el sábado ni el domingo el café
iba a abrir. La chica tenía la firme esperanza que él tomaría la iniciativa y
se acercaría a hablarle, o la invitaría a
salir, o por lo menos le daría la seguridad de que el lunes se encontrarían en
el mismo lugar y en el mismo horario. Si nada de esto aconteciese ella no sabía
lo que haría pues no conseguía imaginarse durante dos días sin sentir su corazón
acariciado por las palabras de su joven
caballero.
Llegó el viernes y el nerviosismo de ambos era evidente.
Ernesto transpiraba y Calígrafo era consciente de su gran responsabilidad.
“ Bella dama, mi flor
No te puedes imaginar la agonía
No hay sonidos que expresen el dolor
De imaginarme sin tu compañía.
Un segundo lejos de ti es eterno
Un día ni me imagino lo que sería
Acabaría en mi corazón el invierno
Si me dijeses que mañana podré contemplar tu alegría’
Nuevamente se repetía el ritual de todos los días: después
de escribir Ernesto se sorprendía de su genio creativo, Calígrafo se sentía
eufórico por el resultado; el joven llamaba al garzón quien extendía la mano esperando
no sólo el mensaje, sino también la recompensa monetaria y le llevaba el papel,
que ya venía perfumado, a la joven señorita que conseguía a cada día que pasaba
ser más bella y encantadora.
La joven leía el mensaje y se sonrojaba, pero, en
este día pasó algo diferente; pues ella le pidió al camarero un bolígrafo y
cogió un pedazo de papel que ella ya tenía en la cartera y escribió una
respuesta a su poeta:
”Mañana a las dos de la tarde, le espero a la entrada del
parque municipal. Si acepta mi invitación, simplemente sonría”
El garzón trajo el mensaje con una sonrisa pícara en el
rostro y sintiendo que sus manos estaban impregnadas por el perfume de aquella
hoja.
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