quarta-feira, 15 de abril de 2015

Gaia: El inicio de todo

En una noche fresca de verano, en una humilde casa en el campo, la partera trajo al mundo a una linda niñita. Era la primera hija de María y José, dos jóvenes que habían decidido dejar todo lo que tenían en la ciudad para poder vivir de forma simple y feliz en junto a la naturaleza.
El nombre de la pequeña ya estaba escogido desde el primer día en que hablaron de casamiento y planificaron tener hijos:
-          El nombre de nuestra primera hija será Gaia- dijo la madre sabiendo que su futuro esposo no iba a oponerse.
El llanto de la pequeña en su primera noche trajo una alegría indescriptible para la joven pareja. Los dos estaban consciente de la responsabilidad que tendría a partir de ese momento.
Pero, ¿ Cómo todo esto había empezado?
José era un joven ingeniero que trabajaba en una importante constructora en la ciudad. Desde que salió de la universidad empezó a trabajar y conquistó muchas cosas: un coche nuevo, un departamento muy lindo, mucho dinero, ropas lindas, una úlcera, una jaqueca que no se explicaba y mucho dolor en la espalda.
Él sabía que tenía todo lo que alguien pudiese querer, pero le faltaba algo: Tiempo y felicidad.
María era una importante publicista que trabajaba prácticamente 24 horas por día, siete días por semana en una de las más importantes agencias de la ciudad.  Su nombre era sinónimo de creatividad y genialidad, pero desde hacía un tiempo que le faltaba chispa, se despertaba sin ánimo, andaba siempre cansada y no veía sentido en lo que hacía; sentía que estaba en la hora de parar un poco.
Un viernes al final de la jornada de trabajo, María aceptó la invitación de una de sus amigas y fue a tomar una bebida a un restaurante cerca del trabajo; cuando llegaron vio que su amiga saludaba muy animada a un chico que estaba sentado en una mesa tomándose un café.
-          ¡Tanto tiempo que no te veía! ¡Desde que salimos del colegio! ¡Creí que estabas estudiando fuera del país!
-          ¡Te veo muy bien Anita! ¿No me vas a presentar a tu amiga? – Dijo José ya interesándose en María
-          ¡Claro que sí! Esta es mi amiga María, que trabaja conmigo en la agencia
-          ¡Siéntense aquí, no estoy esperando a nadie! – dijo José
Y fue así que todo empezó. Después de ese día, sin falta, ellos se encontraban después del trabajo; parecía que ambos habían recibido una inyección de ánimo que era perceptible por todos. No tardó mucho tiempo para que ellos quedasen de novios y en menos de un año estaban entregándole a todos los amigos las invitaciones para el matrimonio.  Lo que nadie esperaba era que ambos habían decidido renunciar al trabajo y dejar la ciudad para irse a vivir al campo.
Todas las personas que los conocían creían que ellos se habían vuelto locos, pero al verlos tan felices, se daban cuenta de que lo que estaban haciendo era realmente lo que ellos estaban soñado.
Después del casamiento no hubo luna de miel, se fueron inmediatamente al campo, donde iban a vivir. Cuando llegaron al lugar no había absolutamente nada, o desde otro punto de vista, había todo lo que ellos necesitaban:  árboles, un riacho de aguas cristalinas que cruzaba la parcela y una pequeña área plana y cubierta de pasto, que era donde colocaron la carpa y vivieron hasta que consiguieron juntos construir, primero, un gran galpón y luego, sin nada que los hiciese tener prisa, la casa que ellos tanto soñaban.
Cuando María supo que estaba embarazada, ellos ya habían construido la casa, ya tenían una huerta muy grande, varios árboles frutales, gallinas, patos, conejos, vacas y muchos otros animales. Su felicidad ahora sería mayor con la llegada del primer hijo, que ellos estaban seguros que sería Gaia.
José y María trabajaban para poder tener lo que necesitaban. Habían decidido trabajar para vivir y no vivir para trabaja. Tenían tiempo para poder pasear por el campo, andar a caballo, jugar con los perros, nadar en el río, pasar la tarde pescando y muchas otras cosas que la mayoría de las personas sólo puede hacer cuando está de vacaciones.
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Al día siguiente del nacimiento de Gaia los padres decidieron salir a pasear por el campo junto con ella y mostrarle todo lo que compartirían. María y José decían que ellos no eran dueños del lugar, que la parcela era de la Madre Tierra y que ellos simplemente eran los responsables por cuidar por esa parte del planeta y que la Madre Tierra, a cambio del trabajo, no les dejaba faltar nada.
Salieron entonces a caminar José y María con Gaia cargada en los brazos. Ellos caminaban y los animales los seguían como en una procesión.  Cuando llegaron al lugar donde la pareja se había instalado la primera vez que llegaron a la hacienda, donde ahora había un bello jardín con flores coloridas que los padres de Gaia habían plantado y cuidaban con mucho cariño; aprovecharon que el día estaba caluroso y le sacaron toda la ropita al bebe y la colocaron sobre las flores:
-          Tierra, te presentamos a Gaia, nuestra hija y tu hija, cuídala y no le dejes faltar nada – Dijo José mirando al cielo y abrazando a María
-          Traje al mundo a Gaia, de la misma forma en que tú das frutos abundantes para  mantener la naturaleza – dijo María con un bello sonriso en el rostro y acariciando la tierra.
Fue así que comenzó la vida de Gaia, rodeada de amor y de cuidado en el mejor lugar donde podría vivir.

Desde pequeñita aprendió a cuidar y respetar toda la naturaleza; conocía el canto de cada uno de los pájaros, conocía el nombre  de cada una de las plantas, árboles y flores que había en la parcela; los animales la conocían y obedecían su voz cuando ella los llamaba. Eran estos animales la principal diversión de la pequeña desde siempre,  pues nunca le llamaron la atención las bellas muñecas de trapo que su mamá le había hecho o el caballito de madera que su papá había demorado casi una semana en construir, pues ella prefería jugar con el caballo de verdad.

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