Como la mamá se lo había prometido, pasó el invierno, llegó
la primavera y en una mañana de aquellas en que, en las primeras horas del día,
todo está cubierto de rocío, Gaia despertó con una agitación extraña en la casa.
Vio a su padre salir a caballo ansioso y a su madre sentada en la sala en un
gran almohadón frente a la ventana desde donde se podía contemplar las montañas
y el bosque. Cuando la niña se aproximo a
su madre, ella le anunció:
-
Tu hermanito va a llegar – Aunque no sabía si
sería niño o niña, la mamá tenía en el corazón la seguridad de que sería un
varón.
Gaia simplemente se arrodillo y comenzó a hacer cariño y a
besar la barriguita de la mamá.
-
Serás muy bienvenido - le dijo con dulzura.
Poco tiempo después estaba su padre de vuelta y casi
enseguida llegó la partera, la misma que había traído a Gaia al mundo.
-
Cómo has crecido Gaia ¡Que Dios te bendiga! - Dijo
la vieja mujer mientras la niña le besaba las manos, tal como sus padres le
habían enseñado.
La mujer saludó a María y juntas entraron en la habitación,
mientras José y Gaia esperaban andando por la casa de un lado para otro sin poder
esconder la ansiedad. Juntos salieron al bello jardín y en silencio hicieron
sus oraciones a la Madre Tierra, quien ya los bendecía con un día maravilloso.
Unas horas después
Isabel, la partera, se asomó a la puerta del dormitorio para anunciar
que había llegado al mundo un bello varón. José abrazó a su hija y la giró repetidas veces con una
alegría indescriptible.
-
¡Un hermanito Gaia! ¡ Un hermanito! Has ganado
un compañero
Rápidamente entraron en el dormitorio y vieron a María radiante
y tranquila, con el pequeño en los brazos. José se arrodillo al lado de la cama
y besó la mano de Maria.
-
Gracias María por este nuevo regalo que me
das. Gracias por hacer posible el
milagro de la vida. ¡Te amo!- José decía esto mientras una lágrima rodaba por
su mejilla
-
Este milagro es tan tuyo como mío José ¡Te amo! –
Dijo María con una serenidad envidiable.
Gaia se aproximó a su madre y delicadamente le dijo lo que
estaba llenando su corazón
-
¡Te amo mamá! ¡Bienvenido hermanito! Dijo la
niña acariciando delicadamente la mano del bebé.
José, María y Gaia cumplieron con el ritual de besar las
manos y agradecer a Isabel, quien lloraba silenciosa y conmovida al ver el
cariño que reinaba en esta familia.
-
He traído a muchos niños al mundo, conozco
muchas familias, pero sin duda, desde el momento en que entro en este hogar, mi
corazón se llena de algo diferente. Es una familia especial.
Me siento honrada de haber traído a este
mundo a Gaia y ahora a este pequeño. Algo me dice en el fondo de mi corazón de
que ambos harán de este mundo un lugar mejor.
-
Su nombre será Inti, que representa el sol para
los incas – Dijo José - Escogimos este nombre junto con tu madre de la misma
manera como escogimos el tuyo Gaia, pensando en aquello que soñamos para
nuestros hijos: que sean felices y aprendan con la naturaleza, nuestra gran
maestra
-
-
Me gusta ese nombre – dijo Gaia.
Isabel luego se
despidió y se fue de prisa, pues nunca sabía cuando otra mamá la iba a necesitar;
José , por su parte, fue a dedicarse a los cuidados de la familia pues hoy le
tocaba preparar la comida para su hija y su esposa; Gaia por su parte, no salía
del lado de Inti y de su madre.
-
Voy a amamantar por primera vez a tu hermanito –
anunció María mientras la pequeña acompañaba todo con mucha atención.
-
¿También me alimentaste así mamá? – preguntó curiosa
-
¡Claro que sí Gaia! Dijo la mamá con una sonrisa.
Desde ese momento era muy raro que la pequeña se separarse
de Inti. Al llegar la noche, ella era cargada ,ya dormida, por José hasta su cama
cuando caía en el sueño, siempre al lado de su hermanito. Al día siguiente despertaba
muy temprano y ya iba a estar al lado del pequeño para esperarlo despertar.
No era necesario que María le pidiese que cuidase de su hermano
cuando ella se levantaba para alguna cosa, pues Gaia parecía que entendía
perfectamente cual era su misión. José y María pensaron que sería sólo por los
primeros días, por causa de la novedad; sin embargo, las semanas fueron
pasando, María volviendo lentamente a retomar sus actividades y Gaia siempre atenta
a su hermanito.
Era una relación de responsabilidad muy natural que nacía de
la niña y que le causaba una gran satisfacción, lo que fue llamando la atención
de María y José, quienes querían entender que es lo que su hija estaba pensando
y sintiendo.
En una tarde, mientras estaban a la mesa tomando un
delicioso té de hierbas que María había cogido en el jardín,. decidieron
preguntarle a la niña.
-
Gaia ¿ Qué te está pareciendo tener un
hermanito? ¿Te gusta cuidarlo? ¿Te sientes responsable por él?- Preguntó María.
La chiquita permaneció en
silencio por algunos segundos, como quien está ordenando los pensamientos y
luego dijo:
-
Mamá, lo que hago con mi hermano es aquello que
más he aprendido de ustedes, CUIDADO. Yo cuido de mi hermanito de la misma forma
en que ustedes cuidan de mí, como mi papá te cuida, como tú cuidas de papá.
Cada uno vive por el otro, eso es amor ¿No es verdad?¿Estoy siendo una buena
hermana?
José y María estaban muy felices
de conseguir que Gaia se diese cuenta, de forma tan clara, de ese amor y cuidado que reinaban en la familia;
de la misma forma, se sentían asombrados con la sabiduría de sus palabras.
-
¡Claro que sí Gaia! – respondió José – Sabemos que
estás haciendo lo mejor que sabes hacer, es eso lo que nos deja orgullosos.
-
Hija mía- dijo la mamá – el cuidado es el
principio de la naturaleza, lo que hacemos cuando cuidamos de nuestra familia
es lo mismo que la naturaleza hace con todo y con todos ¿Te has dado cuenta de
lo que la gallina hace con sus pollitos? ¿de lo que la yegua hace con sus
potrillos? ¿De lo que la gata hace con sus cachorritos? Es el cuidado y la
dedicación que la madre tiene con sus hijos.
-
Yo cuando cuido de la tierra – dijo José- estoy
retribuyendo un poco del inmenso cuidado que ella tiene por todos nosotros.
Cuidamos de la naturaleza porque es una forma de agradecer por el cuidado
infinito que ella tiene por nosotros. Somos responsables por ella, así como
ella es por nosotros.
-
El secreto de la vida es saber cuidar –
sentencio María, mientras se levantaba y besaba a Inti, a Gaia y a José.
Con mucho amor y cuidado, la vida
de esta familia era cada vez más feliz y plena.
Nenhum comentário:
Postar um comentário