Pero antes de seguir, entendamos un poco mejor esta
historia. Después de haber vuelto de las cruzadas, el papá de Vicente fue
vendido a un señor que lo dejó en una linda hacienda para poder montarlo cuando
quisiese pasear por sus tierras los finales de semana. En esa hacienda, donde
había por lo menos otros cincuenta caballos y muchos otros animales, es donde
vivía Clara, la madre de Vicente.
Clara llevaba ese nombre porque era ése el tono de su color,
el que dejaba más imponente su belleza. Cuando Gallardo, que era el papá de
Vicente, llegó a la hacienda eran muchos los caballos que pretendían el amor su
amor, sin embargo, quedaron sin ninguna chance ante la imponencia de este
alazán. Desde el momento de su llegada, Gallardo comenzó a ejercer un liderazgo
natural no sólo entre los caballos, sino también entre todos los animales de la
hacienda y desde pequeño Vicente respiró esta responsabilidad.
-
Hijo mío - le decía su papá - Si quieres ser un líder tienes que ganarte el
respeto y el cariño de todos
Y siempre Gallardo salía junto con su hijo para que él
aprendiese como un líder debe comportarse.
-
Debes saludar a todos los animales, conocerlos
por su nombre e importarse por sus problemas, hijo mío – le reiteraba su padre
Y era esto lo que veía Vicente todo el tiempo; Gallardo
visitaba a los animales más viejos y dedicaba una parte de su tiempo a conversar
con ellos, iba a ver a los enfermos, llevaba regalos para los animalitos que
acababan de nacer y resolvía pequeños conflictos entre los animales con mucha
sabiduría y firmeza.
-
Buenos días doña gallina Francisca ¿Su marido,
el gallo José, está mejor de la gripe? Preguntaba Gallardo mientras paseaba por la hacienda al
encontrarse con la gallina, seguida por una camada de pollitos.
-
Sí Gallardo, muchas gracias por su preocupación –
respondía la gallina – Veo que el joven Vicente está cada día más parecido con
su padre, todos esperamos que sea tan justo, sabio e inteligente como usted
Gallardo.
-
Muchas
gracias por los elogios doña gallina, estoy seguro que él será mejor que yo, y
lo que es fundamental, tendrá un corazón de oro.
-
Eso es lo que todos esperamos – decía la gallina
mientras se alejaba con su prole.
-
¿Te das cuenta de tu responsabilidad Vicente?
-
Sí papá,
es una responsabilidad muy grande y no voy a defraudarte.
-
Hijo mío, haz siempre lo mejor que puedas hacer
y siempre escucha lo que tu corazón te manda.
-
Eso haré papá- dijo Vicente.
Vicente era un potrillo como todos los otros de la hacienda,
los cuales eran sus amigos y con los que le encantaba dar largos paseos al
atardecer y terminar el día observando el ocaso en lo alto de una colina. Era
una verdadera estampida la que se escuchaba cuando el grupo de jóvenes corceles
volvía por los caminos de la hacienda después de haberse divertido bastante.
De entre el grupo, lógicamente que Vicente se destacaba no
sólo por su porte majestuoso, sino también por los modales, por la educación y
porque siempre, delante de las situaciones de conflicto entre sus pares, era el
que conseguía visualizar las mejores soluciones.
En uno de esos días de paseo, cuando llegaron a lo alto de
la colina para ver el sol ponerse, que uno de sus amigos sugirió
-
¿Por qué hoy no hacemos algo diferente? ¿Por qué
no atravesamos el río y vamos hasta el bosque donde hay unos manzanos?
-
¡Vamos! ¡Vamos! ¿Qué estamos esperando? Dijeron los
otros potrillos.
-
No me
parece una buena idea- dijo Vicente con
mucha prudencia - Ya anochece y no le
hemos avisado nada a nuestros padres. Podemos dejarlo para mañana y vamos más
temprano.
-
¡Lo que pasa es que tienes miedo Vicente! ¡Siempre
queriendo ser el caballito perfecto! Vamos chicos, dejen a ese miedoso aquí.-
Dijo Matías, que era un potrillo que siempre había sido el mejor amigo de
Vicente durante la infancia, pero que ahora que ya eran jóvenes, tenía un poco
de envidia de él, principalmente porque era el hijo del líder de la hacienda.
-
¡No, no es miedo! ¿No sabes distinguir el miedo
de la prudencia? – dijo Vicente
El grupo de caballos jóvenes no quiso escuchar lo que
Vicente tenía que decir y se fueron siguiendo a Matías rumbo al bosque,
mientras Vicente emprendió el camino de vuelta a la hacienda un poco cabizbajo
e incomodado. Algo le decía que no debía volver y que debía acompañar al grupo
pues se iban a meter en problemas y fue en ese momento en que se acordó de las
palabras de Gallardo, su padre: “ Escucha tu corazón”
Y fue lo que hizo. Salió a todo galope rumbo al bosque pues
quería alcanzar al grupo lo antes posible. Cuando ya se estaba aproximando,
escucho los relinchos de sus amigos y no eran de alegría o algazara, algo muy
feo estaba pasando; de repente vio que el grupo estaba galopando muy
rápidamente por el camino en dirección a la hacienda.
-
¡Calma! ¡ Calma! Díganme ¿qué es lo que ha
pasado?
-
Fuimos
atacados por una jauría de lobos hambrientos
-
¿Están todos bien? – preguntó Vicente
-
Todos conseguimos huir al parecer, sólo que
ahora estoy sintiendo La falta de Matías – dijo otro de los potrillos muy
nervioso.
Vicente no lo pensó dos veces y corrió tanto como sus
fuerzas se lo permitían para rescatar a su amigo
Querido lector ¿Que te imaginas que va a pasar?
¡Mañana lo sabremos!
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