quinta-feira, 16 de abril de 2015

Calígrafo el bolígrafo: El primer beso

Enrique se acercó para poder ayudar a María, estaba totalmente atolondrado, no sabía que hacía, que decía, si sujetaba el sombrero que se le volaba con el viento, si le entregaba las flores, si ayudaba con la cesta, si le daba un beso o si salía corriendo; de pronto, extrañamente, escucho una vocecita dentro
-          ¡La cesta!
Atinó entonces a ayudar a la joven mientras ella, aliviada al no tener que cargar el peso, se dio cuenta que tendría que dar los primeros pasos:
-          ¿Son para mí? – le pregunto a Ernesto, indicándole las flores
-          ¡Sí! ¡Claro!
-           Son muy lindas, gracias, no era necesario.

Entonces ambos empezaron a caminar en silencio hasta la entrada del parque, el perfume de aquella mujer dejaba al chico casi sin aliento, casi en éxtasis. Lo que a él le gustaría en aquel momento sería guardar ese instante en una botella y taparla bien, para que no se escapase ni una partícula. Ernesto no sabía qué hacer, nunca se había sentido así, estaba totalmente perdido y como embrujado por el encanto de aquella chica.
Entraron en el parque y caminaron medio sin sentido, parecía que uno estaba siguiendo al otro o que se estaban dejando llevar por alguna extraña fuerza. Llegando a bello lago, donde habían patos, cisnes y otras aves se aproximaron a la sombra de una alta palmera, donde, sin decir nada, María se sentó. El muchacho hizo lo mismo.
-          ¡Usted me deja sin palabras! Escucho Ernesto, quién miro extrañado hacia los lados para ver si descubría de donde venía aquella voz. Casi sin pensar en lo que hacía repitió de forma tímida
-          ¡Usted me deja sin palabras! – a lo que la muchacha respondió con el rubor en las mejillas.

Ernesto no entendía bien lo que pasaba, sólo sabía que resultaba escuchar y seguir aquella voz ypor su vez,  Calígrafo se daba cuenta de que se estaba haciendo entender. El resto de la tarde las cosas fueron andando más tranquilas; después que consiguieron dominar la ansiedad y el nerviosismo. 
El garzón del café se había encargado de las primeras presentaciones entonces la chica ya sabía que el joven era un profesor de historia, que trabajaba en un colegio en el centro, que vivía con sus padres y otras cositas.
Era muy interesante como ellos se miraban, pues uno no salía de la vista del otro protagonizando las escenas más dulces que aquel lago ya había presenciado. Entre sonrisas, conversaciones, coqueteos, contar un poco de la vida, hablar del clima, comer frutas y todas las otras delicias que la joven había preparado con tanto esmero se les fue pasando la tarde de aquel sábado.
-          Se hace tarde y está haciendo frío – Dijo María con aire de tristeza
-          Espera un minuto por favor-  dijo el joven mientras cogía un papel perfumado del bolsillo y calígrafo ya se preparaba ansioso. Ernesto miró al cielo como buscando la inspiración que no le sería necesaria.

Hoy no he escuchado el canto de los pájaros, sólo tu risa
No he visto la luz del sol, sólo la de tu alma
Nunca sentí las horas pasar con tanta prisa
Tu presencia me refresca como la suave brisa
El calor de tu mano me devuelve la calma.

Ernesto dobló el papel y lo besó, antes de dárselo a la joven; que simplemente se lo llevó al rostro y se extasió en el perfume, luego también lo besó y lo guardó en el bolsillo.

-          ¿Puedo acompañarte hasta la puerta de tu casa?
-       Eres todo un caballero – Dijo la chica sin saber que lo único que el muchacho quería era prolongar sólo más un poco sus momentos de cielo.
Caminaron lentamente mientras conversaban como si se conociesen la vida entera. Los dos trataban de prolongar al máximo aquellos momentos, sabiendo que lo que querían era que durasen la vida entera. Llegando a la puerta de la casa de María, se quedaron en silencio y la chica, un poco tímida le pidió al joven.

-           ¿Me acompañas mañana a la misa? Después podemos almorzar juntos y así conoces a mi mamá. La chica tiritaba al sentir el tamaño de la osadía de la invitación. ¿será que él no pensaría que estaba yendo muy rápido? se cuestionaba en su interior.
-          ¿A qué horas quieres que esté aquí?
-          Puede ser a la nueve y media.
-       Estaré aquí puntualmente bella dama- dijo Ernesto haciendo una reverencia a lo que María respondió con una venia, que les hizo caer en sonoras carcajadas. La chica le robó un beso y entró corriendo, sin querer esperar la reacción de Ernesto quien se quedo paralizado. 

María acompaño por un rincón de la ventana, escondidita atrás de la cortina los quince minutos en que Ernesto se quedó parado y como de repente comenzó a caminar lentamente, como sonámbulo en dirección a su casa repitiendo como si fuese una oración:

-          Ella me besó… ella me besó…. Ella me besó…

María estaba incontenible de tanta felicidad, bailaba por toda la casa, cantó durante mucho tiempo, con una voz tan dulce que parecía de querubines. Su madre no quiso preguntarle nada, espero que la hija le viniese a contar.
-      Mamá, soy una loca, lo invité a misa y después a almorzar… y le robé un beso… ¡ Le robé un beso!
La madre no se contuvo la risa que sólo tendía  aumentar cuando vio que la joven saltaba como una cabrita y luego comenzó a hablar rápidamente, tomada por la emoción y la ansiedad.
-          ¡Qué prepararemos para almorzar! ¿Qué ropa me voy a poner?
-          Hija, preocúpate de la ropa que yo me encargo de la comida.

El resto de la noche, maría se fue a su cuarto para poder escoger la ropa, plancharla, colocarle unos lazos  y leer no sólo el mensaje de aquel día, sino todos los anteriores que estaban guardados en una bella cajita musical.

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