domingo, 19 de abril de 2015

Gaia: Saber cuidar


Como la mamá se lo había prometido, pasó el invierno, llegó la primavera y en una mañana de aquellas en que, en las primeras horas del día, todo está cubierto de rocío, Gaia despertó con una agitación extraña en la casa. Vio a su padre salir a caballo ansioso y a su madre sentada en la sala en un gran almohadón frente a la ventana desde donde se podía contemplar las montañas y  el bosque. Cuando la niña se aproximo a su madre, ella le anunció:
-          Tu hermanito va a llegar – Aunque no sabía si sería niño o niña, la mamá tenía en el corazón la seguridad de que sería un varón.
Gaia simplemente se arrodillo y comenzó a hacer cariño y a besar la barriguita de la mamá.
-          Serás muy bienvenido  - le dijo con dulzura.
Poco tiempo después estaba su padre de vuelta y casi enseguida llegó la partera, la misma que había traído a Gaia al mundo.
-          Cómo has crecido Gaia ¡Que Dios te bendiga! - Dijo la vieja mujer mientras la niña le besaba las manos, tal como sus padres le habían enseñado.
La mujer saludó a María y juntas entraron en la habitación, mientras José y Gaia esperaban andando por la casa de un lado para otro sin poder esconder la ansiedad. Juntos salieron al bello jardín y en silencio hicieron sus oraciones a la Madre Tierra, quien ya los bendecía con un día maravilloso.
Unas horas después  Isabel, la partera, se asomó a la puerta del dormitorio para anunciar que había llegado al mundo un bello varón. José abrazó  a su hija y la giró repetidas veces con una alegría indescriptible.
-          ¡Un hermanito Gaia! ¡ Un hermanito! Has ganado un compañero
Rápidamente entraron en el dormitorio y vieron a María radiante y tranquila, con el pequeño en los brazos. José se arrodillo al lado de la cama y besó la mano de Maria.
-          Gracias María por este nuevo regalo que me das.  Gracias por hacer posible el milagro de la vida. ¡Te amo!- José decía esto mientras una lágrima rodaba por su mejilla
-          Este milagro es tan tuyo como mío José ¡Te amo! – Dijo María con una serenidad envidiable.
Gaia se aproximó a su madre y delicadamente le dijo lo que estaba llenando su corazón
-          ¡Te amo mamá! ¡Bienvenido hermanito! Dijo la niña acariciando delicadamente la mano del bebé.
José, María y Gaia cumplieron con el ritual de besar las manos y agradecer a Isabel, quien lloraba silenciosa y conmovida al ver el cariño que reinaba en esta familia.
-          He traído a muchos niños al mundo, conozco muchas familias, pero sin duda, desde el momento en que entro en este hogar, mi corazón se llena de algo diferente. Es una familia especial.
Me siento honrada de haber traído a este mundo a Gaia y ahora a este pequeño. Algo me dice en el fondo de mi corazón de que ambos harán de este mundo un lugar mejor.

-          Su nombre será Inti, que representa el sol para los incas – Dijo José - Escogimos este nombre junto con tu madre de la misma manera como escogimos el tuyo Gaia, pensando en aquello que soñamos para nuestros hijos: que sean felices y aprendan con la naturaleza, nuestra gran maestra
-           
-          Me gusta ese nombre – dijo Gaia.
 Isabel luego se despidió y se fue de prisa, pues nunca sabía cuando otra mamá la iba a necesitar; José , por su parte, fue a dedicarse a los cuidados de la familia pues hoy le tocaba preparar la comida para su hija y su esposa; Gaia por su parte, no salía del lado de Inti y de su madre.
-          Voy a amamantar por primera vez a tu hermanito – anunció María mientras la pequeña acompañaba todo con mucha atención.

-          ¿También me alimentaste así mamá? – preguntó curiosa

-          ¡Claro que sí Gaia!  Dijo la mamá con una sonrisa.
Desde ese momento era muy raro que la pequeña se separarse de Inti. Al llegar la noche, ella era cargada ,ya dormida, por José hasta su cama cuando caía en el sueño, siempre al lado de su hermanito. Al día siguiente despertaba muy temprano y ya iba a estar al lado del pequeño para esperarlo despertar.
No era necesario que María le pidiese que cuidase de su hermano cuando ella se levantaba para alguna cosa, pues Gaia parecía que entendía perfectamente cual era su misión. José y María pensaron que sería sólo por los primeros días, por causa de la novedad; sin embargo, las semanas fueron pasando, María volviendo lentamente a retomar sus actividades y Gaia siempre atenta a  su hermanito.
Era una relación de responsabilidad muy natural que nacía de la niña y que le causaba una gran satisfacción, lo que fue llamando la atención de María y José, quienes querían entender que es lo que su hija estaba pensando y sintiendo.
En una tarde, mientras estaban a la mesa tomando un delicioso té de hierbas que María había cogido en el jardín,. decidieron preguntarle a la niña.
-          Gaia ¿ Qué te está pareciendo tener un hermanito? ¿Te gusta cuidarlo? ¿Te sientes responsable por él?- Preguntó María.
La chiquita permaneció en silencio por algunos segundos, como quien está ordenando los pensamientos y luego dijo:
-          Mamá, lo que hago con mi hermano es aquello que más he aprendido de ustedes, CUIDADO. Yo cuido de mi hermanito de la misma forma en que ustedes cuidan de mí, como mi papá te cuida, como tú cuidas de papá. Cada uno vive por el otro, eso es amor ¿No es verdad?¿Estoy siendo una buena hermana?
José y María estaban muy felices de conseguir que Gaia se diese cuenta, de forma tan clara,  de ese amor y cuidado que reinaban en la familia; de la misma forma, se sentían asombrados con la sabiduría  de sus palabras.
-          ¡Claro que sí Gaia! – respondió José – Sabemos que estás haciendo lo mejor que sabes hacer, es eso lo que nos deja orgullosos.
-          Hija mía- dijo la mamá – el cuidado es el principio de la naturaleza, lo que hacemos cuando cuidamos de nuestra familia es lo mismo que la naturaleza hace con todo y con todos ¿Te has dado cuenta de lo que la gallina hace con sus pollitos? ¿de lo que la yegua hace con sus potrillos? ¿De lo que la gata hace con sus cachorritos? Es el cuidado y la dedicación que la madre tiene con sus hijos.
-          Yo cuando cuido de la tierra – dijo José- estoy retribuyendo un poco del inmenso cuidado que ella tiene por todos nosotros. Cuidamos de la naturaleza porque es una forma de agradecer por el cuidado infinito que ella tiene por nosotros. Somos responsables por ella, así como ella es por nosotros.
-          El secreto de la vida es saber cuidar – sentencio María, mientras se levantaba y besaba a Inti, a Gaia y a José.

Con mucho amor y cuidado, la vida de esta familia era cada vez más feliz y plena.

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