Vicente galopaba tan rápido como podía, con
todas las fuerzas que él tenía; pero… ¿Dónde lo encontraría? Sólo sabía que
había ido en dirección al bosque. Algo le decía que él no corría por correr,
que alguien o algo guiaba sus pasos.
De repente escuchó los relinchos desesperados
de Matías, su amigo; sabía que estaba acercándose y no sabía lo que le esperaba.
Cuando llegó vio una jauría de por lo menos doce lobos hambrientos que habían
arrinconado al corcel contra una inmensa pared de piedra; él se defendía como
podía, estaba parado en las patas traseras y atacando a sus agresores con
fuertes patadas que de vez en cuando acertaban con todo en alguno de los lobos,
los cuales yacían en el suelo desmayados.
-
Es sólo una cosa de tiempo, no
aguantará por mucho tiempo – vociferaba el líder de la jauría
-
¡Hoy la manada va a alimentarse
con abundancia! Decía otro mientras trataba de atacar las patas traseras, con
las que el potrillo se afirmaba.
-
Parece que vamos a tener más carne
todavía; ¡Miren! ¡Tenemos visitas! – dijo otro de los lobos viendo que había
llegado Vicente.
Pero los lobos no tuvieron tiempo de nada pues
nuestro héroe ya fue dando fuertes patadas y corcoveos que iban certeros sobre
las cabezas de los lobos, los cuales o caían desmayados o corrían despavoridos.
Ninguno de los golpes del potrillo se vio desperdiciado, todos fueron directo
al blanco, mientras Matías ahora, con menos miedo y en una desventaja menor, también
combatía con valentía por su vida.
Después de algunos minutos, la lucha era sólo contra el líder del bando, pues los
otros ya habían huído.
-
¡Démosle su merecido Vicente! Así
él aprenderá a no meterse con ninguno de nosotros.
-
¡No! ¡Déjalo que se vaya! Ya tuvo
lo que merece. Estar en superioridad significa usar nuestra fuerza con justicia,
Matías.
Entonces Vicente dio una fuerte patada contra
el suelo que levanto una nube de polvo y permitió que el lobo corriese
despavorido.
-
¿ Estás bien amigo mío? Le
preguntó Vicente a Matías
-
Sí, pero aun muy asustado. Yo no fui cordial
contigo, te llamé de cobarde hace pocos minutos atrás. Tú no has dudado en
arriesgar tu vida por proteger la mía ¿ Por qué?
-
Porque obedezco la voz del
corazón, como me enseño mi papá. Yo no sé lo que es, pero hay algo dentro de mí
que me indica lo que debo hacer, por ejemplo en la hora en que estaba viniendo a buscarte, alguien guiaba mis
pasos y no me perdí. Me sentí lleno de coraje y supe perfectamente lo que debía
hacer.
-
¡Tienes el don de ser líder! ¡No
hay duda de que serás un digno sucesor de tu padre! ¡No hay nadie que tenga
coraje semejante al tuyo!
-
No exageres amigo mío – Dijo Vicente riéndose,
mientras ellos ya caminaban y a lo lejos ya veían al resto de sus amigos los
cuales habían ido hasta la hacienda para
buscar ayuda.
Quien estaba al frente de todo el grupo
esperando a Vicente y Matías era Gallardo,
quien se notaba ansioso y preocupado.
-
Hijo ¿está todo bien contigo y con
tu amigo?¿Qué fue lo que sucedió?
-
Nada papá, está todo bien y
espantamos los lobos que estaban próximos a la hacienda.
-
Gallardo, fue todo culpa mía. Yo
insistí con los otros para ir hasta el bosque y el único que se opuso fue
Vicente. Él fue hasta allá para defenderme y nunca vi a nadie con tanto coraje
y valentía – Dijo Matías.
Durante un buen tiempo no se hablaba de otra
cosa en la hacienda y Gallardo era el papá más orgulloso del mundo. Su
satisfacción sólo no era más grande que su tranquilidad al saber que ya había
un sucesor en el liderazgo de la hacienda, reconocido por todos por su valor y
prudencia.
Colorín colorado ¡las historias de Vicente
están lejos de acabar!
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