Ernesto no cabía dentro de sí al leer aquellas delicadas
letras. No fue sólo un sonriso el que estaba en su rostro, pues su ojos
parecían que iban a volar, luego soltó una carcajada de tan nervioso y simplemente empezó a besar y oler aquel mensaje, mientras todos los que estaban en el lugar lo miraban y María no aguantó y empezó a reírse, tratando de disimular llevándose las manos al rostro. La
chica se levantó para irse, pasando al lado del joven por primera vez le dirigió la palabra.
-
Hasta mañana –
Ernesto quedó sin palabras
y permaneció sentado en el café por lo menos durante una media hora más,
pensando en cómo sería el encuentro.
El otro que no se aguantaba de alegría era Calígrafo, pues
sabía que una parte de la responsabilidad de todo esto era de él ¡Ojalá que
Ernesto no se olvidase de llevarlo!
El joven, caminando de vuelta para su casa parecía que no
caminaba, levitaba. Nunca había estado así en la vida, estaba viviendo un momento
mágico. Abrió la puerta de su dormitorio y se acostó en la cama mirando el
techo; veía la imagen de su amada estampada en cada una de las tablitas de
color blanco.
Sabía que aquella noche sería eterna, pues no conseguiría dormir
de tanta ansiedad; no sería capaz de dominar las mariposas que sentía revolotear
en la barriga.
Pasó la noche muy lentamente también para María, quien
después de llegar a su casa se cambió de ropa y ayudó a su madre a planchar ropa,
limpiar y preparar la comida. Mientras María pelaba las papas, su madre
afirmó:
-
María, estás enamorada. Nunca te vi así antes
-
¿Es una pregunta o una afirmación mamá? Dijo la
hermosa doncella con aire burlón
-
Una afirmación, lógico pues conozco a la hija
que tengo
La chica se sacó el delantal de cocina y cogió a su madre
por el talle mientras bailaba por la cocina dando vueltas y cantando
-
¡ Enamorada! ¡ Enamorada1 ¡ Enamorada! – y las
dos se reían como hacía tiempo que no lo hacían.
Después de la cena la chica se fue a su dormitorio y colocó
todos los mensajes escritos por Calígrafo, es decir, por Ernesto; sobre el
escritorio y los leyó una vez más, como lo hacía todos los días antes de
dormir. ¿Cómo lo sorprendería?
- ¡Lo conquistaré por el estómago! ¡Haremos un día
de campo!. Pensó la joven en voz alta sin saber que era dueña del corazón de su amado
desde que cruzaron la primera mirada.
Aunque sea difícil en los momentos de ansiedad, llega una
hora en que el sueño nos vence y las horas pasan. Así tanto para Ernesto como
para María llegó la mañana siguiente y ambos despertaron nerviosos, animados y
agitados.
El joven miraba insistentemente el reloj, para ver si el
tiempo pasaba más rápido. Muy temprano ya había ido al barbero, al peluquero, a
la perfumería para comprar una nueva fragancia y luego a la camisería para
comprar una pieza de ropa nueva exclusivamente para usarla en este gran día.
Todo esto lo hacía con bolígrafo palpitando en el bolsillo de la camisa.
Cuando llegó en casa se sentó a la mesa en la cocina, cogió
una hoja y cuidadosamente bolígrafo se posicionó para escribir un mensaje más
para ella:
Así como el agua del
manantial refresca el día del caminante cansado
La sed de mi alma se
aquieta contigo a mi lado
Tal como el perfume de
las flores inunda hasta el último espacio del bello jardín
Me pierdo en tu mirada
como en un viaje sin fin
….
Y así continuó escribiendo algunas páginas hasta que llegó
la hora de almorzar y después de dirigirse al lugar del encuentro al cual no
podía llegar tarde. En el camino ya había programado una parada en la florería para comprar rozas.
La joven María desde muy temprano preparaba dulces, queques
y emparedados, eran tantos que parecía que iba alimentar a un ejército; fue hasta el huerto y cogió algunas frutas frescas mientras
cantaba animada. Las servilletas, el mantel, los cubiertos, platillos ... estaba preocupada de los más mínimos detalles pues no quería
dejar una mala impresión y echarlo todo a perder.
Desde la cocina su madre observaba la alegría de su hija,
dichosa pues hacía tiempo que no la veía tan animada. Amaba aquella niña a la
cual había prodigado todo el cariño del mundo; ella era la mejor hija del
mundo, un sueño hecho realidad.
-
¡Chao mamá! No puedo atrasarme – dijo la chica
cargando una cesta y dando un beso en la frente.
Cuando la muchacha estaba a unos cuantos metros del lugar del
encuentro, avistó a Ernesto inquieto, caminando de un lado para el otro con el ramo de rosas en la mano.
Cuando
él se dio cuenta de que era ella quien cargaba la cestita, en un primer momento
se quedó sin reacción. Calígrafo no podía creer lo que veía, entonces decidió
darle una clavadita con su punta a través de la camisa, con lo que él reaccionó
y corrió a ayudarle a la joven, que en aquel día parecía mucho más hermosa que
de costumbre, aunque esto pareciese imposible
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